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Guillermo Hirschfeld

Argentina despierta

Siete de cada diez argentinos dieron la espalda al proyecto de Cristina Fernámdez de Kirchner.

Siete de cada diez argentinos dieron la espalda al proyecto de Cristina Fernámdez de Kirchner.

Ayer, domingo 11 de agosto, se celebraron elecciones en Argentina. Se trataba de las denominas P.A.S.O (Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias), unos comicios previos a las elecciones legislativas que se llevarán a cabo el 27 octubre, pero que sirven para confeccionar las listas definitivas y también para comprobar la fortaleza de las fuerzas políticas. No se trata de un mero trámite, tampoco de una interna de los partidos.

En este esquema, todas las fuerzas políticas que pretendan presentarse en octubre deben postular candidatos y los ciudadanos están todos llamados a votar, aunque no estén afiliados a partidos. Es decir, se presentan todos y votan todos, como si se tratara de "una primera vuelta" de facto de cara a octubre. Es decir, se ha jugado el primer tiempo del partido que podría comenzar a determinar el final o no del kirchnerismo, el perfil de sus posibles herederos y, al mismo, tiempo diseñar el mapa político del país para las presidenciales del 2015.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Provincia de Buenos Aires (es otro distrito diferente al de la ciudad) -donde se suelen librar la madre de todas las batallas políticas- y las provincias de Santa Fe, Córdoba y Mendoza representan juntas cerca del 70% del padrón electoral de más de treinta millones de ciudadanos. En estas cinco circunscripciones se suele decidir todo en una Argentina que cuenta con otras 19 de estas piezas en su arquitectura institucional. El peso de los sufragios está allí.

El resultado del domingo ha representado un duro revés para el proyecto que hoy gobierna la Argentina, teniendo en cuenta que suele desplegar el aparato de gobierno y recursos descomunales para apuntalar a sus candidatos. El Frente para la Victoria, liderado por Cristina Fernández perdió, obtuvo menos votos que las fuerzas opositoras en esos cinco grandes distritos electorales, llegando a alcanzar distancias de más de diez puntos de diferencia con el primero en algunos casos, como por ejemplo en Santa Fe, Ciudad Autónoma de B.A. o Mendoza.

Además, a nivel nacional, siete de cada diez argentinos dijeron ayer "no" o le dieron la espalda al proyecto de la Señora. Mientras en las últimas elecciones presidenciales obtuvo el 54% de los votos, con un 10% más de participación, ayer, en cambio, a nivel nacional, la totalidad de los votos conseguidos por el Frente para la Victoria no habría alcanzado el 30%, lo que representa una caída brutal.

El PRO, la fuerza de Mauricio Macri, ha ganado cómodamente en la Ciudad de Buenos Aires con la lista que encabeza Gabriela Michetti, sin desmerecer el papel destacado de otra fuerza progresista que llevaba diversas listas: a Elisa Carrió o Martín Lousteau, que, una vez diseñada, se ofrece como segunda fuerza; el joven intendente de la localidad de Tigre, Sergio Massa, ha conseguido la difícil tarea de obtener más votos en la provincia de Buenos Aires que el kirchnerismo, además la tercer y cuarta fuerza también son opositoras y han obtenido más del 20%; Hermes Binner, candidato socialdemócrata, y el candidato del PRO Miguel Del Sel dejaron en una posición marginal al candidato oficialista en Santa Fe; el radical Julio Cobos ganó holgadamente en Mendoza y el peronista disidente De la Sota con su candidato Schiaretti otro tanto en la provincia de Córdoba. Cabe destacar también que la fuerza de la presidenta ha perdido hasta en su propia provincia: Santa Cruz.

Aunque la lectura que va a realizar el Gobierno será que ha sido la fuerza política que más votos obtuvo en todo el país, es una pirueta torpe y con trampa porque esto obedece a que la oposición ganadora está constituida con proyectos distritales. Pero todo parece indicar que estamos llegando al final de una etapa. La derrota para el proyecto de Cristina ha sido fuerte.

¿Fin de ciclo?

Han sido muchos los errores que ha cometido Cristina Fernández en tiempo de campaña como, por ejemplo, pretender utilizar la figura del Papa Francisco de una forma tan burda en la campaña empapelando la ciudad con la foto de ellos juntos. Sin embargo, creo sinceramente que lo que más ha irritado en este último tiempo a esa gran mayoría de argentinos que le han dicho ayer "no" a la presidenta es la fatiga, el hartazgo y la angustia de tener que padecer la inseguridad, la inflación, la falta de certeza, los relatos falsos, las agresiones desde el poder al que opina distinto, el descalabro económico, la improvisación, las ocurrencias, las denuncias de casos obscenos de corrupción, el hostigamiento a la prensa, el afán de perpetuarse en el poder y, en definitiva, la cultura del populismo, el clientelismo, la prebenda, la dádiva, el miedo, el escarmiento y una forma demagógica de manejo del poder que ha terminado saturando a casi todos.

Creo también que existe una diferencia entre un autoritario y alguien que pretende instalar un régimen totalitario. El autoritario quiere sumisos mientras que el totalitario pretende ir más lejos porque quiere controlar lo que pensamos las personas, no solo nuestras acciones. Intentan, mediante aparatos de propaganda, instalar la idea de que pensar de determinada manera, insisto, pensar (no actuar) no es admisible.

El resultado de ayer parece haber llegado cuando se cruzó esa barrera que divide un comportamiento del otro y ese tic totalitario parecía empezar a repetirse con mayor frecuencia. Esto sucede cuando desde el poder se intenta ahormar una sociedad con una lógica de extremos y enfrentamientos de estás conmigo en todo o eres un enemigo de la patria, la nación, el pueblo… En este modelo, los matices, las críticas, las dudas y las observaciones representan un obstáculo para un régimen encorsetado. Es un sistema que ofrece en el mercado de las ideas un paquete cerrado, que lo compras o lo dejas. No admite el pensamiento crítico. Reflexionar, debatir, discutir, intercambiar opiniones, ofrecer matices es, en definitiva, pensar, intentar distinguir lo que está bien de lo que está mal, intentar acercarnos a la verdad con libertad.

Y si los totalitarios cierran las vías para que la gente pueda pensar, parece que no queda otra cosa más que interpretar que muchos argentinos se pronunciaron al percatarse de que este peligro puede ser real en su país.

¿Y ahora?

Todavía queda mucho para las elecciones presidenciales de 2015, de hecho falta pasar por las legislativas definitivas de octubre de este año, pero hay un tablero político nuevo en Argentina, un puzzle que empieza a armarse donde las fichas de la presidenta parecen cada vez ser menos. En un país donde los personalismos son más fuertes que los partidos, las elecciones de ayer han dejado ganadores y perdedores.

  • Del lado de los ganadores: Mauricio Macri y Gabriela Michetti, Sergio Massa –definitivamente, si para octubre seduce a los votantes de Francisco de Narváez y amplía aún más su ventaja- y De la Sota (Schiaretti, su candidato, se impuso de forma holgada en Córdoba) por una parte. Por el otro costado ideológico, del lado progresista, también opositor, Binner, Carrió y Cobos.
  • Perdedores: los que apostaron por Cristina; y también entre los opositores Francisco de Narváez, Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín, que se desdibujaron como figuras opositoras con un opaco resultado en Provincia de Buenos Aires (muchos de esos votos en octubre, en un escenario formalmente polarizado, jugarán a ganador y, presumiblemente, se dirigirán a Massa).

Con este panorama, sería lógico pensar que en 2015 nos encontraremos con tres espacios: una fórmula que logre reunir a figuras ganadoras como Macri, podría ser Massa y otras del peronismo disidente; otro conformado por el progresismo que no se adhiere al populismo oficialista y que agruparía a los socialdemócratas de Santa Fe, parte del radicalismo y el frente progresista de ciudad de Buenos Aires; y en tercer lugar, lo que pueda quedar del actual régimen -hoy, solo el gobernador Daniel Scioli, un peronista al uso que estuvo con Menem, Duhalde, Néstor y Cristina- está en condiciones de ponerle rostro a ese proyecto, pero en Argentina todo cambia muy rápido y de forma imprevisible.

No es descabellado pensar que ante la derrota se acelere el éxodo en busca de un nuevo líder dentro del peronismo y en este juego quedó bien parado Massa de cara a octubre y el 2015. Aunque Daniel Scioli buscará preservar el activo que representaba ser el dirigente más moderado y popular dentro de las filas oficialistas, acreditado también por el crecimiento del candidato Insaurralde -cabeza de lista del oficialismo en Provincia de Buenos Aires- a partir del momento en que el gobernador Scioli decidió brindarle un apoyo contundente.

Estos son los interrogantes que nos deja la elección: ¿cómo actuará este modelo ante la derrota? ¿Profundizará la deriva y sus vicios? ¿Mostrará sus fibras más radicales? O, por el contrario, tomará nota de que una gran parte de la sociedad les está diciendo hasta aquí hemos llegado y girará el timón. Todo parece indicar por los antecedentes que, lamentablemente, los que hoy mandan en Argentina son más afectos a seguir la primera senda.

Y, ¿entenderá la oposición que fragmentarse en más de dos espacios sería funcional -con el sistema vigente- para ese treinta por ciento duro con el que todavía cuenta CFK? ¿Contarán con la humildad necesaria para comprender que no son dueños ni siquiera hasta octubre de las voluntades que ayer los apoyaron? ¿Tendrán la grandeza necesaria para leer los resultados con generosidad, sentido de la responsabilidad patriótica para privilegiar lo que une y no lo que separa? Millones de argentinos así lo esperan.

Guillermo Hirschfeld, coordinador de Programas para Iberoamérica de FAES.

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