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EDITORIAL

"Más dinero y autonomía financiera": el Gobierno insiste en premiar a los golpistas

Creer que la promesa de más privilegios puede tener algún recorrido es como creer que se puede curar a un alcohólico garantizándole el suministro diario de alcohol. Por supuesto que no. Así, lo único seguro es que todo irá a peor.

Los errores de estrategia del Gobierno en lo relacionado con el golpe separatista están siendo pavorosos, si bien no son otra cosa que la continuación de la forma de afrontar el problema de los distintos Gobiernos centrales, que han sido incapaces de asumir la naturaleza totalitaria y depredadora del independentismo, tanto en Cataluña como en el País Vasco.

Décadas de concesiones, privilegios, permisividad con el incumplimiento de las leyes o directamente con la delincuencia; décadas de apaciguamiento y desaparición del Estado en Cataluña es lo que ha conducido a esta situación. Una situación en la que, además, Rajoy y los suyos –muy especialmente Soraya Sáenz de Santamaría, muñidora de la archifracasada operación Diálogo– no han sabido o querido ver la magnitud del envite hasta que sólo quedaban unas semanas y hasta que sólo la actuación judicial se ha decidido a frenar el pseudorreferéndum ilegal del 1 de octubre.

La imprevisión ha sido terrible, lo cual es especialmente sangrante si se tiene en cuenta el precedente del 9-N, en el que el mismo Gobierno fue engañado por los mismos políticos separatistas, que ahora han doblado la apuesta.

Pero aún más preocupante que estos errores resulta la constatación de que el Gobierno sigue en la misma estrategia equivocada: trata de apaciguar a los golpistas con más y más concesiones y más y más privilegios, como si Cataluña no llevase más de un siglo disfrutando de un ominoso trato preferencial. "Más dinero y autonomía financiera", plantea el ministro De Guindos. Tremendo. Escandaloso.

Resulta tan sorprendente como revelador que estas nuevas ofertas lleguen cuando la crisis dista mucho de estar resuelta, cuando se siguen perpetrando delitos a diario y, sobre todo, cuando es evidente que no van a servir para que un separatismo totalmente echado al monte rectifique y abrace súbitamente la sensatez.

Tras décadas de probar y fracasar una y otra vez, creer que la promesa de más privilegios puede tener algún recorrido es como creer que se puede curar a un alcohólico garantizándole el suministro diario de alcohol. Por supuesto que no. Así, lo único seguro es que todo irá a peor.

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