Menú

Antes era fanatismo, ahora lo llaman –en esta nueva beatería que nos rodea, atavíos semánticos de la estupidez– desesperación. Los terroristas no son, al parecer, asesinos desalmados que intentan conseguir objetivos políticos mediante el asesinato en masa, sino desesperados que manifiestan de esa forma sus hondas represiones. Artistas del crimen. Parias anticapitalismo. Occidente es un gran complejo de culpa. Cuando se deporta a los terroristas, conviene tratarles a cuerpo de rey en Soria, con cargo a los impuestos de los españoles.

Matar judíos o israelíes, para algunos medios españoles, es menos que matar hombres de cualquier otra nacionalidad. Una subespecie. Torquemada y el nazismo han dejado, en ese sentido, rancias miasmas que incluso intentan presentarse como progresistas. Los israelíes resisten a esa barbarie y pagan un alto precio en vidas e incomprensiones.

Los terroristas –¿por qué en el caso palestino se hurta tal denominación obvia?– forman parte de organizaciones, son financiados por las corruptas petromonarquías, donde las Safiyas de turno tienen prohibido hasta conducir coches, son alentados desde las mezquitas, donde se predica el odio a Occidente, a Israel, y donde se ofrece una versión islámica muy parecida a una secta autodestructiva.

Arafat no persigue a sus terroristas. ¿Habremos de seguirles llamando “milicianos”? La Unión Europea no puso condiciones a sus dispendios. ¿Cuando Aznar dice que deben caer “las máscaras de la hipocresía” de la política europea se ha mirado al espejo? ¿Le ha mirado, acaso, a Piqué a los ojos? Tres terroristas palestinos gozan, con mis impuestos, de un exilio dorado en la recia extremadura soriana. ¿Dónde está la casilla en la declaración de la renta para darme de baja?

En Opinión