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EDITORIAL

Defensa activa contra el terrorismo islamista

Es ésta una guerra que se debe librar en todos los órdenes, también o sobre todo en el policial-militar y en el cultural.

Ha vuelto a suceder, esta vez en Dinamarca: un terrorista islamista sembró el terror este fin de semana en Copenhague disparando a discreción contra un centro cultural donde se celebraba un debate sobre la libertad de expresión, a resultas de lo cual murió una persona, y asesinando de un tiro en la cabeza a un joven judío a las puertas de una sinagoga. Finalmente, el criminal, un danés de 22 años llamado Omar Abdel Hamid que acababa de salir de prisión, fue abatido por las fuerzas de seguridad del país escandinavo.

El terrorismo islamista ha llegado para quedarse por largo tiempo, hay que asumirlo cuanto antes; he aquí de hecho un problema de primer orden: no haber asumido hasta el momento el desafío planteado por este formidable enemigo ni, por tanto, el alcance de la amenaza, pese a que los asesinos no ocultan ni disfrazan sus intenciones. Hay que asumir, en efecto, que se nos ha declarado una guerra que tiene por objeto la desestabilización y destrucción de nuestras sociedades. Y que toca desplegar una defensa permanente y activa cuyo fin último sea la erradicación de semejante plaga.

Europa, que padeció lo indecible bajo los dos totalitarismos que signaron el siglo XX, el comunismo y el nazismo, debe desplegar todos sus recursos para la derrota del que está marcando a fuego el XXI, el profesado y alentado por los terroristas islamistas. Es ésta una guerra que se debe librar en todos los órdenes, también o sobre todo en el policial-militar y en el cultural, lo que pasa indefectiblemente por la defensa activa de nuestro modelo civilizacional. Hay que presionar sin descanso a estos enemigos jurados de la libertad, combatirles con toda contundencia, dejarles meridianamente claro que no tienen otro horizonte que la claudicación y denunciar sin desmayo a los cobardes, a los oportunistas y a los insensatos que socaven esta empresa jugando al juego suicida del apaciguamiento y la autoflagelación.

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