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URUGUAY

La democracia y el discurso político

En los tiempos que corren, la democracia como sistema de gobierno goza de gran prestigio. Existe amplio consenso en que es una virtud intrínseca a ella el hecho de que sean los propios ciudadanos los que elijan a sus representantes y mandatarios.

En los tiempos que corren, la democracia como sistema de gobierno goza de gran prestigio. Existe amplio consenso en que es una virtud intrínseca a ella el hecho de que sean los propios ciudadanos los que elijan a sus representantes y mandatarios.
El régimen democrático se caracteriza por la celebración de elecciones periódicas, libres y limpias, en las que compiten diferentes partidos y candidatos en igualdad de condiciones. Por otro lado, es necesario que exista una prensa independiente de todo poder, para que los diversos discursos y propuestas puedan llegar a todos los ciudadanos.
 
El buen nombre que ostenta la democracia es tal, que suena a herejía cuestionarla. Aprovechando eso, proliferan en Latinoamérica los regímenes autoritarios que se camuflan de democráticos para aparentar legitimidad ante la opinión pública y evitar la censura. Sea como fuere, uno de los rasgos de las democracias, aun de las auténticas, nos preocupa. Nos referimos a la distancia que media entre los discursos de los políticos cuando buscan votos y sus posteriores acciones de gobierno.
 
Es común escuchar a los candidatos confesar en privado que si dijeran lo que realmente piensan perderían las elecciones. Que es necesario decir a la gente lo que la gente quiere escuchar. Entonces, la conclusión lógica es que los procesos electorales se asientan en un juego de farsas. Y que los electores terminan eligiendo a alguien que no pretende hacer lo que dice en sus discursos.
 
No parece tener mucho sentido un sistema de elegir a nuestros gobernantes cuya dinámica es esa. Veamos algunos ejemplos de mi país, Uruguay:
– El ex presidente Jorge Batlle (2000-2005) ganó las elecciones en ancas de un discurso liberal; una vez en el poder, en medio de la tremenda crisis que en 2002 asoló el país, hundió con sus medidas a las empresas privadas para salvaguardar a la hipertrófica plantilla estatal.
 
– El ex presidente izquierdista Tabaré Vázquez (2005-2010) prometió durante su campaña electoral que, de triunfar, el cambio sacudiría "las raíces de los árboles"; en la práctica, resultó ser un gobierno socialdemócrata que en nada se diferenciaba de los de los partidos tradicionales.
 
– El actual mandatario, José Mujica, un ex guerrillero tupamaro, tiene asombrados a propios y extraños. En un almuerzo con empresarios nacionales y extranjeros organizado en un lujoso hotel de Punta del Este dijo: "La riqueza es hija del trabajo, y el trabajo necesita inversión. Les estamos pidiendo que apuesten al Uruguay y jueguen con el Uruguay, y no lo decimos desinteresadamente. Lo decimos profundamente interesados, porque no somos Mandrake, no podemos generar riqueza con decisiones legislativas". Y añadió: "Ser inversor no es tener plata, es tener capacidad y coraje de riesgo. (...) ¡Juégala acá! ¡Que no te la van a expropiar, ni te van a doblar los impuestos!".
Estos ejemplos demuestran que estamos a ciegas cuando elegimos a nuestros gobernantes. En realidad, nunca sabemos bien sobre qué estamos votando. Eso nos revela una falla grave en el diseño y manejo de los mecanismos electorales.


© AIPE

HANA FISCHER, analista política uruguaya.
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