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EDITORIAL

Rajoy retrasa sus deberes

Tras el tardío 'primer paso' de la semana pasada, la reunión de este miércoles sólo ha servido para retrasar el segundo al día 17.

En circunstancias normales, se podría entender que un presidente en funciones se permitiera tardar algo más de 24 horas en dar respuesta al nutrido y complejo pliego de exigencias que le plantease una formación política distinta a la suya para iniciar unas negociaciones entorno a su investidura.

Las condiciones que Rivera planteó el martes a Rajoy, sin embargo, son sólo seis, y tan sencillas y escasamente comprometedoras que representantes del PP reconocieron ese mismo día que eran fácilmente asumibles. España, además, no vive en circunstancias normales, pues tiene un Gobierno en funciones desde diciembre del pasado año, al que se le acaba el tiempo para presentar a votación los nuevos Presupuestos Generales del Estado y que, junto a importantísimos compromisos internacionales, tiene que hacer frente a un desafío tan grave como el que siguen planteando los separatistas en Cataluña.

A pesar de lo anterior, Rajoy ha decidido esperar al 17 de agosto para dar una respuesta a Ciudadanos, a pesar de haber mantenido este miércoles una reunión con Albert Rivera en la que tampoco le ha dado contestación a un requerimiento tan elemental como es fijar ya una fecha para la sesión de investidura.

No faltarán aduladores que lo justifiquen como una nueva muestra del “magistral manejo de los tiempos” de este gobernante que ha batido todos los récords a la hora de perder apoyos, a pesar de tener enfrente una oposición tremendamente incompetente. Lo cierto, sin embargo, es que Rajoy, con su actitud dilatoria, mantiene vivas dos de las más reiteradas excusas que ha dado Pedro Sánchez para justificar su obstruccionismo: que el PP todavía no ha recabado el apoyo de formación alguna distinta a la suya y que el presidente en funciones todavía no ha aclarado cuándo piensa presentarse a la sesión de investidura.

Aunque a nadie se le debería escapar el hecho de que ambas alegaciones socialistas son sólo eso, excusas, para justificar su obstruccionismo, Rajoy debe predicar con el ejemplo cuando afirma que es urgente que España tenga un nuevo Gobierno dándose prisa en recabar apoyos y en presentarse a una sesión de investidura que bien le puede convertir en presidente o, en su defecto, acreditar la responsabilidad exclusiva socialista en la convocatoria de unas terceras elecciones.

Cuando de todos es sabido que la respuesta a Ciudadanos sólo depende de Rajoy, y habida cuenta del manso servilismo que en todo momento le ha brindado la directiva de su partido, que el presidente popular justifique el retraso en que debe someter la respuesta a votación de dicha Ejecutiva sólo son ganas de excusarse para irse de puente. Eso, o algo peor:

Rajoy tiene derecho a meter toda la presión que quiera al PSOE con la convocatoria de unas nuevas elecciones, pero a lo que no tiene derecho alguno es a presionar a sus rivales con un Gobierno en funciones sine die por la vía de no presentarse a la investidura, no dejar que otros lo hagan y no tener que convocar nuevas elecciones. En esas estamos desde que Rajoy aceptó el encargo del Rey pero, con una artera maniobra, sin precedentes en nuestra historia democrática, de no fijar la fecha de investidura.

Sea como fuere, lo que parece evidente es que, tras el primer paso, tardío e insuficiente, pero necesario, dado por Rajoy y Rivera la semana pasada, la reunión de este miércoles sólo ha servido para retrasar el segundo al día 17.

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