Su apellido les remitirá a su padre, André –el conocido filósofo francés, ideólogo de Mayo del 68, que en los últimos años se desmarcó de la izquierda y apoyó la candidatura de Sarkozy–, pero Raphaël, periodista de 30 años, también tiene mucho que decir.
Llegó a Georgia en 2003 para grabar un documental sobre la Revolución de la Rosas y se quedó prendado de ese movimiento juvenil, liberal y prooccidental que derrocó a Shevardnadze. Desde entonces, no ha podido desvincularse de un proyecto que define como "apasionante", hasta el punto de que ha trasladado su residencia a Georgia, donde trabaja como asesor del Gobierno de esta joven república, agredida brutalmente hace tan sólo un año por la Rusia de Putin. "Yo había realizado una película sobre la revoluciones llamadas de color, y desde 2003 tenía mucha amistad con esa nueva generación de jóvenes que hizo la revolución liberal de Georgia. Y durante la guerra del verano pasado, tras la invasión rusa, hubo un incidente en particular que me impulsó a quedarme en Georgia y ayudar al Gobierno, y sobre todo a la sociedad civil georgiana".
A veces una anécdota puede cambiar el rumbo de la vida; Raphaël puede servirnos de ejemplo: "Estaba en una barricada en el sur de Gori, que estaban atacando los rusos. Estaban completamente borrachos, disparando al aire, robando coches de civiles y llenándolos de neveras, de teléfonos móviles; y en ese ambiente surrealista estaban diciendo que todos los europeos occidentales eran homosexuales y lo mejor que podían hacer era volverse a su país. Esas palabras me impulsaron a quedarme". Glucksmann cree que ese país puede ser "una de las últimas grandes aventuras políticas contemporáneas".
Para los españoles, Georgia es una gran desconocida. "Es un país muy pequeño en una zona muy estratégica –nos explica Raphaël–, gobernado por un grupo de jóvenes que está intentado crear una democracia en una zona donde nunca las ha habido, y por eso para mí es importante que la comunidad internacional no les abandone".
La pregunta es obligada. Un año después de la invasión rusa, le pedimos que nos cuente cómo está el país. "Actualmente, el 20 por ciento del territorio está ocupado por Rusia, y, después de las limpiezas étnicas que vivimos en el anterior régimen, ahora hay más de medio millón de refugiados georgianos dentro de la propia Georgia, y todo eso con una población total de 4 millones y medio de habitantes. Los tanques rusos están a 32 kilómetros de la capital. Pero la vida continúa".
No lo puede disimular. Le apasiona esta aventura, y eso desencadena un intenso e interesante diálogo.
¿Cómo se ha valorado en Georgia el papel de la Unión Europea, la OTAN y EEUU en esta crisis provocada por la invasión rusa? ¿No se han sentido un poco desamparados?
Una cosa está clara: si eres amigo de Putin o de Chávez, Putin o Chávez te van a ayudar hasta el final; de Occidente no puedes decir lo mismo. Aun así, en Georgia son conscientes de que Europa, a veces, es aliada de Putin por motivos económicos, y de que los que son pacifistas son antiamericanos. Se le pueden reprochar algunas cosas a europeos y americanos, pero no un abandono de Georgia, porque la ayuda sigue llegando y el proceso está en marcha.
¿Cree que la sociedad internacional ha infravalorado el conflicto de Georgia? ¿Considera que se le ha tratado como un conflicto menor?
En parte sí, porque los europeos todavía no han entendido el interés estratégico de Georgia. Esto no es sólo una cuestión moral, también una cuestión de intereses europeos. ¿Puede depender Europa de un solo proveedor de energía? Evidentemente, no. La única ruta alternativa a Rusia para el transporte de combustible es Georgia. Las reservas de gas de Kazajstán y Uzbequistán, mayores que las rusas, tienen que pasar por Georgia. Esto es también una baza importante para abrir una puerta de Asia Central, incluso de parte de Oriente Medio, a Europa. Lo más importante es que Georgia puede ser un ejemplo para algunas repúblicas ex soviéticas que quieran adoptar el modelo europeo y librarse de la influencia rusa. Putin lo ha entendido muy bien, por eso ha puesto a Georgia en su punto de mira; los europeos, no. Esto es un caso típico: las democracias europeas tardan mucho más en darse cuenta de lo que está en juego, las dictaduras actúan mucho más rápido. Pero creo que al final acabarán despertando.
No parece muy optimista acerca de la completa democratización de Rusia. ¿Qué postura debería asumir la UE?
Europa ha perdido mucho tiempo: hubiera sido muy fácil haber ayudado a Rusia antes del año 2000; ahora no es que la democratización no progrese: es que ha habido un retroceso en materia de libertades. Lo primero que hay que hacer para calmar y contener a Rusia es ayudar a todos los países independientes de su entorno. Igualmente, hay que hacer entender a sus dirigentes que uno no se puede comportar como Stalin en Grozni o en la propia Moscú y luego pretender pasar las vacaciones en Cannes. Los dirigentes rusos no son gente que piense que va a ir al cielo no nada por el estilo, sino que consideran que han de disfrutar de todas las ventajas que les brinde Occidente. Pues bien, hay que decirles que si lo que quieren es interactuar con la sociedad occidental, no se pueden comportar de manera tan represiva con sus minorías. Occidente debe entender de una vez que las fronteras internacionalmente reconocidas de un país independiente como Georgia no pueden ser alteradas por los rusos mediante el uso de la fuerza. Lo peor es que Georgia ha sido sólo el principio; después vendrán Ucrania y otros países vecinos de Rusia.
¿Qué opinión te merece lo ocurrido en Kosovo? ¿Es un ejemplo válido para Georgia?
Veo dos diferencias fundamentales. Se piense lo que se piense acerca de Kosovo, está claro es que se aplicó un castigo por la limpieza étnica provocada por Milosevic. En cambio, en Osetia y Abjasia han sido los rusos, junto a las minorías osetias y abjasias, los que han perpetrado una limpieza étnica contra los georgianos. Por lo tanto, reconocer de facto esa situación es dar validez a esa limpieza étnica. Está claro que el fundamento moral que tiene lo que se ha hecho en Kosovo se pierde en Osetia. La segunda diferencia es la crudeza del proceso: antes de dar la independencia a Kosovo ha habido cinco años de discusiones multilaterales, mientras que en Osetia y Abjasia se ha cumplido la voluntad del Zar, que un día tomó la decisión unilateral de cambiar las fronteras de un país. La autorización a un dictador para cambiar unilateralmente las fronteras de un país da resultados desastrosos: por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo valora el acercamiento de Osetia del Sur y Abjasia, ansiosas de obtener legitimidad internacional, a líderes populistas como Chávez, Evo Morales y Castro?
La gran paradoja es que ninguno de los países del entorno de Rusia, incluidos los muy cercanos, como Bielorrusia o Kazajstán, ha reconocido la independencia de Abjasia y Osetia; pero viene un populista latinoamericano y lo hace: un señor que no tiene nada que ver en la región. Georgia, ahora mismo, es la víctima de un eje anti-occidental que ha ocupado Rusia, Irán y Venezuela, países que no tienen en común una religión, una cultura, nada... salvo su oposición al sistema de vida occidental. Según la propaganda rusa, la guerra no era contra los georgianos, porque su país era demasiado pequeño y nada relevante, sino contra la OTAN, los americanos, Israel...
¿Cree que la alianza Caracas-Teherán-Moscú es una amenaza para la paz mundial?
Los enemigos de las sociedades occidentales saben exactamente cuál es su objetivo, y están jugando una partida de ajedrez. Pero del otro lado no hay nadie que les plante cara. Nadie quiere una confrontación militar, pero es fundamental actuar. La creación de un eje prooccidental tiene que ser un objetivo de los próximos diez o quince años.
Con motivo del 40 aniversario de Mayo del 68, Raphaël y su padre escribieron un libro, Mayo del 68. Por la subversión permanente –que en Francia llevó el título de Mayo del 68 explicado a Sarkozy–, en el que formularon una revisión crítica de aquella revolución, pero no una descalificación completa como la que hizo el presidente francés. Le preguntamos si sabía si Sarkozy había leído el libro. Y nos respondió, entre risas: "Él me ha dicho que sí". Acto seguido se puso a valorar lo que ha supuesto el fenómeno Sarkozy:"Es una ruptura importante en Francia; por un motivo: no sale de una formación ideológica tradicional. No hay que ver a Sarkozy como el líder máximo, pero sí considerar su emergencia como un punto de partida. Lo que hay que esperar ahora es que la clase política se percate de que tiene que evolucionar, tanto la derecha como la izquierda. Hay que abandonar los mitos gaullistas en la derecha y olvidar los mitos socialistas en la izquierda".
Para cerrar este apartado, vuelve a aquella primavera: "Sin Mayo del 68, Sarkozy –un tipo divorciado y de origen inmigrante– jamás habría podido ser presidente de la República". Y para cerrar la entrevista, al Cáucaso: "Ha sido increíble cómo un grupo de jóvenes de entre 25 y 30 años ha protagonizado ese cambio, una revolución liberal. [En cambio,] en Francia o España nos encontramos que los jóvenes no están politizados y con una generación precedente que bloquea cualquier acceso, cualquier cambio (...) La juventud de Europa Occidental debería adoptar como eslogan el 'Todos somos georgianos'".
Llegó a Georgia en 2003 para grabar un documental sobre la Revolución de la Rosas y se quedó prendado de ese movimiento juvenil, liberal y prooccidental que derrocó a Shevardnadze. Desde entonces, no ha podido desvincularse de un proyecto que define como "apasionante", hasta el punto de que ha trasladado su residencia a Georgia, donde trabaja como asesor del Gobierno de esta joven república, agredida brutalmente hace tan sólo un año por la Rusia de Putin. "Yo había realizado una película sobre la revoluciones llamadas de color, y desde 2003 tenía mucha amistad con esa nueva generación de jóvenes que hizo la revolución liberal de Georgia. Y durante la guerra del verano pasado, tras la invasión rusa, hubo un incidente en particular que me impulsó a quedarme en Georgia y ayudar al Gobierno, y sobre todo a la sociedad civil georgiana".
A veces una anécdota puede cambiar el rumbo de la vida; Raphaël puede servirnos de ejemplo: "Estaba en una barricada en el sur de Gori, que estaban atacando los rusos. Estaban completamente borrachos, disparando al aire, robando coches de civiles y llenándolos de neveras, de teléfonos móviles; y en ese ambiente surrealista estaban diciendo que todos los europeos occidentales eran homosexuales y lo mejor que podían hacer era volverse a su país. Esas palabras me impulsaron a quedarme". Glucksmann cree que ese país puede ser "una de las últimas grandes aventuras políticas contemporáneas".
Para los españoles, Georgia es una gran desconocida. "Es un país muy pequeño en una zona muy estratégica –nos explica Raphaël–, gobernado por un grupo de jóvenes que está intentado crear una democracia en una zona donde nunca las ha habido, y por eso para mí es importante que la comunidad internacional no les abandone".
La pregunta es obligada. Un año después de la invasión rusa, le pedimos que nos cuente cómo está el país. "Actualmente, el 20 por ciento del territorio está ocupado por Rusia, y, después de las limpiezas étnicas que vivimos en el anterior régimen, ahora hay más de medio millón de refugiados georgianos dentro de la propia Georgia, y todo eso con una población total de 4 millones y medio de habitantes. Los tanques rusos están a 32 kilómetros de la capital. Pero la vida continúa".
No lo puede disimular. Le apasiona esta aventura, y eso desencadena un intenso e interesante diálogo.
¿Cómo se ha valorado en Georgia el papel de la Unión Europea, la OTAN y EEUU en esta crisis provocada por la invasión rusa? ¿No se han sentido un poco desamparados?
Una cosa está clara: si eres amigo de Putin o de Chávez, Putin o Chávez te van a ayudar hasta el final; de Occidente no puedes decir lo mismo. Aun así, en Georgia son conscientes de que Europa, a veces, es aliada de Putin por motivos económicos, y de que los que son pacifistas son antiamericanos. Se le pueden reprochar algunas cosas a europeos y americanos, pero no un abandono de Georgia, porque la ayuda sigue llegando y el proceso está en marcha.
¿Cree que la sociedad internacional ha infravalorado el conflicto de Georgia? ¿Considera que se le ha tratado como un conflicto menor?
En parte sí, porque los europeos todavía no han entendido el interés estratégico de Georgia. Esto no es sólo una cuestión moral, también una cuestión de intereses europeos. ¿Puede depender Europa de un solo proveedor de energía? Evidentemente, no. La única ruta alternativa a Rusia para el transporte de combustible es Georgia. Las reservas de gas de Kazajstán y Uzbequistán, mayores que las rusas, tienen que pasar por Georgia. Esto es también una baza importante para abrir una puerta de Asia Central, incluso de parte de Oriente Medio, a Europa. Lo más importante es que Georgia puede ser un ejemplo para algunas repúblicas ex soviéticas que quieran adoptar el modelo europeo y librarse de la influencia rusa. Putin lo ha entendido muy bien, por eso ha puesto a Georgia en su punto de mira; los europeos, no. Esto es un caso típico: las democracias europeas tardan mucho más en darse cuenta de lo que está en juego, las dictaduras actúan mucho más rápido. Pero creo que al final acabarán despertando.
No parece muy optimista acerca de la completa democratización de Rusia. ¿Qué postura debería asumir la UE?
Europa ha perdido mucho tiempo: hubiera sido muy fácil haber ayudado a Rusia antes del año 2000; ahora no es que la democratización no progrese: es que ha habido un retroceso en materia de libertades. Lo primero que hay que hacer para calmar y contener a Rusia es ayudar a todos los países independientes de su entorno. Igualmente, hay que hacer entender a sus dirigentes que uno no se puede comportar como Stalin en Grozni o en la propia Moscú y luego pretender pasar las vacaciones en Cannes. Los dirigentes rusos no son gente que piense que va a ir al cielo no nada por el estilo, sino que consideran que han de disfrutar de todas las ventajas que les brinde Occidente. Pues bien, hay que decirles que si lo que quieren es interactuar con la sociedad occidental, no se pueden comportar de manera tan represiva con sus minorías. Occidente debe entender de una vez que las fronteras internacionalmente reconocidas de un país independiente como Georgia no pueden ser alteradas por los rusos mediante el uso de la fuerza. Lo peor es que Georgia ha sido sólo el principio; después vendrán Ucrania y otros países vecinos de Rusia.
¿Qué opinión te merece lo ocurrido en Kosovo? ¿Es un ejemplo válido para Georgia?
Veo dos diferencias fundamentales. Se piense lo que se piense acerca de Kosovo, está claro es que se aplicó un castigo por la limpieza étnica provocada por Milosevic. En cambio, en Osetia y Abjasia han sido los rusos, junto a las minorías osetias y abjasias, los que han perpetrado una limpieza étnica contra los georgianos. Por lo tanto, reconocer de facto esa situación es dar validez a esa limpieza étnica. Está claro que el fundamento moral que tiene lo que se ha hecho en Kosovo se pierde en Osetia. La segunda diferencia es la crudeza del proceso: antes de dar la independencia a Kosovo ha habido cinco años de discusiones multilaterales, mientras que en Osetia y Abjasia se ha cumplido la voluntad del Zar, que un día tomó la decisión unilateral de cambiar las fronteras de un país. La autorización a un dictador para cambiar unilateralmente las fronteras de un país da resultados desastrosos: por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo valora el acercamiento de Osetia del Sur y Abjasia, ansiosas de obtener legitimidad internacional, a líderes populistas como Chávez, Evo Morales y Castro?
La gran paradoja es que ninguno de los países del entorno de Rusia, incluidos los muy cercanos, como Bielorrusia o Kazajstán, ha reconocido la independencia de Abjasia y Osetia; pero viene un populista latinoamericano y lo hace: un señor que no tiene nada que ver en la región. Georgia, ahora mismo, es la víctima de un eje anti-occidental que ha ocupado Rusia, Irán y Venezuela, países que no tienen en común una religión, una cultura, nada... salvo su oposición al sistema de vida occidental. Según la propaganda rusa, la guerra no era contra los georgianos, porque su país era demasiado pequeño y nada relevante, sino contra la OTAN, los americanos, Israel...
¿Cree que la alianza Caracas-Teherán-Moscú es una amenaza para la paz mundial?
Los enemigos de las sociedades occidentales saben exactamente cuál es su objetivo, y están jugando una partida de ajedrez. Pero del otro lado no hay nadie que les plante cara. Nadie quiere una confrontación militar, pero es fundamental actuar. La creación de un eje prooccidental tiene que ser un objetivo de los próximos diez o quince años.
Con motivo del 40 aniversario de Mayo del 68, Raphaël y su padre escribieron un libro, Mayo del 68. Por la subversión permanente –que en Francia llevó el título de Mayo del 68 explicado a Sarkozy–, en el que formularon una revisión crítica de aquella revolución, pero no una descalificación completa como la que hizo el presidente francés. Le preguntamos si sabía si Sarkozy había leído el libro. Y nos respondió, entre risas: "Él me ha dicho que sí". Acto seguido se puso a valorar lo que ha supuesto el fenómeno Sarkozy:"Es una ruptura importante en Francia; por un motivo: no sale de una formación ideológica tradicional. No hay que ver a Sarkozy como el líder máximo, pero sí considerar su emergencia como un punto de partida. Lo que hay que esperar ahora es que la clase política se percate de que tiene que evolucionar, tanto la derecha como la izquierda. Hay que abandonar los mitos gaullistas en la derecha y olvidar los mitos socialistas en la izquierda".
Para cerrar este apartado, vuelve a aquella primavera: "Sin Mayo del 68, Sarkozy –un tipo divorciado y de origen inmigrante– jamás habría podido ser presidente de la República". Y para cerrar la entrevista, al Cáucaso: "Ha sido increíble cómo un grupo de jóvenes de entre 25 y 30 años ha protagonizado ese cambio, una revolución liberal. [En cambio,] en Francia o España nos encontramos que los jóvenes no están politizados y con una generación precedente que bloquea cualquier acceso, cualquier cambio (...) La juventud de Europa Occidental debería adoptar como eslogan el 'Todos somos georgianos'".