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URI DAVIS NO ES EL ÚNICO

Judíos contra Sión

La noticia divulgada por Associated Press a comienzos de agosto a propósito de un integrante judío israelí del movimiento palestino Fatah debe de haber levantado más de una ceja entre los lectores.

La noticia divulgada por Associated Press a comienzos de agosto a propósito de un integrante judío israelí del movimiento palestino Fatah debe de haber levantado más de una ceja entre los lectores.
Uri Davis fue uno de los cerca de setecientos miembros de Fatah que se postularon para uno de los ochenta y nueve asientos del Consejo Revolucionario de esta agrupación, que ha controlado el destino de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) por décadas y sido la fuerza dominante en la Autoridad Palestina (AP) desde su creación, en 1994. En los años sesenta, Davis rehusó sumarse al ejército, algo que en aquella época era considerado alta traición por la sociedad israelí. Más tarde se casó con una mujer palestina. Escribió un libro antisionista en los años setenta. Se exilió y unió a Fatah en los años ochenta, convirtiéndose en director de su oficina londinense en tiempos en los que este grupo perpetraba ataques terroristas contra los judíos en Israel y Europa, principalmente. Un caso singular, es cierto.

O quizás no tanto. Pues Davis –que se define como un palestino hebreo-parlante del "estado [practicante del] apartheid de Israel"– no es el único judío simpatizante del nacionalismo palestino. De los extremos de la sociedad israelí han surgido grupos o personajes controvertidos que han dado apoyo a los nacionalistas palestinos a lo largo del tiempo. Así, en 2004 miembros del movimiento ultraortodoxo Neturei Karta visitaron a Yaser Arafat cuando éste se encontraba convaleciente en un hospital parisino; asimismo, se han manifestado a favor de los ataques terroristas contra Israel y respaldado a Mahmud Ahmadineyad en Teherán por sus diatribas antisionistas y negadoras de la Shoá. Emanando del lado laico y de la izquierda radical, agrupaciones como Betselem, Paz Ahora y Rabinos por los Derechos Humanos, sin llegar a estos niveles aberrantes, han sistemáticamente elegido respaldar los reclamos nacionalistas de los palestinos en desmedro de los intereses israelíes, contribuyendo a la difamación global de su propio país con sus actividades, reportes y comunicados tendenciosos.

La oposición judía a Sión se remonta a los tiempos del Mandato Británico sobre Palestina y ha incluido en sus filas a pensadores estelares a los que no se podría atribuir la patología del auto-odio. Martin Buber, por caso, escribió en 1939 –al año de haber arribado a Palestina y dos meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial– un artículo en el diario Haaretz en el que acusaba al sionismo de realizar "acciones [propias] de Hitler en la tierra de Israel" y a los sionistas de querer "servir al dios de Hitler [el nacionalismo] después de que éste reciba un nombre judío". Con anterioridad, el reformismo judeo-alemán del siglo XIX decidió expurgar de sus textos litúrgicos las referencias a Jerusalem y a la Tierra de Israel con el objeto de eliminar todo vestigio nacionalista de los mismos. Para ellos, los judíos constituían una religión y no una nación con reclamos soberanos válidos.

León Trotski.En el otro extremo, la ortodoxia rabínica era antisionista en virtud de su mesianismo fundamentalista. En la Rusia post-revolucionaria de principios del siglo XX los bolcheviques judíos eran profundamente antisionistas: uno de sus líderes más destacados, el judío ateo León Trotsky, veía a Theodor Herzl como una figura "repulsiva". Hoy, parte de los judíos residentes en la diáspora fieramente críticos de Israel suele estar fuera del marco comunitario (aunque de ningún modo es siempre ése el caso); en palabras del psiquiatra y profesor de Harvard Kenneth Levin, "su única filiación con los asuntos judíos son sus ataques a Israel". Juan Gelman y Pedro Brieger tipifican esta categoría en la Argentina.

El tópico de la enajenación de algunos judíos respecto de su propia identidad y de su sentido de pertenencia a su propio pueblo ha preocupado a numerosos historiadores por largo tiempo. El profesor Alvin Rosenfeld, de la Universidad de Indiana, en su ensayo "El pensamiento progresista judío y el nuevo antisemitismo" examinó los escritos de varios intelectuales judíos anti-israelíes del mundo anglo, tales como Tony Kushner, Jacqueline Rose y Tony Judt. Similar preocupación llevó a Theodor Lessing a publicar, en 1930, El amor-odio de los judíos, en cuyas páginas estudió los casos de seis judíos prominentes que repudiaron su identidad. Entre ellos se contaban Otto Weininger y Arthur Trebitsch: el filósofo austriaco Weininger terminó quitándose la vida por eso, en tanto que el periodista vienés Trebitsch se convirtió al cristianismo e instó a los alemanes a no ceder en su lucha contra los judíos: "¡Permaneced firmes! ¡No tengáis piedad! ¡Ni siquiera conmigo!".

Entre quienes evidenciaron alienación (en distintos grados) respecto de su judaísmo encontramos a Karl Marx, quien dejó testimonio de su sentir en el panfleto de 1843 Sobre la cuestión judía; a Rosa Luxemburgo, que en una carta privada respondió a un colega: "¿Por qué recurres a mí con tus penas especiales judías? No puedo dedicar un rincón especial de mi corazón al gueto"; o a Gertrud Stein, quien en 1934 declaró al New York Times: "Hitler debió haber recibido el Premio Nobel de la Paz". Hannah Arendt no tuvo inhibición en ser amante del profesor nazi Martin Heidegger, y lo promovió en círculos intelectuales aun después de la guerra. Friedrich Stahl se convirtió al cristianismo, se hizo profesor de derecho eclesiástico en la Universidad de Berlín y fue líder del antisemita Partido Conservador Cristiano. Todos ellos seguramente coincidirían con la aseveración del poeta judío alemán converso al cristianismo Heinrich Heine: "El judaísmo no es una religión, sino una desgracia".

Aún más atrás en el tiempo, podemos identificar hebreos que trocaron el judaísmo por el catolicismo (cuando el segundo pujaba por anular al primero) y se transformaron en antisemitas impiadosos. Entre sus filas, según ha escrito Gustavo Perednik, han militado Petrus Alfons, Nicholas Donin, Pablo Christiani, Avner de Burgos, Guglielmo Moncada y Alessandro Franceschi.

Así que Uri Davis, el exótico judío israelí de Fatah, no encarna un fenómeno tan excepcional; él integra un linaje trágico que hace a una parte verdaderamente alucinante de la historia judía.


JULIÁN SCHVINDLERMAN, analista político argentino.
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