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Emilio Campmany

El chulo, la bocazas y el calzonazos

Feijóo se ha caído del caballo camino de Damasco y por fin sabe con qué clase de sujeto se juega los cuartos. A ver si no se le olvida.

Feijóo se ha caído del caballo camino de Damasco y por fin sabe con qué clase de sujeto se juega los cuartos. A ver si no se le olvida.
Pedro Sánchez ríe durante la intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo en el Senado. | EFE

El feliz descarrilamiento del acuerdo PSOE-PP para renovar el Consejo General del Poder Judicial se cuenta por ahí de manera similar en todos sitios. Se dice que, aunque había compromiso de posponer la reforma del delito de sedición, el PP aceptaba que la renovación se hiciera al margen de eso. Es incontrovertible que el martes Cuca Gamarra desligó ambos asuntos en la tele. Como también lo es que el Gobierno no quería que ambos hechos coincidieran para que Feijóo no se viera en un compromiso y por eso mintió una y otra vez diciendo que hoy por hoy no había mayoría suficiente para aprobar la reforma.

Sin embargo, la bocazas de María Jesús Montero insistió desde la tribuna de las Cortes en el asunto y Feijóo, que no tenia intención de permitir que la reforma penal frustrara el acuerdo para la Justicia, recibió un montón de presiones, especialmente de Isabel Díaz Ayuso, exigiéndole que no firmara. El gallego se dejó convencer por la arisca madrileña, a pesar de que la Montero corrió a desdecirse de lo que acababa de manifestar. El calzonazos llamó a Sánchez para que le diera garantías de que, por ahora, no se rebajarían las penas por el delito de sedición. Y el chulo de la Moncloa le dijo que él legisla lo que le parece cuando le parece y de la manera que le parece y que Feijóo en eso no tiene por qué meterse. Tan chulo se puso que al calzonazos no le quedó otra que echar marcha atrás y frustrar el acuerdo.

El relato no parece corresponderse con la verdad. Para empezar, da la impresión de que no son las presiones de Ayuso ni las de nadie, ni el irse de la mui de la bocazas, ni los desplantes del chulo de La Moncloa, los que han convencido a Feijóo de romper, sino la caída en las encuestas a partir del momento en que empezó a entenderse con Sánchez. Por otra parte, el presidente se ha puesto tan chulo que hace dudar de si no tendría él más interés que Feijóo en frustrar el acuerdo. Es verdad que el Gobierno necesita renovar el Tribunal Constitucional para poder hacer impunemente las fechorías que le exijan Esquerra y Bildu. Pero también es posible que prefiera una excusa para no poder hacerlas por los muchos votos que pierde con tanta sumisión a los separatistas. Por otra parte, poder presentar al PP como un partido populista que incumple la Constitución, que desobedece a la Unión Europea y está al servicio de la extrema derecha puede ser electoralmente rentable. Sea como fuere, Feijóo se ha caído del caballo camino de Damasco y por fin sabe con qué clase de sujeto se juega los cuartos. A ver si no se le olvida.

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