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Enrique de Diego

Éxitos, hipocresías, errores y horrores

La operación policial de la Ertzaintza muestra hasta qué punto es clave para la erradicación de Eta, puesto que tiene transferidas competencias esenciales de orden público. En la medida en que la banda terrorista ha puesto en el punto de mira a los policías autónomos, la activación de la Ertzaintza es cuestión de supervivencia. Eso es lo que ha promovido con sus denuncias el sindicato Erne, a pesar de los intentos de descalificación por parte del PNV. Muestra, además, que la policía autónoma ha estado embridada por Balza y por órdenes superiores de clara ilegalidad. El éxito presente pone en evidencia la hipocresía pasada.

Las detenciones en Guipúzcoa, donde a día de hoy está enquistado el conflicto, muy mitigado en Vizcaya y casi desaparecido de Álava (los batasunos tienen un exiguo 6 por 100 de los votos), se producen en fecha inmediatamente posterior al brutal atentado de San Sebastián, en el que ha muerto una abuela y un niño de dieciséis meses ha sido mutilado de manera salvaje e irreversible. Resultan delirantes las argumentaciones de Batasuna para intentar diluir su propia responsabilidad. No se las cree nadie. En las últimas décadas, cualquier artefacto explosivo en el País Vasco ha llevado la marca de la serpiente. Y éste, tanto como cualquier otro o más, abandonado el coche-trampa en pleno día grande de kale borroka donostiarra, quizás contra la Policía autónoma, como dice el dueño del bar donde se encontraron los mortíferos juguetes.

El asesinato de niños no es nuevo en el nauseabundo historial de los psicópatas de Eta. Varios niños murieron en el atentado contra el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Durante un tiempo, Eta se obsesionó con conseguir ataúdes blancos. Tampoco son nuevos los “errores” dentro del cúmulo de horrores. El más cercano, el asesinato de dos electricistas de la empresa Electra el 22 de febrero de este año. Cada asesinato es un error y un horror de Eta. En éste, ambas cuestiones se han elevado exponencialmente, poniendo de manifiesto la inhumanidad que caracteriza a todas las acciones de Eta (y Batasuna, monta tanto, tanto monta): una familia humilde quiso disfrutar de unos juguetes olvidados porque nunca pudieron pensar que hubiera un desquiciado capaz de cambiar el motor por pólvora prensada.

Se añade además la grosera mentira de quienes, desde que tienen uso de sinrazón, se dedican a hacer juguetes-bomba. Ese niño y su abuela son dos víctimas más de Eta, y como tales han de tener su indemnización.

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