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Federico Jiménez Losantos

El alarmismo climático (6): Sobre Lomborg, Gerondeau y Sven Teske, el Lysenko del alarmismo climático

Estamos ante la decisión económica más suicida de la historia por parte de los dirigentes occidentales, basada en la ocultación de datos científicos.

Estamos ante la decisión económica más suicida de la historia por parte de los dirigentes occidentales, basada en la ocultación de datos científicos.
Canalización de gas en Mallnow, Alemania | EFE

Libertad Digital ha recuperado, y es imperativo verlos, algunos de los programas que, antes del covid, dedicamos a la crisis energética y al mito del cambio climático supuestamente producido por el CO2, hijo del desarrollo industrial. En teoría, estas dos experiencias, la de la pandemia y la ruina que produjo su nefasta gestión por la casta política (Ayuso fue la excepción) y la crisis de abastecimiento energético agravada, no producida, por la invasión de Ucrania, debería haber frenado el discurso a lo Greta Zombi o su fan Teresa Ribera, nuestra ministra de Transición Energética.

En realidad, se ha producido el efecto contrario: mientras cada país de la UE hace la guerra del abastecimiento por su cuenta, el alarmismo climático sigue marcando la actividad política y legislativa en los países occidentales. Sólo en ellos, porque el ecologismo anticapitalista es un virus incubado en las universidades anglosajonas de élite y asumido, como es lógico, por toda la izquierda y, como era de temer, por parte de la derecha, que confunde la defensa del medio ambiente con el apocalipsis climático.

La necesidad de información y de crítica

Los pocos grupos mediáticos liberales -en español, LD, y gracias- que estamos en contra del mayor ataque a la Propiedad y a la Libertad que se ha producido desde la Caída del Muro debemos proporcionar a una opinión pública desconcertada y desinformada por la inmensa mayoría de los medios, que a su vez acallan a los políticos que no tragan su discurso, las referencias científicas, políticas, económicas e ideológicas de algo que viven, a la vez, contrariados e indefensos. Hay que dar voz a los libros y autores que nunca la tendrían, porque se alzan ante el himalaya de mentiras y el decrecimiento económico, vulgo ruina, que se nos viene encima. Eso no significa aceptar todo lo que dicen, porque no todos dicen lo mismo, pero, sin ocultar la discrepancia, convertirlos en referencia casi obligada.

Ya he citado antes a Lomborg, que, desde El ecologista escéptico a Falsa alarma, ha sido y es un activista insomne contra los calientólogos. Pero quiero recordar dos frases del último libro, absolutamente esenciales:

"Para retrasar el calentamiento global tan sólo dos semanas a final de siglo, la UE está proponiendo que todos sus ciudadanos paguen más que el coste total de la crisis de la covid más todo el paquete monetario de su recuperación."

"Aunque todo el mundo rico redujera hoy a cero todas sus emisiones de CO2 y no volviera a verter una tonelada más -una opción absolutamente devastadora que cada año resultaría vente veces peor que los cierres mundiales impuestos por el covid en 2020- sólo serviría para rebajar el calentamiento global a fin de siglo en menos de 0´4 º C."

Es decir, que estamos ante la decisión económica más suicida de la historia por parte de los dirigentes occidentales, basada en la ocultación de datos científicos que destrozan toda la propaganda del alarmismo climático.

Ahora, dos discrepancias. La primera es que no es verdad, como dice Lomborg, que "el cambio climático existe y lo hemos provocado nosotros". Ese cambio ha existido y existe al margen de la actividad humana en todas las épocas. El hombre tiene poca influencia en él y, como Lomborg prueba, ninguna capacidad de cambiarlo. Sí puede mejorar su entorno; no el clima.

La segunda discrepancia es sobre las cinco soluciones que propone ante el fenómeno: "un impuesto moderado y gradual sobre el carbono, innovación verde, adaptación, geoingeniería y prosperidad". Si la acción del carbono, esencial para la vida, escapa a la capacidad de los países ricos, ¿por qué multar a sus ciudadanos, moderada o gradualmente? ¿No son estas dos excusas adverbiales, sin concreción alguna, formas de postrarse ante la superstición del alarmismo climático? Lo mismo que hablar de "innovación verde". ¿Ha de tener color la innovación técnica en materia de energía? La geoingeniería ya existe, y prosperaría más si las empresas invirtieran en ella lo que derrochan en publicidad para "salvar el Planeta". ¿"Prosperidad"? No añada más impuestos verdes a los que ya padecemos.

Me quedo con lo esencial: la adaptación. Es lo que ha permitido que el hombre sobreviva a cambios climáticos infinitamente mayores que el de hoy; y lo que, mediante el clásico cálculo coste-beneficio puede evitar que la maquinaria burocrático-política proteccionista destruya la naturaleza real en favor de la mítica del ecologismo político. Adaptarse al cambio y a un precio asequible ha sido la forma de sobrevivir de la especie humana. No debería, y aunque lo intentara no podría, hacerlo de otra manera.

Gerondeau y el descubrimiento de Sven Tesk

Por supuesto, el IPCC, referencia "científica" de la ONU y de la política mundial, odia a Lomborg. Rajendra Pachauri, su jefe, dijo, tras 16 años en el poder y antes de dimitir por acoso sexual: "Si se aceptan las ideas de Lomborg, ¿quizás lo de Hitler no estuvo mal?". Y se definió así: "Para mí, la protección del planeta, la supervivencia de todas las especies y la durabilidad de nuestros ecosistemas eran más que una misión. Era mi religión."

El mejor análisis reciente que conozco sobre la estafa intelectual del cambio climático es el de Christian Gerondeau en La religión ecologista (2021) y Las doce mentiras del IPCC -GIEC, por sus siglas en francés- (2022) (ambos, Ed. L´Artilleur). Si el comunismo es "una pasión francesa" también lo es el anticomunismo minucioso de los Aron, Revel, Courtois, Wolton… y Gerondeau. A sus 85 años, este profesor de la Polytechnique tiene presente la mayor estafa científica de la Historia, el Caso Lyssenko, descubridor de la "ciencia proletaria" frente a la "ciencia burguesa" y que, con el apoyo decidido de Stalin, capataz de la dictadura del proletariado de la URSS en nombre del "socialismo científico" de Marx, calificó de nazis, (como Pachauri a Lomborg) y mandó al paredón o al Gulag a quienes no lo aceptaron. Stalin no era idiota. Pero como gran sociópata vio que aquella mascarada cientificista de Lyssenko le permitía controlar a un sector, el de la investigación científica, que le preocupaba, sobre todo en el área militar.

En el Caso Lyssenko hay un factor originario, el del científico rojo, y otro decisivo, Stalin. Y en medio, miles de científicos de verdad que se callaron porque temían o no les convenía decir lo que pensaban. Por lo mismo, todos los partidos comunistas del mundo acataron la ciencia proletaria. Pero no fue un error científico, una investigación que resultase equivocada, algo normal, sino una operación ideológica para desacreditar la ciencia. Lo mismo pasa con el IPPC, que nació en 1988 y cuyos informes esenciales son dos. El de 2001 decía, citando 245 escenarios investigados, pero teniendo en cuenta sólo uno, que la temperatura del planeta subiría 6 grados por el CO2 humano. El de 2011, también sin pruebas, decía que las energías renovables podían abastecer a la humanidad en un 80% en 2050.

El primer informe, era el del susto. El segundo, el de la ruina. Y los dos vienen de una organización de supuestos sabios sobre el clima donde no hay un solo climatólogo, y donde la política y el activismo ecologista han logrado impedir la crítica de unos informes científicos, que, en rigor, no existen. Los Protocolos de los Sabios de Sión, evangelio antisemita de la policía del Zar, son un modelo de rigor al lado de los estudios del IPPC.

Ni expertos ni nada: burócratas y activistas

Para empezar, contra lo que muchos creen, el IPPC no está formado por expertos en climatología. Los medios repiten "expertos" y "científico", cuando no hay expertos ni científicos. Es un Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, que recoge información y aconseja a los países en la línea de la ONU: vaguedades antidemocráticas y anticapitalistas. El IPPC recoge lo que quiere y dice lo que quieren Greenpeace y demás ONG. Funcionarios fijos, tiene diecisiete, hospedados en Ginebra por la Organización Meteorológica Mundial. En 2011, cuando se hizo el informe sobre las renovables, los jefes eran dos viejos funcionarios de la ONU, uno, especialista en biociencia y otro en zoología. Del clima, no sabían nada. El presidente, Pachauri, es ingeniero de ferrocarriles, amén de sacerdote para todas las especies, algo que la Historia de la Evolución siempre ha negado.

De sus tres vicepresidentes, el sudanés Guizuli tiene un master en investigación operativa y el coreano Lee es economista de la energía. Los países de la ONU, en su inmensa mayoría, no tienen climatólogos por la sencilla razón de que lo último que les preocupa es el clima. Están ahí por cuota política. Del clima, ni idea. ¿Y el resto de los 17 miembros del Buró, de países donde hay expertos? ¿Por qué callan? Porque los nombran sus ministros de Ecología. ¿Qué dirán: que su cargo y su sueldo son un robo?

En realidad, el grupo del IPPC se ha configurado en casi tres décadas como un grupo de militantes ecologistas que mienten por una buena causa. Nada distinto del Caso Lysenko: la buena causa comunista exigía mentir. ¿Y qué votan en la ONU 159 países que no tienen ni idea de lo que votan? Lo que les pongan por delante con cierta vitola científica y respaldado por los países ricos, que son los que quieren arruinarse por el cambio climático.

La frase que está arruinando a Occidente

Gerondeau demuestra que una sola frase, del 9 de Mayo de 2011, es la que ha producido el inmenso derroche de los países occidentales, con los USA y la UE a la cabeza. El informe de 2001, el del CO2, no tenía a priori consecuencias. Pero alfombró al segundo, el de 2011, que mostró el camino a seguir: "Casi el 80% de las necesidades energéticas de la Humanidad podrían cubrirse mediante energías renovables en 2050" (Close 80 percent of the world´s energy spply could be met by renewables by mid century".

Pachauri aseguró: "El IPPC hay recogido la mejor información y más apropiada para dar al mundo una estimación científica del potencial de las energías renovables y reducir el cambio climático. Este Informe Especial puede servir de base sólida a los responsables políticos para afrontar el mayor desafío del siglo XXI"

Pero ¿de dónde venía ese Informe? Del grupo III del IPPC que en dos años consultó a 389 expertos, y los reunió cuatro veces en distintos lugares del mundo. Otros 787 expertos o representantes de sus gobiernos añadieron 24.766 comentarios. Al final, 1176 nombres firmaban el informe aprobado por unanimidad en Abu Dabi por los países del IPCC y la ONU.

Había un pequeño problema, que Estevan Bolea subraya en LD. La Agencia Internacional de la Energía, esta sí compuesta por expertos, había concluido que, en 2040, las energías eólica y solar cubrirían en 2040, como máximo, el 5%; y en 2050, el 10% de las necesidades energéticas. Hoy, se cree que su intermitencia no les dejaría superar el 2% de forma autónoma.

¿Y cómo habían firmado 1176 expertos lo que la AIE negaba? Por la sencilla razón de que ninguno firmó la nota de prensa de Abu Dabi. El proceso de reducción de los supuestos dos años de trabajo con los mil investigadores a la frase famosa era fruto de esta jibarización intelectual:

  • El Informe Especial del grupo de trabajo tenía 1.544 páginas.
  • El resumen técnico del informe, también ininteligible, 178 páginas.
  • El resumen dirigido a los responsables políticos, 25 páginas.
  • El comunicado de prensa de Abu Dabi, 6 páginas.

Y la única frase que los medios reprodujeron fue la ya citada: "Casi el 80% de las necesidades energéticas de la Humanidad podrían cubrirse mediante energías renovables en 2050".

El responsable del Informe fue Ottmar Edenhoffer, que respaldó el comunicado de Abu Dabi. Y Pachauri exhortó al mundo, a lo Greta Zombi: "Suplico a los dirigentes políticos: ¡estudiad el cambio climático!" A lo que Gerondeau añade "mientras él mismo no tenía el menor conocimiento".

El negocio de Teske

Sin embargo, esta inmensa estafa mediática y política, adoptada por la Agenda 2030 de Davos, bajo la mirada paternal de Xi Jinping, funcionó por el pánico creado a partir del informe de 2001, el del CO2. Y ahí es donde Gerondeau se convierte en Maigret y desvela el crimen. El único escenario de los 162 estudiados por el IPPC que adivinaba, sin prueba alguna, el aumento del 6% de la temperatura en la Tierra por el CO2, no era lo anónimo que dictan las normas de investigación. Y con razón, porque Sven Tesk, el Lysenko del cambio climático, ni siquiera era doctor, como presumía, a los 35 años, época del informe. Le dieron el título ya a los 40. Y el Lead Author del capítulo 8 del Informe, el esencial, era "Coordinador internacional de Greenpeace para asuntos climáticos". El IPPC, llamémosle Stalin, le encargó a este militante ecologista, llamémosle Lysenko, elegir el único escenario que favorecía la propaganda apocalíptica.

Sven Tesk tiene además otro aspecto que lo emparenta con Greta y demás publicistas de las renovables. Según Gerondeau, pertenece a la "European Photovoltaic Industry Association", un lobby que lleva años predicando la necesidad de financiar con dinero público estas energías que apenas cubren una mínima parte de la necesidad de la gente a la que salva.

Así resume Gerondeau su investigación sobre Sven Teske:

"Era, pues, un dirigente oficial de Greenpeace, falso doctor por añadidura, pagado por el lobby de la industria fotovoltaica, el que está en el origen del único escenario que afirma, contra toda evidencia, que casi el 80% de la energía del planeta podría ser producido por energías renovables, mientras que en realidad roza el 10%. ¡Fue un auténtico golpe montado desde el principio por el IPPC y el Informe Especial era sólo un disfraz!"

Sánchez, hermano de Teske

Pues bien, España está a punto de adentrarse en un otoño terrorífico porque Sánchez se ha empeñado en imponernos esas mentiras programadas del cambio climático. Quiere devolvernos a la miseria de la pandemia, que aprovechó para cerrar ilegalmente las Cortes. Pero España no necesita más restricciones que las que impone la crisis a las familias, sino energía barata. ¡Bajen los impuestos, que son media factura de la luz! En cuanto al gas, ya ha traicionado a Ucrania y se ha entregado a Putin, al que comprábamos el 10% y ahora el 25%. Así tapa lo de Argelia. ¿Y el problema es Ucrania?

El problema es el socialismo corrupto, golpista y energéticamente suicida de Cum Fraude. ¿Alguien duda de que, si Sánchez encuentra en La Mareta a Sven Teske, le abrirá los brazos diciendo "¡Hermano, hermano!"

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