No hay grandes diferencias en las valoraciones que hacen los periódicos de los resultados de las elecciones catalanas este domingo. Quizá el mayor contraste lo podrán encontrar los lectores si comparan los editoriales de La Vanguardia y El País. Mientras que el diario catalán no vierte sombra alguna sobre la victoria de CiU y da como seguro que Mas será el próximo presidente de la Generalitat, el diario de Prisa hace una lectura prácticamente calcada a la que hizo Pasqual Maragall tras conocerse los resultados.
El País empieza así hablando de “la Ley electoral injusta, que prima el voto de las circunscripciones menores” para explicar que Maragall haya sacado más votos pero menor número de escaños, mientras que La Vanguardia habla de "la victoria democráticamente incontestable de CiU, de carácter histórico al no presentar como candidato a la presidencia de la generalitat a Jordi Pujol y ceder este el testigo a una nueva generación de políticos nacionalistas que encabeza Artur Mas y, finalmente por un margen suficiente para que se pueda conformar una mayoria alternativa creíble a un gobierno de izquierdas”.
El País, sin embargo, sigue a Maragall, y señala que “los ciudadanos de Cataluña han votado por el cambio. Se ha incrementado en términos absolutos el voto a los partidos de izquierda, y los tres partidos que cubren esta parte del arco parlamentario contarán con una mayoría de gobierno si consiguen ponerse de acuerdo y no se alumbran mayorías alternativas”.
Respecto al PSC y a Maragall, La Vanguardia se limita a señalar que “han vuelto a perder las elecciones. Repite así el infausto resultado de 1999 y, en esta ocasión, también su derrota vuelve a ser por cuatro escaños. Sin embargo, es a todas luces más amarga, ya que Maragall no tenía en frente a Jordi Pujol sino a Artur Mas, a quien ha ninguneado hasta la extenuación. El discurso errático del presidenciable socialista no asumiendo, como hace cuatro años, anoche su derrota hace presagiar que el PSC intentará un gobierno de izquierdas”.
La verdad es que sólo la confianza en que ERC apoyará a CiU justificaría un discurso tan triunfalista como el que practica el diario nacionalista catalán. Decir que “la victoria de Mas tiene un margen suficiente para que se pueda conformar una mayoría alternativa creíble a un gobierno de izquierdas” es una extraña forma de advertir que CiU tendría que pactar con una formación de izquierdas como ERC para conformar una mayoria alternativa al PSC. También hay que reprochar a La Vanguardia que ni siquiera señale que el PSC ha sido el partido con mayor número de votos, con la diferencia además, de que esta vez se presentaba solo y no en coalición con IC en Tarragona, Lérida y Gerona como hizo en 1999.
Sin embargo, cualquier puntualización se hace irrelevante si tenemos presente que todo depende de qué vayan hacer los independentistas de ERC que son los que verdaderamente tienen la clave de la gobernabilidad de Cataluña. Las declaraciones de Carod-Rovira son aun demasiado ambiguas como para hacer pronósticos, si bien cabe advertir la insistencia del dirigente de ERC en apoyar un gobierno de marcado carácter nacionalista. Aunque tambien dijo que no quería pactar contra nadie —con excepción implícita del PP—, es muy improbable que el PSC se implicara en un gobierno de “concentración nacional” con CiU, pues traicionaria el mensaje de “cambio” en Cataluña y sería un lastre insoportable para los socialistas en el resto de España.
Con todo y aun a la espera de qué mayorias se conforme en el parlamento autonómico, ya podemos señalar una clarísimo derrotado en la jornada electoral de ayer como es José Luis Rodríguez Zapatero. Como dice ABC, “pierda o gane Maragall, nunca ganará Zapatero”.
Y es que si Maragall quedara excluido finalmente del Gobierno de Cataluña, esto sólo servirá para poner aun más en evidencia el segundo fracaso electoral de los socialistas tras la derrota de Madrid. Si, por el contrario, llegara al Gobierno, Maragall sólo podría gobernar con una formación abiertamente independentista como ERC que dañaría aun mas la confianza de Zapatero ante las próximas elecciones generales.
Hasta El País tiene que reconocer —aunque sea tímidamente— que hay algunos corolarios políticos de los que deberán tomar nota los socialistas. Quizá podrán participar en un Gobierno de izquierdas, pero lo ocurrido ayer es un nuevo revés del que deberán sacar conclusiones".
La verdad es que las "conclusiones" las deberían sacar los editorialitas de El País pues los socialistas no han hecho más que seguir dócilmente todas las directrices que les ha marcado Prisa y que les ha llevado a cosechar un nuevo revés electoral que tiene el aspecto de no ser ni el último ni el más grave.
Para concluir cabe, sin embargo, echar un jarro de agua fría al excesivo triunfalismo con el que el PP ha acogido sus resultados en Cataluña. Los motivos de satisfacción por lo mal parado que resulta Zapatero, no debería impedir ver a los populares el insuficiente incremento de votos cosechado por Piqué. El PP tocó fondo y ha rebotado con fuerza pero eso no le ha impedido descender al cuarto puesto de los partidos en Cataluña y que sus escaños sean absolutamente irrelevantes. El PP no sólo sigue teniendo la asignatura pendiente de lograr en las autonómicas el mismo respaldo que obtiene en Cataluña en las generales (casi el doble), sino incluso recuperar el porcentaje de votos que llegó a alcanzar en las autonómicas de 1995 donde obtuvo el 13,2% del electorado.
El Mundo es el único diario que señala que “Piqué no puede darse por satisfecho”. Para este diario “Aznar ha fracasado en su intento de construir una alternativa al nacionalismo catalán pese a que sus ocho años en el poder le han proporcionado una ocasión histórica para lograr ese objetivo”.
Aznar no es que “haya fracasado”, es que no ha intentado que su partido se convierta en alternativa al nacionalismo gobernante en Cataluña. Fue él quien decapitó a Vidal-Quadras y, desde entonces, solo ha pretendido que su formación sea comodín de CiU en el gobierno de la Generalitat. Fue Aznar quien abortó desde Madrid una operación que quería convertirse en lo que posteriormente sería el PP en el País Vasco frente al PNV. Con la crítica desacomplejada al nacionalismo catalán, el PP había pasado a ser en 1995 la tercera fuerza política en Cataluña y llegó a cosechar 421.752 votos. Una vez que Aznar renunció a convertir a su partido en alternativa, este partido perdió casi un tercio de su electorado cosechando en 1999 tan solo 297.265, un revés electoral del que los populares aún no se han recuperado.
El PP puede ver con confianza sus expectativas de futuro para hacer desde Madrid frente a la deriva radical que también se avecina en Cataluña. Pero el partido de Aznar debería haber aspirado a meter una cuña de mayor envergadura en la propia Cataluña como ha logrado hacer en el País Vasco. La divergencia entre sociedad civil y clase política catalana —mucho más nacionalista— es más manifiesta si cabe en el caso catalán. Y es que desde que Aznar anunció que “hablaba catalán en la intimidad”, también en la intimidad han tenido que hablar castellano una gran porción de catalanes.
