
La vez anterior en que la audaz idiosincrasia de Sharón lo llevó a establecer un partido a su medida fue hace tres décadas, cuando, al fracasar sus negociaciones con el laborismo, y otros, creó Shlomtzion con vistas a las elecciones (17-5-77). La presente criatura de Sharón se denomina Kadima, "hacia adelante" en hebreo. Con la táctica que le otorgó hace tres décadas su primer cargo ministerial procura esta vez asegurarse su tercer mandato como primer ministro.
Las metas del nuevo partido son dos: Ariel Sharón. La sequedad de esta definición está doblemente justificada. En primer lugar, porque puede leerse en su plataforma que propone enfatizar "lo social, la paz y la seguridad, el desarrollo económico y las relaciones internacionales". Después de todo, nadie osaría disentir con una agrupación que patrocinara la felicidad. Además, la plataforma es tan vaga como fútil, ya que los electores de Sharon han aprendido que no tiene reparos en contradecir con los hechos tanto la opinión del partido como las propuestas que él mismo vertiera ante ellos. Éstos ya saben de antemano que eligen a la persona y sus vaivenes, no sus propuestas.
Un nombre más representativo para el partido habría sido Ajarai, "después de mí", que en este país se acepta como el lema del comandante israelí en la batalla. Pero lo que en el plano militar constituye una virtud, en política resulta un exceso de personalismo, acaso uno de los dos retrocesos que actualmente visitan a la democracia israelí.
La primera involución es que, en efecto, por primera vez un partido que propone figuras en vez de ideas determinadas se perfila como el mayor. El Gobierno israelí estuvo hasta ahora, básicamente, tres décadas (las primeras) en manos del laborismo y tres en manos del Likud, y los esfuerzos de partidos sectoriales, monotemáticos o personalistas nunca llevaron a éstos al poder. Sharón apuesta a que también en este aspecto su Kadima inscribirá la novedad en las próximas elecciones (28-3-06). La otra regresión es que el vacuo mensaje socialista se apodera una vez más del laborismo israelí, con la victoria de Amir Peretz por sobre el octogenario y pragmático Simón Peres (8-11-05).
También el encumbramiento de Peretz se asemeja a una metástasis de viejos síndromes. Cuando acaudilló la unión general de sindicatos (Histadrut), Peretz la lanzó a salvajes huelgas que paralizaron el país varias veces, so pretexto de reivindicaciones gremialistas menores o de declaraciones supuestamente impropias de un ministro.
El premier contra el que Peretz descargó su agitación sindical durante ese bienio (1996-1997) fue Benjamín Netanyahu, quien no obstante logró un notable fortalecimiento económico (Israel se encuentra hoy entre los primeros treinta países en cuanto a libertad económica, y es el octavo exportador mundial per cápita; el primero en una categoría como fertilizantes). Amir Peretz y su discurso populista han retornado con la riesgosa aspiración de gobernar el país.
No hay torta
El populismo declamatorio ha suplantado al socialismo real, después de que éste colapsara. Ludwig von Mises llamó al siglo pasado "la era del socialismo", y presagió que así sería recordado por las generaciones. No llegó a ver el desplome ideológico de su adversario, que ha devenido en que los expositores de la doctrina ya no defienden la propiedad social de los medios de producción porque reconocen que ello es una receta para la pobreza. Han aprendido asimismo que el motor productivo de una economía es, precisamente, la propiedad privada.
Los nostálgicos y los ciegos siguen irresponsablemente reclamando igualar ingresos, cuando la verdad ineludible es que la única igualación imponible es hacia abajo.
Pero las fáciles fórmulas socializantes suenan usualmente convincentes: "La torta está mal distribuida, repartámosla bien". Se requiere una segunda mirada, más sagaz y sincera, para reparar en que no hay torta, y que nadie puede repartir genuinamente lo que no crea. Uno de los fracasos didácticos de los liberales es, justamente, que no hemos logrado instalar el diáfano mensaje de que el Estado no tiene ninguna torta que distribuir, porque las riquezas de una sociedad no son estáticas, sino que se generan dinámicamente en la medida en que el sistema las estimule.
En Israel los tamborcillos socializantes comienzan a batirse nuevamente, y el liderazgo de Peretz recoge dos banderas que probaron su estrepitoso fracaso: la del apaciguamiento frente a las dictaduras como método hacia la paz y la del sindicalismo izquierdista, que sólo genera burocracia y corrupción. Lamentablemente, el barullo no se circunscribe a la oposición laborista: como sostuvo Netanyahu, "el populismo penetra en las filas del Likud". Los dos competidores más notables para arrebatarle el liderazgo del Likud son el ministro de Defensa, Saúl Mofaz, que ha declarado que basará su campaña en desafiar la política económica liberal; y el de Exteriores, Silván Shalom, que ahora se jacta de haberse opuesto siempre a ella.
En cuanto al pacifismo, como yace desenmascarado y vencido, Peretz lo disimulará en su campaña electoral. No es para menos. Las dos elecciones en que se impuso el Likud presidido por Sharón fueron contra pacifistas. Uno, Ehud Barak, cuya política de apaciguamiento no pudo enfrentar una Intifada terrorista de más de cuatro años (estalló el 27-9-00), fracasó luego en su intento de llegar a un acuerdo con Arafat en la cumbre de Taba (21-1-01). El otro fue Amram Mitzna (28-1-03).
La gran ventaja con la que hoy cuenta Sharón es que los tres principales diarios de Israel y dos canales centrales de televisión son furibundos en su oposición a Netanyahu. Actualmente, las encuestas no son favorables a éste debido a la euforia por el inicio exitoso de la sharonada.
Pero la animadversión de los medios y las tendencias de opinión poco favorables existían también en el pasado, y sin embargo Netanyahu logró entonces la victoria frente a Simón Peres (29-5-96). Podría estar encaminándose a repetir la proeza una década después.
Gustavo D. Perednik es autor, entre otras obras, de La Judeofobia (Flor del Viento), España descarrilada (Inédita Ediciones) y Grandes pensadores judíos (Universidad ORT de Uruguay).