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EDITORIAL

Venezuela y la izquierda española realmente existente

En España, la mayor parte del sedicente 'progresismo' no es más que una izquierda basurienta que habla y no para de democracia pero cierra filas en defensa de ese socialismo del siglo XXI que ha sumido a Venezuela en la barbarie.

La situación en Venezuela es clara. De un lado, una narcodictadura comunista que ha sumido en la miseria absoluta a su pueblo; que ha asesinado, robado y manipulado todos los mecanismos de la democracia para mantenerse en el poder. Del otro, una oposición que tiene no sólo toda la legitimidad moral, también la legal, pues ha cumplido los requisitos de la propia Constitución chavista para reclamar lo que le pertenece por derecho propio: el poder.

Ante semejante tesitura, la respuesta a los últimos acontecimientos en el país caribeño es, sin duda, la prueba del algodón democrático para un político o un partido españoles: sus reacciones revelan si son demócratas, oportunistas sin escrúpulos o canalla liberticida de la peor ralea.

Por desgracia, aunque desde luego no por sorpresa, la izquierda española se está moviendo entre las dos últimas categorías. Ahí tenemos a un Gobierno y un PSOE en el mejor de los casos cobardes que renuncian a respaldar a los luchadores venezolanos por la libertad y sumen al socialismo español en el descrédito internacional. Lo peor es la imagen que está dando España por culpa del descalificable Pedro Sánchez, cuña de la misma madera que el infame José Luis Rodríguez Zapatero que ejerce de palafrenero del psicopático payaso Nicolás Maduro Moros. Igual quizá hasta pueda atribuirse al pudor su indignante posición: cómo va a ser ejemplar en la defensa de la democracia alguien que se ha encaramado al poder a lomos de una vituperable alianza de golpistas, comunistas y proterroristas.

Y qué decir de la extrema izquierda que ha conseguido imponer su repugnante relato en el Gobierno y en buena parte de esos medios de comunicación que comentan apocalípticos cualquier tuit de Donald Trump pero pasan de puntillas sobre la catástrofe humanitaria que está provocando el comunismo en Venezuela. Los mismos que van por la vida política repartiendo carnés de virtuoso demócrata progresista se desviven por justificar o directamente jalear a un régimen militarista, ultranacionalista, machista y homófobo que asesina estudiantes en las calles con feroz impunidad. Los que dicen defender a los más desfavorecidos se alinean con una oligarquía cleptocrática que está condenando a la más espantosa miseria a un país con extraordinarios recursos naturales. Los que se presentaban como azotes de la corrupción aclaman a uno de los regímenes más corruptos del planeta.

Alberto Garzón, Pablo Iglesias, Ramón Espinar, el de repente silente Íñigo Errejón… están retratándose al aguafuerte como lo que son: lamebotas del sanguinario criminal Maduro y su banda de generales narcos. Revolucionarios por cuenta y sangre ajenas.

En España, la mayor parte del sedicente progresismo no es más que una izquierda basurienta que habla y no para de democracia pero cierra filas en defensa de ese socialismo del siglo XXI que ha sumido a Venezuela en la barbarie. Esta es la repulsiva realidad de las cosas.

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