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EDITORIAL

España, en los puestos de descenso de la economía europea

Como decía ayer acertadamente Alberto Recarte, la única buena noticia que le queda a España es que en una semana se celebrarán las elecciones generales con las que terminará el mandato del peor Gobierno de nuestra democracia.

De entre todas las afirmaciones desgraciadas que han caracterizado los ocho años de presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero, pocas han sido más comentadas y repetidas que aquélla de septiembre de 2007 en la que aseguraba que "el Gobierno ha situado España en la Champions League de las economías del mundo".

Desde entonces, ha sido extraña la semana en la que no se ha conocido alguna cifra que colocaba la frase a la altura de las bromas de mal gusto. Este viernes, el turno le ha tocado al INE, que ha publicado los datos de contabilidad nacional. El PIB español registró un crecimiento nulo (0,0%) en el tercer trimestre. Ni siquiera el repunte del turismo ha sido capaz de sacar de la atonía a una economía que lleva años pidiendo a gritos reformas estructurales que este Gobierno no ha querido o no ha sido capaz de acometer. Si a esto se le une el empeoramiento en las previsiones de la Comisión Europea para España, podemos concluir que lo más preocupante no es lo ya pasado, sino lo que nos espera en el futuro cercano.

Como decía ayer acertadamente Alberto Recarte en su espacio semanal en Es la Noche de César, la única buena noticia que le queda a España es que en una semana se celebrarán las elecciones generales con las que terminará el mandato del peor Gobierno de nuestra democracia. La tarea a la que se enfrentará Mariano Rajoy, si se cumplen todos los pronósticos, será mucho más complicada que la que tuvo por delante José María Aznar en 1996.

La dificultad del reto que tiene por delante el político gallego se demuestra en parte por lo que está pasando en Grecia e Italia, los otros dos países europeos al borde del abismo económico. En ambos casos, para resolver la parálisis política e institucional, se ha tenido que recurrir a un Gobierno de unidad nacional dirigido por técnicos económicos de reconocido prestigio, para que pongan en marcha las impopulares reformas y los necesarios ajustes del gasto público que sus irresponsables políticos no se atrevían a enfrentar. En España, será el Ejecutivo del PP el que tendrá que asumir en solitario el coste de estas medidas.

Precisamente, esta semana se ha hablado mucho de una posible ruptura del euro forzada por Alemania y Francia. Aunque esta posibilidad ha sido negada oficialmente, no sería extraño que los países más avanzados de la UE decidiesen escindirse, dejando a los estados del sur con sus antiguas monedas nacionales o compartiendo una especie de euro-b, al que se aplicaría la correspondiente devaluación. Rajoy ha declarado que nuestro país siempre estará en el núcleo duro de la moneda única. Pero como aseguraba Alberto Recarte, en estos momentos las condiciones económicas hacen imposible siquiera pensar que España pudiera entrar en el club de élite en el que piensa Alemania.

A una semana de las elecciones, no sólo es evidente que nuestro país no está en la Champions League de la economía europea, sino que, en el caso de que la Eurozona se dividiera en dos ligas, a casi nadie le quedan dudas de que la España que deja Rodríguez Zapatero estaría en los puestos de descenso a la segunda división.

En España

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