Menú

Zapatero no es de suela, ni de cuero, ni del metal de los clavos, el martillo y la lezna. Es una criatura de plastilina que se adapta a las manos caprichosas del que le pilla cerca y lo moldea a su gusto. El último recital de contorsiones y cambios políticos es de los que dejan pasmado al personal y, si la cosa tuviera gracia, harían aplaudir al auditorio. Pero, gracia, ninguna.

Zapatero dijo que recurriría la Ley de Extranjería del PP ante el Tribunal Constitucional. Bien. Si a su juicio esa Ley atenta nada menos que contra la Norma Fundamental de nuestro Estado de Derecho debió hacerlo, sin más. Prefirió negociar, no sabemos muy bien qué, cuánto ni cómo, porque unos días decían que la cosa iba bien, otros que iba regular y ahora dicen que no va. Como no le dan la razón en lo que negocia, si es que negocia algo, Zapatero recurre al Constitucional. O sea, que se acuerda del Estado de Derecho cuando le conviene. Nos recuerda el debate del PSOE con UCD sobre TVE que terminó en una querella criminal de Felipe y Guerra contra el Director General, Gabriel Arias Salgado. Veinte años después lo declararon inocente. ¡A buenas horas!

Pero esta forma de oportunismo demagógico que pretende equiparar a los ciudadanos españoles que pagan impuestos con los que ni son españoles ni los han pagado nunca es sólo una variante de la demagogia zapateril. Más grave aún es que haya acudido a respaldar a Ibarra en su asalto a los bancos y cajas de ahorro. No sabemos si, como hace que es el jefe, en vez de amenazar con quitarles el triple, les cuadriplicará el impuesto revolucionario. O si, como cambia camaleónicamente de criterio según la baronía territorial que pisa, cambiará al volver a pisar La Mancha. ¿En esas salidas de pata de banco, más propias de la Venezuela de Chávez que de un país de la Unión Europea, va a fundamentar su política si llega a la Moncloa? ¿Para eso quiere una Vicepresidencia "Social" en el Gobierno?

Ni ideas, ni criterio, ni sentido común: plastilina, sólo plastilina.

En Opinión