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COLOMBIA

Nada que agradecer a los terroristas

Finalmente, las FARC entregaron a Clara Rojas y a Consuelo González, sólo dos de las 774 personas que continúan en su poder, según datos de la fundación País Libre. Algunos creen que eso debería ser motivo de agradecimiento. Son los mismos que en otras ocasiones han agradecido a la organización terrorista que entregara pruebas de que algunos de sus secuestrados seguían con vida, o los cadávares de los once diputados que asesinó en junio del año pasado. Pues bien: no hay nada que agradecer a los terroristas por el hecho de que hayan liberado a dos personas nunca debieron perder la libertad.

Finalmente, las FARC entregaron a Clara Rojas y a Consuelo González, sólo dos de las 774 personas que continúan en su poder, según datos de la fundación País Libre. Algunos creen que eso debería ser motivo de agradecimiento. Son los mismos que en otras ocasiones han agradecido a la organización terrorista que entregara pruebas de que algunos de sus secuestrados seguían con vida, o los cadávares de los once diputados que asesinó en junio del año pasado. Pues bien: no hay nada que agradecer a los terroristas por el hecho de que hayan liberado a dos personas nunca debieron perder la libertad.
Con la liberación de Clara Rojas y Consuelo González han quedado claras varias cosas: a) que no se requiere de una gran parafernalia para recoger a los rehenes; b) que tampoco es necesario despejar una zona de 700 kilómetros cuadrados, como exigen las FARC, para liberar a los cautivos; c) que para ello, como ha comentado John Carlin en El País, bastaría un simple pedido de Chávez.
 
A algunos amiguetes de esta guerrilla marxista y de su conspicuo aliado, el Gobierno de Venezuela, les parecía muy meritorio y un gran avance –en su momento– que aquélla hubiera aceptado acercamientos con Chávez y la opositora colombiana Piedad Córdoba, habida cuenta, añadían, de que el comisionado para la paz del Gobierno de Uribe no había logrado uno solo en más de cinco años, y negaban de plano que la interlocución Caracas-FARC fuera del tipo "yo con yo", o un diálogo entre partes que tienen una gran afinidad política. Sin embargo, la camaradería entre el ministro del Interior de Venezuela, Ramón Rodríguez Chacín, y los guerrilleros que entregaron a las secuestradas representa una bofetada a las relaciones entre Venezuela y Colombia, que alcanzaron el más alto grado de grosería, torpeza e imprudencia cuando Rodríguez dijo a los guerrilleros: "Estamos muy pendientes de su lucha, mantengan ese esfuerzo y cuenten con nosotros".
 
Ése no fue sino el abrebocas al insólito chantaje que Hugo Chávez pretende imponer al Gobierno legítimo de Colombia: no sólo desnuda su complicidad con las FARC y el ELN, reconociéndolos como fuerzas beligerantes no terroristas y pidiendo al mundo que no las catalogue como organizaciones terroristas, sino que exige al presidente Uribe que les levante ese estatus para normalizar las relaciones entre sus países. Chávez desconoce olímpicamente que es por sus actos que han sido catalogadas como tales, y no por injerencia de EEUU. Y que así las consideramos los colombianos, que pocas veces nos hemos unido tanto como para odiar con todas nuestras fuerzas a estas bestias.
 
Hugo Chávez.Lo único que lograrán Rodríguez Chacín y Chávez con sus declaraciones desfachatadas es que el Gobierno de Colombia les cierre la puerta para "colaborar" en otras liberaciones, pues el pueblo colombiano no admitiría la intromisión en nuestros asuntos de un enemigo público que pretende auxiliar a otro. Es lamentable decirlo, pero la vida de 43 personas no puede estar por encima de la de los 43 millones de habitantes del país, ni se puede permitir que se imponga a los colombianos el socialismo del siglo XXI a cambio de la liberación de los secuestrados. No aceptaremos jamás ese tipo de intimidaciones. Pierden el tiempo quienes insisten en la mediación de Chávez; también Consuelo González, que, como buena política, salió de la selva para hacer proselitismo chavista. Esa intromisión ya es inaceptable.
 
Por otra parte, habría que atribuir al llamado Síndrome de Estocolmo la extraña despedida que tuvieron Clara y Consuelo con los guerrilleros que las entregaron: besos en las mejillas, apretones de manos y expresiones de buenos deseos. Iban y venían frases como "que les vaya bien", "gracias por todo", "cuídense mucho"… Una forma muy extraña de despedirse de personas que les han robado seis años de sus vidas y sometido a numerosos vejámenes. ¡Qué más que quitarles la libertad! ¿O será que todo eso es mentira, que todo es un novelón macondiano?
 
Supuestamente, la guerrilla había dado prioridad a la devolución de Clara y Consuelo porque estaban muy enfermas física y psicológicamente. Sin embargo, lo que se vio fue todo lo contrario; semblantes muy distintos a la apariencia de mendigos moribundos que tenían el policía John Frank Pinchao y el ahora canciller Fernando Araujo cuando escaparon de su cautiverio. Las señoras aparecieron con buen semblante, excelente estado físico, gran claridad mental y sin asomo de padecer depresión. A quienes se pierden apenas un par de días en la selva los rescatan en shock, pero ellas parecían de vuelta de un picnic. ¿Será que la procesión iba por dentro, o esto era parte del decorado del espectáculo? Porque espectáculo hubo, por supuesto. Apareció la tropa de las FARC con uniformes nuevos. Se vio el cabello cepillado de las secuestradas, que lo primero que hicieron en el helicóptero fue grabar mensajes de agradecimiento a Chávez.
 
En fin, nadie se llame a engaño: esto no se hizo con sentido humanitario, ni hay razón alguna para agradecer nada a los terroristas y a su compadre, el inefable Hugo. Todo esto forma parte de un plan sórdido y muy bien urdido que no dejará más que lamentos.
 
 
© AIPE
 
SAÚL HERNÁNDEZ BOLÍVAR, periodista colombiano.
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