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CRÓNICA NEGRA

Los héroes son las víctimas

Han querido vendernos al Solitario como una suerte de Diego Corrientes: ético, galante, generoso y escurridizo. Hermoso galán sobre un corcel volador. Nada más lejos de la realidad: el Solitario es un pistolero sin escrúpulos, un carcamal rejuvenecido que precisa del parné para pagarse una segunda juventud.

Han querido vendernos al Solitario como una suerte de Diego Corrientes: ético, galante, generoso y escurridizo. Hermoso galán sobre un corcel volador. Nada más lejos de la realidad: el Solitario es un pistolero sin escrúpulos, un carcamal rejuvenecido que precisa del parné para pagarse una segunda juventud.
El Solitario.
Cabalga a lomos de una furgoneta de reparaciones como la de Pepe Gotera y Otilio, viste de mercadillo con camisetas que anuncian grupos de rock y se tapa las entradas con un pelucón o gato como el que Paco Rabal se quitaba para rascarse las ideas. Si no había dinero en los bancos que atracaba, disparaba a los trabajadores con sus armas mortíferas e ilegales.
 
No me canso de decir que yo no sé si Jaime Jiménez Arbe es el Solitario, aunque motivos haya para pensarlo. En cualquier caso, el Solitario no es mi héroe. No lo ha sido nunca y no lo será jamás.
 
Los héroes de la historia que se desarrolla en la Audiencia Provincial de Navarra son las víctimas: los guardias civiles Juan Antonio Palmero y José Antonio Vidal, jóvenes, españoles, vigorosos y entregados, vilmente asesinados por una ráfaga traidora, y sus padres: Rafael Palmero, también guardia civil y también generoso, estando de servicio casi entrega la vida a manos de otro enemigo público, Juan José Garfia, que mató a tres de una tacada y a él le metió un tiro en la cabeza.
 
En la vista oral en la que se juzga si Arbe es el Solitario, y si dio muerte a Palmero y Vidal, hay otro héroe más, José Aguilar, abogado de la acusación de las familias, al que he tenido el honor de conocer: es un guardia civil retirado con máximo honor, víctima del terrorismo de ETA cuando era un guardia joven, creo que en Alsasua: al correr a defender el cuartel, pisó la bomba trampa que le dejó sin piernas.
 
Aguilar se ha puesto de pie sobre la tumba que le preparó la fiera terrorista y defiende los intereses de sus clientes después de haber cursado la carrera de Derecho mientras se sometía a múltiples operaciones para implantarse las prótesis que le permiten caminar. Hizo la carrera de abogado y la de la existencia colocándose al frente de sus necesidades, volcado como siempre, desde que eligió ser guardia civil, en el servicio a los demás. Los héroes del Instituto Armado se cuentan por centenares, aunque haya quien quiera relegarlos al olvido.
 
Aguilar le ha dicho a Jiménez Arbe que pida perdón por sus crímenes. Sus razones tendrá para ello: no son pequeñas el que haya un testigo de cargo y el que se le haya encontrado a aquél el arma del crimen. Por su parte, el tipo que dijo que era el Solitario al salir de los juzgados portugueses y saludó a la afición como un torero pero luego, cuando el fiscal le pidió 52 años de cárcel, se achantó, responde que no pedirá perdón por lo que no ha hecho. Y añade que él es "un expropiador de bancos y no un asesino".
 
En la vista oral, lo más valioso será no lo que se diga, sino lo que se demuestre. La gran baza será colocar en la mesa de pruebas el subfusil ametrallador, y que balística determine sin asomo de duda que con ese arma de guerra se quitó la vida a dos muchachos que patrullaban para que el tráfico en España fuera fluido y seguro. Dieron la vida por ello. Por la normalidad y la seguridad. Dos auténticos héroes. Como el padre de Palmero, que estuvo en coma de un balazo de Garfia, al que unos cineastas le han hecho una película ignorando el lado de acá de la aventura. Tomaron la línea transgresora aunque es cierto que con poco éxito.
 
Juan Antonio y José Antonio, Rafael Palmero y José Aguilar, guardias al servicio de España, con el arrojo del deber cotidiano, la voluntad de superación y el cumplimiento de la ley como la principal divisa: vosotros si que estáis escribiendo una página importante en la memoria de este país, aunque los medios ciegos no lo vean, aunque los periodistas ignorantes no sepan verlo, aunque los mercaderes de la imagen elijan a los delincuentes por unas cuantas monedas. Y junto a ellos, sus mujeres, sus esposas, sus madres; madres como la señora Palmero, que ha entregado a la nación un hijo y medio marido.
 
Los héroes modernos no los hacen los medios de comunicación, aunque lo intentan. Los verdaderos luchadores que forjan una sociedad más justa suelen estar en su puesto de trabajo, sobre sus motos en la carretera o en los coches patrulla.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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