La mejor demostración de que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) no es tanto un esfuerzo científico como político reside, precisamente, en el hecho de que lo primero en publicarse haya sido el resumen de y para políticos, basado en el segundo borrador del informe científico. Y la versión final del informe científico, según las propias reglas del IPCC, podrá ser cambiada ¡para que sea consistente con el resumen político! O lo que es lo mismo: no importa lo que hayan podido decir los científicos, lo que finalmente irá a misa será lo que decidan los políticos. Nada nuevo bajo el sol de la ONU.
Porque no es la primera vez que sucede. En el borrador del informe evacuado por el IPCC en 1995 los científicos decían esto: "Toda afirmación sobre la posible detección de un cambio significativo del clima seguirá siendo controvertida hasta que las incertidumbres en la total variabilidad natural del sistema climático se hayan reducido". Y esto otro: "A día de hoy, ningún estudio ha establecido positivamente y atribuido todo o parte del cambio climático observado a causas antropogénicas". No obstante, el informe final, tras pasar por las manos de los políticos, concluyó: "El balance de las evidencias sugiere una discernible influencia humana sobre el clima".

Sin embargo, ya puestos en esa tesitura, ¿se creen acaso que los científicos que apoyan la teoría "estándar" del calentamiento trabajan gratis? Como afirma el socialista y físico francés Claude Allègre, detrás de los argumentos del IPCC hay mucho, muchísimo dinero; mucho más del que las "multinacionales" pondrán jamás sobre la mesa. Durante estos años, el alarmismo sobre el calentamiento global (ahora llamado "cambio climático" para poder echar también la culpa del frío al hombre) ha supuesto una lluvia de millones sobre los climatólogos, que, consecuentemente, han incidido en el alarmismo. Exagerar da dividendos. A no ser que caigamos en el absurdo de pensar que el dinero procedente de un lado altera necesariamente las conclusiones y el procedente del otro no. La ley del embudo aplicada al clima.
En todo caso, esto tampoco tendría tanta importancia si la excusa del calentamiento no se estuviera utilizando para, en palabras de Chirac, poner una primera piedra en la construcción de un Gobierno mundial que restrinja nuestras libertades y las deje a merced de los políticos. Si realmente fuera importante la concentración de CO2 en la atmósfera, se podría combatir con tecnologías ya existentes, como la energía nuclear, o en desarrollo, como las que permitirán extraer el dióxido de la atmósfera.
Racionar el crecimiento económico no es el camino. Que se lo digan, si no, a Al Gore, que aún no nos ha detallado cuánto CO2 emiten los aviones en que viaja por todo el mundo para exponer su evangelio.
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