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Enrique de Diego

Rato, responsable político absoluto

El patético dietario de Pilar Giménez-Reyna –mezcla de embutido con torpeza, literatura de Chicago con guindas beatas– no deja lugar a dudas: Gescartera no ha sido la estafa de un listillo sino un evidente tráfico de influencias, cuyo responsable político último es Rodrigo Rato. Que siga un día más en la vicepresidencia del Gobierno no hace otra cosa que deteriorar a Aznar y situarle en el papel de pardillo. González se enteraba por los medios, Aznar por los dietarios.

Enrique Giménez-Reyna aparece de manera sistemática, en conexión con su adorable hermana, como mamporrero de Gescartera, como estratega de la ocultación y como padrino de la estafa. A su lado, Luis Ramallo –martillo de herejes devenido en hereje de la peor especie– y la inefable Pilar Valiente. Giménez-Reyna es un hombre de Cristóbal Montoro, pero lo es mucho más de Rodrigo Rato, puesto que lo nombró director general de Tributos; y por entonces ya actuaba en el papel de capo. Pilar Valiente, cherchez la femme, la mujer de Gescartera en el Consejo de Administración de la CNMV, ha sido nombrada por el vicepresidente, quien a su vez firmó el ascenso a agencia de valores del chiringuito. Rato no se salva por ningún frente.

Da grima ver a un secretario de Estado de Hacienda recomendar que se oculte información, porque “no sois la Agencia Tributaria”. La da aún más ver a un vicepresidente del ejecutivo intentando emponzoñarlo todo, practicando técnicas de desinformación con sus apoyos mediáticos. La corrupción tiene siempre el riesgo de hacerse expansiva. Y no es lo menos malo del asunto que algunos estén intentando mejorar posiciones en el mercado reproduciendo los esquemas mediáticos del felipismo merced a un vicepresidente que necesita cotidianos salvavidas, transfusiones de decencia y suero de adulación para seguir en la poltrona. ¡Polifemo mira hacia otro lado! Rato, así de sencillo, ha empezado a hacer daño a la democracia y las instituciones. Lo de Pilar Valiente empieza a ser la crónica de una muerte anunciada.

Me atrevo a aventurar una historia sencilla de amiguismo, en la que se ha utilizado en vano el nombre de Aznar, y donde el capo ocuparía la posición de amigo del inquilino de La Moncloa. Enrique Giménez-Reyna llegó al partido y al Gobierno recomendado por Aznar. Con eso de los amigos, tan propio de los caudillajes y la información controlada, todos esperarían sacar tajada de la vista gorda. Para Pilar Valiente, una presidencia de la CNMV. Y para los Giménez-Reyna... a estas alturas, lo de los mil quinientos millones ha empezado a ser una certeza de una presunta mordida. En el caso de Rato, una sucesión.

¿Caiga quien caiga, Aznar? Ahí quiere ver la opinión pública al presidente del Gobierno antes de que parezca, por omisión, el jefe de la banda.

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