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El estereotipo de un candidato romo tirando a tarugo, con poca experiencia en política internacional, ha seguido a Bush y, en uno de esos curiosos efectos boomerang de la política, le ha sido beneficioso para alcanzar la Casa Blanca. Ha contado, es cierto, con la inestimable ayuda del tirano Castro y de la torpe Janet Reno.

Esa visión del hombre cualquiera, del tejano populista, con los botones a lo Fox, se ha complementado con la idea de un buen equipo heredado directamente del jefe de la saga: los Bush no serán tan literarios como los Kennedy pero han alcanzado los sueños frustrados de estos.

Una de las claves para la victoria de George W. Bush ha sido, sin duda, un buen programa, en el que hay cuestiones positivas que recuperan el sentido de revolución conservadora o neoliberal de la era Reagan. Una muy clara es la propuesta de cheque escolar para ampliar la libertad de enseñanza y mejorar la calidad educativa, que se plantea como cuestión de choque. Es un misterio de las ideas cómo mientras se liberalizan todos los sectores, incluso con el consenso de casi toda la izquierda, la enseñanza no ha hecho otra cosa que nacionalizarse y deteriorarse. Influye en ello la existencia de lobbyes funcionariales.

Otra de las propuestas es la recuperación del escudo protector nuclear o guerra de las galaxias, que es una apuesta por el sentido común, la paz y la seguridad. Los europeos deberíamos presionar para que se extendiera al conjunto de la Alianza Atlántica, participando solidariamente.

Y otra es la bajada de impuestos como respuesta a la desaceleración del crecimiento económico y el riesgo de recesión. Es el beneficioso principio de que los ciudadanos saben mejor cómo y en qué gastar su dinero que el Gobierno o los burócratas de Washington. Es ya un hecho demostrado que hacer descender la presión fiscal genera riqueza y empleo.

Un corolario nacional de la cuestión es que José María Aznar hizo la última campaña con expresas promesas de seguir esa vía, pero hasta el momento no ha producido ninguna medida en este sentido. Habrán sido los viajes. Pero quizás más que un estadista preocupado porque perdamos las oportunidades de modernización de la próxima década nos gustaría recuperar a un gestor que nos devolviera nuestros dineros para preocuparnos como adultos por aprovechar nosotros esas oportunidades.

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