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Guillermo Dupuy

¿Puede Syriza librarnos de Podemos?

La experiencia de gobierno de Syriza va a ser decisiva, ya sea para bien, ya sea para mal, para el futuro de Podemos en España

Decía Jonathan Swift que "es imposible lograr mediante el razonamiento que alguien abandone una convicción a la que no ha sido conducida por el razonamiento". Tal vez sea estéril, en este sentido, tratar de combatir el populismo colectivista que acecha a Europa tratando de convencer a sus seguidores de que una crisis nacida de una asfixiante regulación económica, un sobredimensionado sector público y un consecuente sobreendeudamiento no puede ser superada mediante más gasto público, más impuestos y mayor rigidez económica. La gran fuerza del populismo radica en unas consignas que no se argumentan sino que se repiten y, sobre todo, en el sentimiento de hartazgo y solidaridad que despierta la pésima situación por la que están atravesando millones de ciudadanos. Y contra eso, desgraciadamente, poco puede a veces el razonamiento.

Sin embargo, hay una gran baza a favor de la lucha contra estos nuevos comunistas, que en realidad no dejan de ser los comunistas de siempre, y que radica, paradójicamente, en el hecho de que una de sus formaciones haya alcanzado el poder. Aquí la praxis puede lograr que se repudie lo que el logos ha sido incapaz de evitar. Creo que la experiencia de gobierno de Syriza va a ser decisiva, ya sea para bien, ya sea para mal, para el futuro de Podemos en España y, en general, para todos esos movimientos transversal y furibundamente antiliberales que pululan por Europa. Si la troika no financia, como dice que no va a hacer, el macrobotellón que Syriza se dispone a celebrar en Grecia es cuestión de escasos meses que millones de ciudadanos europeos –empezando por los griegos abandonen ese sueño como si se tratase de la peor de sus pesadillas.

Si, por el contrario, la troika cede, aunque sólo sea en parte, a las exigencias de Syriza, serán millones de ciudadanos los que reforzarán su convicción de que esa, en realidad, nueva huida hacia delante supone la constatación de que sí se puede y de que los populistas son buenos tanto predicando como dando trigo.

Soy consciente de que siempre quedará un reducto de personas impermeables tanto al razonamiento como a los hechos que podrán alegar que el error de Syriza no radicó en sus propuestas sino en el hecho de haberlas llevado a cabo en el seno del euro, sin tener soberanía monetaria. Es verdad que el colectivismo apela a la patria cuando la apelación al socialismo no basta, y, ciertamente, ya son muchos los que ven una afrenta a la dignidad nacional el que los gobiernos no puedan envilecer a su antojo su propia moneda como forma de monetizar la deuda que genera su incontrolado gasto público. Sin embargo, confío en que serán muchos más los que abandonen las ensoñaciones del populismo en las que ahora están instalados.

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