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Emilio Campmany

Cataluña, asunto exterior

Nos están preparando para la enésima cesión, probablemente en forma de concierto económico, para así encajar de una vez a esta Cataluña tronante en España.

Nos están preparando para la enésima cesión, probablemente en forma de concierto económico, para así encajar de una vez a esta Cataluña tronante en España.

En España, el ministro de Asuntos Exteriores siempre se ha aburrido mucho. A los españoles nos importa una higa lo que ocurra fuera. Por eso nadie suele prestar atención a lo que pueda decir nuestro canciller acerca del conflicto de Oriente Medio o de que Irán tenga la bomba atómica. Así que lo normal es que a quien le toca en gracia la canonjía acabe enfermando de hastío y penando de aburrimiento. Un tostón. José Manuel García-Margallo no es una excepción. Gibraltar no basta para que su hirviente cerebro esté suficientemente ocupado. Hace falta más.

Y al fin ha encontrado lo que ha de sacarle del letargo. Cataluña no es una cuestión interior. Cómo lo va a ser si aquello es tan extranjero que es más difícil estudiar en español que en el extranjero mismo. Cómo va a serlo si los desprecios que desde allí hacen sus dirigentes a España son más toscos y groseros que los de ningún enemigo exterior, da igual que sea Picardo que los miembros del Comité Olímpico Internacional. Aquello es ya un asunto tan exterior que quien ha de ocuparse de él es el ministro del ramo. Por eso, Margallo ha intervenido. Ha dicho que, visto el éxito de la Diada, hay que escuchar a la calle. Y eso qué significa. ¿Que el Gobierno del que él forma parte le va a dar la independencia a Cataluña, y así podrá el ministro entretenerse en decidir a quién manda de embajador a Barcelona? Qué va. No son tan inocentes. Nos están preparando para la enésima cesión, probablemente en forma de concierto económico, para así encajar de una vez a esta Cataluña tronante en España. Ceder, siempre ceder y nunca resistir. Es como un lema que colocar en el frontispicio del palacio de La Moncloa.

Pues bien, a mí me parece que ya está bien. Si quieren ser independientes, que lo sean, pero no creo que ceder en nada de lo que puedan estar pidiendo sea procedente. Me da igual que lo diga Margallo o quien sea. Es posible que a esta gente, en realidad, no le importe seguir siendo española con tal de que los demás sigamos reconociéndole nuevos privilegios, da igual que sea el del déficit asimétrico, la autonomía asimétrica o cualquier otra cosa con tal de que sea asimétrica. Y no digo que para conseguirlo estén dispuestos muchos a fingirse independentistas mientras la sangre no llegue al río. Pues por mí, que llegue, que proclamen la independencia. Francamente, no entiendo cómo Mas y Junqueras no la han declarado ya, si tan respaldada está y tanto la ansían ellos. Pero eso ha dejado de importar. No encuentro ya fuerzas con las que discutir si de verdad quieren o no ser independientes. Tanto si lo piden de boquilla como si lo dicen en serio, que lo sean de una vez. Ahora, lo de ceder, debería haberse terminado. No sé cuántos, fuera de Cataluña, opinarán como yo. Rajoy y Margallo, desde luego que no.

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