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Enrique de Diego

Palabras tótem y deslealtad socialista

La idea de que Ernest Lluch ha sido asesinado porque era un puente entre el PSOE y el PNV es una mera proyección. El etarra que ha sido detenido en Pamplona pretendía matar a un exconcejal de UPN, que seguramente no era puente alguno en esa dirección. Desde que terminó la tregua la serie de asesinatos de Eta tienen la lógica genocida del totalitarismo: la destrucción de todos los puentes.

En buena medida, hay una especie de batalla previa a la policial incluso que pasa por las palabras, y junto a las del terror, con las que se intenta desactivar nuestra capacidad de reacción -pueblo vasco, construcción nacional, Euzkal Herria-, están las palabras tótem que se dirigen a las buenas intenciones de las personas, a su deseo de encontrar una solución fácil. Entre las palabras tótem la que ejerce un mayor sortilegio es la de “diálogo”, la idea de que con una conversación puede resolverse la decisión de unos pocos de matar al resto o la surgida del síndrome de Estocolmo, que la violencia produce, de que mediante la cesión y la “negociación” -su sinónimo- puede obtenerse el perdón de los asesinos a las futuras víctimas, cuando ese es el camino para incrementarlas exponencialmente.

La opción por esa confusión semántica y moral por la que optó el socialismo, de la mano del catalán, en la manifestación de Barcelona evidencia otra de las confusiones del momento: la especie de que el PSOE es “leal” a la política contraterrorista del Gobierno. El PSOE de Zapatero es, cuanto menos, ambiguo. Si el PNV osciló hacia Eta y el nacionalismo soberanista, el PSOE nacional –no el vasco, o no en su totalidad- lo ha hecho hacia la ambigüedad que era antes patrimonio peneuvista.

Después de décadas de cesión permanente, el conflicto vasco no tiene una solución fácil. Una de las soluciones es, desde luego, generar una alternativa constitucionalista que corte desde el gobierno vasco la financiación presupuestaria al entramado de Eta y descalifique la radicalización del PNV, pero para ello el PSOE debe salir de su indefinición actual, y el PP debe dejar su política de contemplaciones con la oposición para exigir esa clarificación necesaria. La historia ha demostrado hasta la saciedad que con el totalitarismo el “diálogo” es una forma de suicidio y una puerta a los campos de exterminio.

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