Menú
Enrique de Diego

De Anasagasti a Llamazares

En su cándida ingenuidad, uno espera más nivel parlamentario en un debate sin duda histórico. Ha de conformarse con el fondo, porque las formas se mueven en una enervante mediocridad. Era un debate sobre el sentido ético de la democracia y ha quedado en una explicación de posturas, con argumentos ya desmenuzados en los medios de comunicación los días anteriores. Aunque es el Parlamento quien insta al Gobierno, hubiera podido ser conveniente la intervención de Aznar por la enjundia de la materia.

De todas formas, el Pleno ha servido para ver a un Anasagasti más nervioso que nunca, dedicado a la difícil tarea de exculpar al nacionalismo como ideología de toda relación con la violencia, algo que son Batasuna y Eta quienes desmienten de una manera trágica. Al concurso del PNV, como si se tratara de evitar dejarlo aislado, concurrieron Convergencia, cuyas razones oscilan entre lo leguleyo y la estricta solidaridad nacionalista, Esquerra Republicana de Cataluña y el Bloque Nacionalista Galego. Por el contrario, Coalición Canaria, con José Carlos Mauricio salvando la dignidad parlamentaria en cuanto a retórica, y el Partido Andalucista, votaron a favor, reivindicando su nacionalismo.

El nerviosismo de Anasagasti fue parejo al de Llamazares. Ambos se remontaron a la historia, a la guerra civil y al franquismo, en una cuestión en la que el juez Garzón les ha dejado sin argumentos, porque la escapatoria era llamarse a andana con la salida de la vía penal, pero acelerada ésta el nacionalismo llamado democrático –y el comunismo antifranquista– parece haberse quedado más sin discurso que el resto, porque lo obvio es que es esta vía la que ha tomado el protagonismo, acortando plazos y yendo por la senda más directa.

En España

    0
    comentarios