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Eduardo Goligorsky

Los dos golpes bajos

Los mensajeros del odio han dejado escritos en negro sobre blanco –con Torra a la cabeza– sus prejuicios racistas.

Los mensajeros del odio han dejado escritos en negro sobre blanco –con Torra a la cabeza– sus prejuicios racistas.
Torra, Artadi, Rius y Puigdemont, reunidos en Berlín | @govern

No he prestado atención a las controversias que han acompañado a las elecciones primarias del Partido Popular. Ni a las argumentaciones de los candidatos ni a las de los formadores de opinión que se ocuparon exhaustivamente del tema. A lo largo de los años he votado, primeramente, al PSOE, hasta que el PSC se escoró hacia el nacionalismo catalán y hasta que quien entonces era mi favorito, Felipe González, profirió aquel guerracivilista "¡No pasarán!" y su propaganda comparó a los adversarios con dóbermans; luego opté por el PP, porque tanto José María Aznar como Mariano Rajoy me parecieron los candidatos más fiables para salvaguardar la unidad de España; y ahora voto a Ciudadanos porque es el que mejor representa mi afinidad con el liberalismo, el laicismo y el patriotismo cívico, sin que ello vaya en desmedro de los partidos constitucionalistas o de sus candidatos que voté anteriormente. Entre todos construyeron la España civilizada y próspera que hoy una coalición de totalitarios y renegados se propone destruir, yendo de golpe en golpe.

La verdad es la verdad

Este es el quid de la cuestión: España ha sido víctima de un golpe de Estado, un golpe bajo, perpetrado por fuerzas heterogéneas que van desde frentes de extrema izquierda hasta partidos comprometidos en la fundación de una repúblika falazmente amputada del Reino de España. El golpe lo dieron sumando escaños para desalojar del poder al partido que ahora escenifica una contienda interna tanto más bochornosa cuanto que lo distrae de la lucha contra quienes conspiraron para derrocarlo arteramente. José María Aznar ha puesto el dedo en la llaga al denunciar sin eufemismos el golpe de Estado y al exigir que su partido se cohesione para combatirlo. Y a quienes desoyen la admonición porque alimentan prejuicios contra su autor hay que recordarles que "la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero".

Este golpe de Estado está visiblemente entroncado con otro igualmente bajo: el que ejecutaron los renegados de su nacionalidad española para okupar cuatro provincias en las que instalaron una repúblika mostrenca desprovista de los atributos que justifican esta denominación. Dos golpes bajos contra la Constitución y la convivencia.

El golpe ejecutado en España no habría triunfado sin los votos de la minoría supremacista que okupa Cataluña y del conglomerado anticapitalista que se guía por las enseñanzas atrabiliarias del leninismo y el chavismo. El arribista ungido por el golpe ha recompensado a los primeros con las llaves de la caja de caudales de la Generalidad para financiar sus campañas etnocéntricas dentro y fuera de España y con el reagrupamiento de los cerebros presos de la sedición, y a los segundos con puestos de mando en los medios de comunicación públicos.

Desengaño mayúsculo

La suma de los dos golpes no va a inaugurar un periodo de desinflamación ni abre una ventana de oportunidad, como prometen los embaucadores beneficiados por la tramoya. Frente a este timo, es importante destacar el reencuentro con la realidad de los mediadores que propusieron, de buena fe, las alternativas de una tercera vía. Su desengaño es mayúsculo, como se desprende del artículo "Tardes de plomo" (LV, 7/7), del notario Juan-José López Burniol, uno de los líderes de esta iniciativa conciliadora. También él, como Aznar, Agamenón y su porquero, llama "golpe de Estado" al golpe de Estado.

Después de levantar acta de todos los caminos que exploró inútilmente para facilitar un entendimiento entre España y Cataluña, el congénitamente moderado López Burniol sentencia:

Pero, desde septiembre pasado, he tenido que rendirme a la evidencia. Los días 6 y 7 de septiembre los nacionalistas catalanes consumaron un golpe de Estado (no hay "farol" que valga) mediante la aprobación de las leyes del Referéndum y de Transitoriedad, y el día 27 de octubre, tras desdeñar la posibilidad de convocar elecciones y evitar la aplicación del artículo 155 de la Constitución, consumaron su desafío al Estado mediante una declaración unilateral de independencia. Pero no es esto lo más grave. Tras las últimas elecciones los nacionalistas radicales que siguen en el poder persisten en su cerrada opción por la vía unilateral, con constantes muestras de rechazo a la Constitución y las leyes, de desprecio a todas las instituciones, y con voluntad de injuriar y desprestigiar a España como nación, al Estado que la articula jurídicamente y a todo lo hispánico.

(…)

Pero, frente a esta predisposición y buenas formas [del Gobierno de España], ¿cuál es la respuesta del presidente Torra y su Gobierno?: la apuesta por la opción maximalista (autodeterminación e independencia) y la agresión verbal y gestual a la otra parte, con pertinaz y fría voluntad de agraviar al Rey.

Reconforta comprobar que ciudadanos con los que a menudo discrepamos porque nos parecían comprensivos con los belicosos y tolerantes con los intolerantes, han fijado un límite a los abusos de los infractores. Concluye López Burniol, después de reafirmarse en su talante moderado:

Pero con toda firmeza en la defensa de la ley, que a todos nos hace libres y a todos nos iguala, y fuera de la cual no hay libertad. Si el Estado no se respeta a sí mismo, ¿quién le respetará?

Ramas del tronco totalitario

Ha llegado la hora de preguntar si el conglomerado supremacista que ha okupado las cuatro provincias de España que componen Cataluña se puede equiparar a los movimientos de ultraderecha xenófoba que compiten por el poder, o lo ejercen ya, en otros países de Europa. Sorprende que sea un simpatizante del secesionismo y de todos los alzamientos contra la "democracia formal" quien, al enumerar algunas características de estos movimientos, a los que califica, además, de nazis, pone al descubierto, sin quererlo, este parentesco entre ramas aparentemente dispares del mismo tronco totalitario, incluidas las que él abraza. Escribe Manuel Castells, en "Vuelve el nazismo (y 2)" , (LV, 7/7):

El punto de convergencia de este nuevo nazismo es la xenofobia (…) la identificación del otro moviliza todos los reflejos defensivos y sirve de plataforma política, como tantas veces en la historia, a demagogos con el cuchillo entre los dientes (…) y donde no llega el Estado, en un ambiente xenófobo, llegan las bandas de energúmenos amenazando a cuantos defienden los derechos humanos.

Es imposible describir con mayor precisión lo que está sucediendo en las cuatro provincias del Reino de España okupadas por una repúblika ficticia, donde imperan la xenofobia en versión cainita, los demagogos con el cuchillo entre los dientes y los energúmenos regimentados. Y si Castells lo define como un nuevo nazismo sus razones tendrá. También podría estar refiriéndose a la aniquilación de la democracia en Cataluña cuando recuerda que:

La Unión Europea ha advertido al Gobierno de Polonia por estar socavando la independencia del poder judicial y controlar cada vez más a los medios de comunicación.

Si la UE reconociera a Cataluña como ente nacional –cosa que no sucede–, ya la habría sancionado cuando la impresentable Ley de Transitoriedad trituró como un rodillo la separación de poderes, convirtiendo al judicial en apéndice del ejecutivo, mientras los medios de comunicación obedecían la voz del amo.

Los mensajeros del odio –con Torra a la cabeza– han dejado escritos negro sobre blanco sus prejuicios racistas. Un golpe bajo ha puesto las cuatro provincias okupadas a merced de estos amotinados que, mediante otro golpe bajo, encumbraron en el Gobierno de España a una camarilla de advenedizos claudicantes que los agasajan en la Moncloa y les ríen las gracias. Estas son las dos plagas depredadoras que debe combatir sin tregua el frente constitucionalista. La Historia marcará muy pronto a fuego a quienes debiliten este frente entreteniéndose en mezquinas riñas personales.

PS: Según Xavier Vidal-Folch (El País, 10/7) "los mitos empiezan a desplomarse" porque el volatinero entreguista de la Moncloa tuitea en catalán. La que debe desplomarse es la repúblika hispanófoba implantada en cuatro provincias españolas, y el primer testimonio de que ello ocurre lo tendremos el día en que el castellano deje de estar proscripto en las aulas, las instituciones y los rótulos comerciales de Cataluña. Ricardo Cayuela, director editorial de Penguin Random House México, advirtió en el Foro Edita ("Lecciones del Foro Edita", LV, 8/7): "¿Barcelona quiere ser un parque temático, una cómoda ciudad burguesa, o quiere ser el corazón vivo de una lengua de 350 millones de hablantes? Si renunciara al español, Barcelona estaría cometiendo un suicidio cultural". ¿Quién piensa en la cultura? Al folklórico Torra y a su tribu les basta con tener a mano la ratafía autóctona, ahora que hasta el cava se ha vuelto multinacional.

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