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El Partido Socialista celebra este viernes un Comité Ejecutivo que se prevé movido y tenso. Una de las posibilidades es que se denuncie o proclame la ruptura del Pacto por la Justicia con la excusa de los últimos nombramientos por el Consejo General del Poder Judicial. De producirse tal escenario, sería la marcha atrás de Zapatero en el cambio tranquilo y lo más central de su discurso de oposición constructiva.

No le falta razón al ministro Acebes cuando sitúa el caso de Margarita Robles en el campo de las excusas. Pero más allá, esa posibilidad se debe mucho más que a cuestiones objetivas externas –el Consejo sí está politizado, aunque no es el PSOE quién para denunciarlo– a las crecientes divisiones internas, que han empezado a afectar directamente a Zapatero, tras su error monumental de no respaldar sin fisuras a Nicolás Redondo, que era su dique.

El personaje de Zapatero empieza a recordar, mutans mutandis, al de Arafat. No controla la situación. Casi todos sus últimos pasos son una deslegitimación de sí mismo y de las propuestas que le dieron en su momento el poder. Da la impresión de intentar simplemente sobrevivir como si estuviera sentenciado por grupos de presión extraños al partido. ¿Está Zapatero en condiciones de abrir un frente de crispación con el PP? Al borde del abismo parece dispuesto a dar un decidido paso al frente.

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