Lo que está en juego en el País Vasco no es el socialismo ni el proyecto popular. Nominalismos, al fin y al cabo. Lo que está en juego es la libertad. En las pasadas elecciones autonómicas el PP, y el constitucionalismo en general, cometieron un error estratégico importante: concurrir con dos listas separadas cuando el nacionalismo estaba concentrando su voto. Desde Libertad Digital se demostró con la extrapolación de los datos que una lista única hubiera dado la victoria al constitucionalismo. La conclusión es obvia: o lista única o concentrar el voto en una sola. Los electores han ido marcando esa tendencia apostando por el PP y por Jaime Mayor Oreja. El único dato en contra de esa obviedad era la claridad del mensaje de Nicolás Redondo. Al presentarse como un factor de alternativa, el socialismo vasco evitaba la previsible huida de sus votos hacia el PP y cualquier reclamación de voto útil. En eso, Mayor Oreja fue exquisito.
Al margen de retóricas, Nicolás Redondo personifica en tal grado ese proyecto político de coordinación de la alternativa constitucionalista, basado en principios morales de defensa de la libertad frente a un proyecto totalitario, que cualquier otra opción, tanto en los principios como en las personas, abriría paso necesariamente a esa concentración de voto para defender mejor la libertad. La “madrazización” —palabra que deriva de Madrazo, como satélite de Arzalluz— del PSE puede ser letal para sus intereses políticos. Para los generales del PSOE y del efectillo Zapatero.
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