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OLIMPISMO

Cuarenta años de la Matanza de Múnich

Adolf Hitler concibió las infames Olimpiadas de Berlín, 1936 como un despliegue de la superioridad de la aria Alemania nazi sobre el resto de los pueblos. Efectivamente, Alemania cosechó el mayor número de medallas, pero el racismo nazi recibió una sonora bofetada con el resonante éxito del corredor americano de raza negra Jesse Owens.  


	Adolf Hitler concibió las infames Olimpiadas de Berlín, 1936 como un despliegue de la superioridad de la aria Alemania nazi sobre el resto de los pueblos. Efectivamente, Alemania cosechó el mayor número de medallas, pero el racismo nazi recibió una sonora bofetada con el resonante éxito del corredor americano de raza negra Jesse Owens.  

Owens batió varios récords y ganó cuatro oros. Hitler debió haberle felicitado por sus logros, pero se negó. "¿De verdad se piensan que voy a dejarme fotografiar estrechándole la mano a un negro?". No fue esa la única afrenta que hubo de soportar el líder nazi: nueve atletas judíos conquistaron medallas; atletas como la medio judía Helene Mayer, que las autoridades nazis incluyeron en la delegación alemana para suavizar la imagen racista del régimen nacionalsocialista. (Mayer, triste es decirlo, hizo el saludo nazi en el podio).

Indudablemente, el peor momento de la historia del olimpismo tuvo lugar igualmente en Alemania. Múnich 72: terroristas palestinos de la agrupación Septiembre Negro secuestraron y asesinaron a once miembros de la delegación israelí, algunos de los cuales eran supervivientes del Holocausto. Shaul Ladani llegó a contraer la fiebre tifoidea en Bergen-Belsen. Yakov Springer luchó contra los nazis en el levantamiento del gueto de Varsovia. Zeev Friedman perdió a toda su familia en la Shoá. El periodista italiano Giulio Meotti, que recordó recientemente estos detalles en el Yediot Ahronot, observó que estos hombres, y sus compañeros, fueron los primeros judíos asesinados en Alemania por el hecho de ser judíos desde 1945.

Enlutada, Israel retiró su delegación. Los Juegos siguieron su marcha.

Este año tendrán lugar unas nuevas Olimpiadas. En Londres. Familiares de los atletas israelíes asesinados hace 40 años en Múnich pidieron que se recordara a sus seres queridos con un minuto de silencio. Dos congresistas norteamericanos, Eliot Engel y Nita Lowey, solicitaron lo mismo. Y el Estado de Israel. Pero el Comité Olímpico Internacional se ha negado, como ya hizo otras veces en el pasado. Supuestamente, para no politizar las cosas. La OLP no tuvo esa consideración. Tampoco el Comité Olímpico Internacional cuando aceptó una delegación de Palestina en Atlanta 96.

Recordar la matanza de Múnich ofendería a las muchas naciones árabes y islámicas participantes en Londres 2012, así como a sus aliados, parece ser el argumento tácito. Para un encuentro que exalta la virtud y el mérito, ceder a una presión de este tipo es una desgracia. "Oiremos hablar mucho del espíritu olímpico durante la interminable campaña promocional, pero lo cierto es que [las Olimpiadas] siempre han sido un fraude gigantesco que siempre han preferido apaciguar a los tiranos", ha escrito Jonathan Tobin en la revista Commentary.

Da la impresión de que también hay un punto de frivolidad en la decisión del COI. Después de todo, se supone que los Juegos han de ser un acontecimiento feliz, una celebración global del espíritu de superación y un símbolo de unión a través del deporte. Así las cosas, los israelíes, por lo visto, deberían tener la delicadeza de no aguar la fiesta con sus reclamos morales.

Como en Berlín 36, Múnich 72 y Moscú 80, en Londres 2012 el show debe seguir.


julianschvindlerman.com.ar

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