Según el conocido principio de Peter, todo individuo situado en una estructura jerárquica es sistemáticamente ascendido hasta alcanzar su máximo nivel de incompetencia. Naturalmente, según el mismo principio, alcanzado el puesto en el que el individuo se demuestra del todo incompetente, el ascenso se detiene. Sin embargo, en este Gobierno de manifiestos ineptos, el principio se ve ostensiblemente mejorado porque la incompetencia acreditada no frena el ascenso. Lo demuestra desde luego el propio Illa, que, habiendo alcanzado de manera palmaria su máximo nivel de ineptitud como ministro de Sanidad, es nuevamente ascendido a candidato a presidir el Gobierno de Cataluña en consideración a la buena imagen alcanzada gracias a su gestión de la pandemia (sic.). Explican los que saben que la tranquila apariencia de Illa en la televisión le ha hecho acreedor de las simpatías de muchos votantes. Sabemos que la mayoría de los españoles se informan exclusivamente por medio de la caja tonta. Lo que no sabíamos es que esa mayoría veía los telediarios con el volumen quitado, pues, si hubieran escuchado cómo el ministro de Sanidad menospreciaba las pocas medidas realmente eficaces contra el virus o politiqueaba con la comunidad de Madrid a cuenta de la pandemia, su imagen no debería haber mejorado, sino empeorado.
Siendo el caso de Illa el que mejor prueba que el principio de Peter mejora cuando se aplica al Gobierno, está por otro lado el ejemplo de Carolina Darias, un caso flagrante de incompetencia silente que, de cumplirse el principio, habría sido simplemente mantenida en el ministerio de su digna dirección. Pero como en el actual Gobierno la torpeza no detiene el ascenso sino que, al contrario, lo dispara, ha sido ascendida. El caso tiene especial delito si se tiene en cuenta que el único mérito que puede alegar Darias para hacerse cargo de la cartera de Sanidad es el de haberse infectado en la manifestación del 8 de marzo, a la que acudió desoyendo los consejos de lo que el mismo Gobierno llama “autoridades sanitarias internacionales”.
Por si no bastara esa prueba de lo que podríamos llamar principio de Peter mejorado, ahí tenemos el caso de Miquel Iceta, cabeza visible de la debacle del PSOE en Cataluña, pertinaz perdedor de elecciones, ascendido a ministro de Administraciones Públicas para darle ocasión de contribuir aún más, si cabe, al resquebrajamiento de la cohesión nacional.
Es una lástima que esta mejora que el principio de Peter experimenta cuando es aplicado al Gobierno no pueda tener su definitiva demostración en Pedro Sánchez, que gracias a Dios no puede ser ascendido a nada porque ya ocupa el máximo cargo al que pueda aspirar cualquier político, el de presidente del Gobierno. Claro que eso será mientras seamos una Monarquía constitucional. Si Iglesias se sale con la suya y España se convierte en una república, el principio de Peter mejorado garantiza sin posibilidad de error que Sánchez será su primer presidente. Y que corra el escalafón.