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Cuenta atrás

Las tropas extranjeras y nativas esperan alertados la nueva ofensiva de primavera de los talibanes, mientras en el ámbito político se aguarda con cautela un nuevo discurso sobre Afganistán de Obama.

Las revueltas árabes han dejado a Afganistán en un segundo plano. Pero no nos olvidemos de él y menos ahora. Los militares esperan una dura ofensiva de los talibanes, con cambios tácticos para recuperar el terreno perdido en los últimos meses. También para desbaratar el plan de transición anunciado hace más de un mes por Karzai y que prevé el traspaso gradual de la seguridad de las fuerzas internacionales a la policía y el ejército afganos. Se esperan ataques más espectaculares, con un fuerte impacto en los medios de comunicación como el asesinato de figuras influyentes, y también una mayor intimidación a la población. Otro de sus objetivos será continuar atentando vistiendo uniformes de la policía o del ejército, como lo que ocurrió en agosto en la base española de Qala-i-Naw. De forma cada vez más habitual los terroristas se infiltran durante meses entre los uniformados y después comenten un atentado suicida. La ISAF trata de gestionar estas infiltraciones pero aún no sabe cómo.

El aumento de este tipo de ataques coincide con el incremento, demasiado forzado, del número de efectivos de las fuerzas de seguridad afganas para poder hacerse con el control de seguridad de su propio país en 2014. Un aumento esencial pero insuficiente porque según los expertos se necesitaría un 70% más de efectivos afganos para que la transición pueda llevarse a cabo. Y para ello se necesita de manera urgente recabar millones de dólares no sólo para tener efectivos sino también para equiparles, darles infraestructuras y prepararles bien. Unos requisitos de financiación que además se necesitarán más allá del 2014 que choca con la desesperación de los países de la coalición por largarse se allí.

Mientras, policía y militares siguen sin estar maduros para la transición. Una prueba de ellos son los recientes disturbios en Mazar-i-Sharif, donde varios empleados de Naciones Unidas fueron asesinados por una turba que asaltó la oficina del organismo en respuesta a la quema de un Corán en Estados Unidos. Ante las sospechas de que los cuerpos de seguridad afganos se quedaron de brazos cruzados o no adoptaron las medidas adecuadas ante lo que se venía encima, el jefe policial del lugar afirmaba que el día en que tengan que hacerse cargo del control de su ciudad en solitario va a ser un desastre. Lo más grave es que Mazar-i-Sharif es una de las primeras ciudades elegidas para empezar el proceso de traspaso de la seguridad de la ISAF a los afganos.

Las tropas extranjeras y nativas esperan alertados la nueva ofensiva de primavera de los talibanes, mientras en el ámbito político se aguarda con cautela un nuevo discurso sobre Afganistán de Obama. Será en julio y deberá marcar el inicio del repliegue norteamericano del país, y quizás la confirmación pública de que Washington está negociando con los talibanes. Petraeus, por su parte, podría ser reemplazado en los próximos nueve meses. Ha empezado la cuenta atrás.

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