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EDITORIAL

La guerra contra el terror no se gana con velas

El islamismo radical ha declarado la guerra a Occidente y va a seguir buscando sin descanso su completa destrucción.

Los atentados yihadistas que recurrentemente sacuden Occidente son la expresión más letal de una guerra que ya ha sido declarada, aunque una de las partes se niega a reconocer su existencia. Poco importa que los Gobiernos europeos nieguen la realidad y sigan insistiendo en que las matanzas islamistas son acciones aisladas de unos pocos fanáticos. Aunque sientan pavor a reconocerlo, lo cierto es que el terrorismo islamista ha declarado la guerra a Occidente y va a seguir buscando sin descanso su completa destrucción.

¿Y cuál está la respuesta a esta amenaza letal? Siempre la misma: convocatorias de minutos de silencio, lazos negros en las redes sociales, muchas velas en los escenarios de las matanzas. Todo ello es la expresión más palpable de la debilidad de las sociedades europeas, tras décadas de pensamiento único buenista en la enseñanza y los medios de comunicación, que ha llevado al rechazo suicida de los valores y señas de identidad occidentales y a la infame degeneración de culpar a las víctimas y justificar la conducta de los criminales. La extrema izquierda más infame e insensata se lleva la palma en este tremendo despliegue de despropósitos.

Urge afrontar el reto del yihadismo con la firmeza necesaria, aunque esto obligue a las sociedades europeas a desprenderse de la falsa capa protectora con la que fingen cubrirse, mientras el enemigo islamista masacra a discreción. Pero el primer paso para afrontar con éxito una guerra es reconocer su existencia. Esa es la clave para empezar a combatir con éxito a un enemigo difuso, cuya principal fortaleza es la vulnerabilidad de las sociedades abiertas.

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