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Rusia: sentencia anunciada

No será imaginación lo que le falte a Putin para prolongarse en el poder mientras Dios le dé vida y los opositores puedan ser eliminados.

No será imaginación lo que le falte a Putin para prolongarse en el poder mientras Dios le dé vida y los opositores puedan ser eliminados.

No otra cosa podía esperarse del juicio contra Alexéi Navalny, el más popular crítico de Putin desde las esperpénticas elecciones de diciembre de 2011, en que volvió a permutar el puesto (de jefe de gobierno a de nuevo presidente) con su dócil chico de los recados, y esta vez por dos períodos de seis años, que para eso había personalizado previamente la Constitución. Habiendo ocupado ya el cargo en dos mandatos de cuatro años, más otros cuatro como aparente número dos del sistema, doce por detrás y doce posibles por delante significarán 24 instalado en un poder nunca muy limitado, pero cada vez menos, que si al final le conviniera, no será imaginación lo que le falte para prolongarlo mientras Dios le dé vida y los opositores puedan ser eliminados física o civilmente.

Navalny saltó a la fama en el activo movimiento opositor que aquellas elecciones suscitó. Ahora se ha ganado cinco años a una sombra nada acogedora por haber robado un bosque, como él dice de los cargos de que ha sido objeto. Años atrás había asesorado a un gobernador reformista lo que le valió la acusación de que sus reformas para mejorar la comercialización de la madera le había supuesto al estado una pérdida de $30.000. Tras varios intentos el asunto fue desechado por falta de pruebas. Cuando su inoportunidad política se le hizo insoportable a Putin, el caso floreció de nuevo con importantes incrementos, ahora se trataba del robo de medio millón de dólares en madera, y las pruebas eran perfectamente superfluas. La verdadera justicia está en la voluntad del que manda, que sabe mejor que nadie lo que conviene. Así ha sido siempre en el país y el que manda considera antisocial, antipatriótico y extranjerizante cambiarlo.

Bien quisiera Occidente llevar su cruzada democrática a Rusia, pero la política internacional no es evangelismo ideológico y lanzarse al combate universal pertrechados sólo de principios puede significar muy letales tiros por la culata. Ilustraciones abundan por todas partes. El sirio Assad es muy malo pero quienes lo derroquen pueden ser peores y mucho más agresivos. ¿Qué se puede hacer? En Egipto seguimos con la exquisita disquisición de si hubo o no un golpe militar, puesto que ello implica mantener o eliminar la ayuda americana, lo que supone preservar o renunciar a cierto grado de influencia e intercambios con los que de verdad mandan y van a seguir mandando, amén de que cerrar ese grifo es apoyar a quienes se declaran nuestros enemigos y aspiran a utilizar su poder para destruir todo atisbo de despreciada democracia.

Respecto a Rusia, ya ha surgido un caso paradigmático a un par de días de la abominable sentencia. Las autoridades políticas británicas bloquean la investigación sobre el asesinato en Londres en noviembre de 2006 de Litvinenko, disidente ruso pero ya entonces ciudadano británico, antiguamente agente del KGB. La razón, hecha pública por escrito por la ministra de Interior: intereses de política internacional. No se menciona a Rusia, ni falta que hace. No por realista va a ser menos democrático el Reino Unido. Ni hay por qué ocultarlo.

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