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Emilio Campmany

Roures

Roures es hijo putativo de la transición de Zapatero. El solemne, entre pasmado y alucinado, fue un virus mucho más letal de lo que pareció.

Roures es hijo putativo de la transición de Zapatero. El solemne, entre pasmado y alucinado, fue un virus mucho más letal de lo que pareció.
EFE

Cuentan las noticias que Joaquim Forn podrá salir de la cárcel gracias a que Jaume Roures, dueño de Mediapro, le ha dado trabajo, que es uno de los requisitos para acceder al beneficio penitenciario. Estas cosas no las hacen los empresarios, las hacen los que, fingiéndose empresarios, se enriquecen gracias a los favores del poder. Unos favores que luego, por supuesto, hay que devolver. Y naturalmente Roures paga los que recibe con muy diversos servicios. Lo de Forn no pasa de ser uno más.

Jaume Roures es hijo putativo de la transición de Zapatero. El solemne, entre pasmado y alucinado, fue un virus mucho más letal de lo que al principio pareció. Creímos que no podía haber nada peor que la asociación de Felipe González con Polanco y Cebrián. Hasta que llegaron Zapatero y Roures. El regalo de La Sexta se interpretó como la jugada del PSOE de ZP para no tener que depender de Prisa. Quia. Es mucho más. Nos engañó el que Roures tuviera un pasado trotskista, cuando lo esencial en su extremista biografía es el ser independentista, de izquierdas, si quieren añadir, por no ocultar ninguno de sus muchos méritos.

En su persona confluye pues la alianza que el PSOE de González ya atisbó como necesaria, Zapatero asumió como propia y Sánchez heredó de buen grado. La victoria de Aznar en 1996 dio al traste con el proyecto de transformar al partido socialista en una especie de PRI español que ganara todas las elecciones. Los socialistas se dieron cuenta que necesitaban aliados. Y quién mejor que los nacionalistas, incluidos los más carcas, para dar con una situación en la que la derecha española, carente de base electoral en el País Vasco y sobre todo en Cataluña y tachada de criminal en el resto, no pudiera ganar nunca. Visto así se entiende mucho mejor el empeño del PSOE en sacar adelante un estatuto de Cataluña inconstitucional. Las elecciones de 2008, cuando lo peor de cada casa salió a votar a Zapatero, demostraron que la idea no era mala. De no ser por la crisis económica, Rajoy jamás habría ganado en 2011.

Roures es el pseudo empresario de la comunicación que se ocupa de alimentar la hormigonera informativa para que toda traición resulte justificada y todo delito quede impune, mientras se enriquece con el fútbol de pago. Un cuerno de la abundancia éste que nadie, de los muchos que con más dinero y experiencia podrían gestionarlo mejor, se atreve a arrebatarle. Ni siquiera cuando gobernó el PP. Y eso es lo que no se entiende. Por qué Rajoy toleró que quedara incólume todo lo que sostuvo al régimen de ZP, incluido el propio Roures, además de la humillante negociación con la ETA. Como tampoco se entiende que, después de haber comprado el Grupo Planeta La Sexta, la cadena siga cumpliendo de forma impecable la deletérea misión para la que Zapatero se la regaló a Roures. Quien lo sepa, que lo cuente.

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