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EDITORIAL

Obama y el viaje de la infamia

La humillación de Raúl Castro a los presos políticos, en rueda de prensa conjunta, manchará con huella indeleble la biografía política de Barack Obama

Obama comenzó este pasado domingo una histórica visita oficial a Cuba, con el que pretende formalizar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Washington y la dictadura de La Habana. El primer presidente estadounidense en pisar suelo cubano en los últimos 88 años se presenta como valedor de la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, la equidistancia calculada de la que ha hecho gala la Casa Blanca en la organización de este viaje sólo rendirá beneficios al castrismo, uno de los peores regímenes políticos que todavía quedan en el planeta.

Pocas escenas representan mejor esta rendiciónd de la primera democracia del mundo ante una satrapía grotesca como la ruedad de prensa conjunta de Barack Obama y Raúl Castro. El propio viaje en sí mismo es ya un insulto a los defensores de la democracia de dentro y fuera de la isla-cárcel, pero la humillación del dictador heredereo a los presos políticos que hacinan sus cárceles, utilizando el sarcasmo más desvergonzado en sus respuestas a la prensa libre, es una vergüenza internacional que manchará con huella indelebre la biografía presidencial de Barack Obama.

Es cierto que el presidente estadounidense se reunirá con destacados dirigentes de la disidencia cubana, al contrario que otros líderes que, como el presidente francés o el Papa Francisco, han visitado recientemente la isla. Sin embargo, este gesto de cercanía pierde todo su significado tras ver al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica comportarse como un mequetrefe político ante un dictador de tan baja estofa como el menor de los Castro.

Obama no se ha caracterizado en ningún momento de su mandato por un firme compromiso con la causa de la libertad. Su apuesta por el apaciguamiento, iniciada con la prematura retirada de Irak y Afganistán, confirmada con su traición a las líneas rojas marcadas al sirio Bashar al Asad y culminada en el nefasto acuerdo nuclear con Teherán, tienen ahora su correlato en la humillación voluntaria ante el castrismo y sus infamias, el último jalón de un mandato presidencial caracterizado por la traición meticulosa a todos los principios que hicieron de Estados Unidos la patria de la libertad.

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