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Batasuna es más que un partido político, es una parte de la banda terrorista ETA, mucho más que la punta del iceberg. Es el entramado de matones que mantiene la dictadura del miedo en amplias zonas rurales y urbanas del País Vasco. Es la que organiza y practica la kale borroka, el terrorismo directo contra los constitucionalistas. Es el comando de información de la banda que sigue a los objetivos. Previamente les marca. Tiene funciones importantes de propaganda, reclutamiento de nuevos pistoleros y recaudación de fondos.

Batasuna tiene como uno de sus objetivos el crimen de sus adversarios políticos. No sólo su ideología propugna el exterminio de todos aquellos que no piensen como ellos –incluidos sus aliados peneuvistas, para una segunda etapa–, además colabora de manera práctica en ello. Ilegalizar Batasuna no sería otra cosa que reconocer, de una vez, la realidad. Admite mucha menos discusión que la ilegalización de los nazis en Alemania.
Hasta ahora el argumento utilizado en contra de adoptar medidas de sentido común ha sido que Batasuna estaba apoyada por un número destacado de gente en las urnas. ¿Cuántos de esos votos no lo son por miedo? Por el hecho de que en las “zonas liberadas” no se puede hacer ni campaña electoral, ni se pueden presentar listas electorales constitucionalistas.
No todo se puede defender en una democracia. No el totalitarismo, no el exterminio, no el asesinato.

Todo lo que sea acosar a Batasuna es acosar a ETA. Es evitar crímenes. No se puede seguir en las ficciones. Si se está de acuerdo en la evidencia de que Batasuna es lo mismo que ETA hay que extraer las conclusiones de la lógica y el instinto de supervivencia.


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