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CIENCIA

Tiranosaurus hispanicus

Acaba de presentarse en sociedad un fémur. Pero no es un fémur normal. Pertenece a un animal que debió de vivir en lo que hoy llamamos Teruel y que medía unos 30 metros de longitud.


	Acaba de presentarse en sociedad un fémur. Pero no es un fémur normal. Pertenece a un animal que debió de vivir en lo que hoy llamamos Teruel y que medía unos 30 metros de longitud.

Campaba a sus anchas entre los Montes Universales hace 145 millones de años, cuando los Montes Universales estaban más o menos a la mitad de su desarrollo y la hoy fría Sierra de Albarracín se parecía más a un vergel pseudotropical pegado al mar de Tethys; pongamos por ejemplo, para hacernos una idea: lo que hoy son los Everglades de Florida.

Allí vivió y murió el dueño de este hueso de 1,92 metros de largo que los paleontólogos han desenterrado en la localidad de Riodeva, junto con varias vértebras de la cola y algunos restos del cráneo. Todo ello de un tamaño tan descomunal, que sólo pudo haber pertenecido a un ser de más de 30 metros de altura y más de 40 toneladas de peso. Eso le convierte, de momento, en el dinosaurio más grande de Europa.

El hecho de ser muy grande no le confiere una virtud especial. Parece probable que se trate de un individuo agigantado de una especie ya conocida (en todas las familias hay miembros más altos, más gordos, más fuertes...). En concreto, podría ser un ejemplar de turiasaurus, especie propia de estas tierras que adquirió merecida fama tras su descubrimiento, hace unos años.

Y es aquí donde reside, curiosamente, el morbo principal de este paleontológico hallazgo. Porque las comunidades científica y, sobre todo, divulgadora pueden enfrentarse a un inédito dilema. ¿Qué sería más interesante para el prestigio dinosaurólogo de Teruel: que el fémur de marras perteneciera a una especie nueva y aún sin nombre, o que encaje en el esqueleto de un ejemplar de turiasaurus?

Veamos las opciones. Todo paleontólogo sueña con descubrir una especie nueva. Hasta tal punto existe esta tensión no resuelta del paleontólogo que, en muchas ocasiones, las discusiones científicas más apasionadas se centran en la denominación de nuevas especies o en el rechazo de un nuevo nombre en el cladograma de los seres vivos. Los científicos involucrados en la exhumación de este fémur elefantiásico verían su nombre impreso en los anales de la especialidad con letras de oro si pudiesen demostrar que formó parte de un animal hasta ahora desconocido. Que en un espacio tan reducido (en términos geológicos) como Teruel habitara un ser tan grande como el turiasaurus ya es un hecho noticiable. Que hubiera, además, otra especie, quizás mayor, compitiendo por los recursos de la zona convertiría a la bella Sierra de Albarracín en lugar excepcional para la dinosaurología.

Sin embargo, no todos los científicos desean con el mismo afán que Teruel aporte una nueva especie al mundo de las bestias extinguidas. Si el fémur, las vértebras y los restos cranianos recién desenterrados fueran de un turiasaurius, tendríamos una ocasión única de completar un esqueleto de una de las bestias más grandes y asombrosas que hayan pisado la Tierra. De momento, hay huesos dispersos de esta especie en Valencia, Asturias, Teruel, Portugal, Francia y Reino Unido. Pero no hemos podido ver un esquema completo de su complexión física. Se cree, incluso, que estos fósiles pueden ser iguales que otros descubiertos en Tanzania. Eso indicaría que el turiasaurius fue una bestia que dominó el planeta hace más de 140 millones de años. Es decir, convertiría a este animalito en uno de los fetiches de la paleontología, a la altura de los tiranosaurios o los velocirraptores.

Gran dilema: elegir entre el vértigo de la novedad taxonómica o la parsimonia de la confirmación. En cualquiera de los casos, el territorio de las actuales Valencia, Cuenca y Teruel se está postulando como la nueva Meca de la paleontología mundial. Perdón, ¿se puede decir Meca?

 

http://twitter.com/joralcalde

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