Menú
LIBREPENSAMIENTOS

La olvidada clase media

Es usual el empleo de expresiones como "mayoría silenciosa" o "sufrida clase media" para describir ese anchuroso segmento de la población en las sociedades modernas que, más que ningún otro, trabaja, paga impuestos, promueve el bienestar económico e instituye las costumbres sociales con mayor arraigo y provecho.

Es usual el empleo de expresiones como "mayoría silenciosa" o "sufrida clase media" para describir ese anchuroso segmento de la población en las sociedades modernas que, más que ningún otro, trabaja, paga impuestos, promueve el bienestar económico e instituye las costumbres sociales con mayor arraigo y provecho.
W. G. Sumner.
El miembro representativo de esta gran masa de hombres evolucionados ha llegado a convertirse en el "último mono" de la sociedad. El científico social norteamericano W. G. Sumner denominaba a este sujeto "el hombre olvidado".
 
Suele ocurrir. La ciencia social y la filosofía procuran explicar bajo el amparo de la precisión conceptual aquello que la cultura popular (folkways) y el refranero resumen de modo más directo y conciso: unos tienen la fama y otros cardan la lana.
 
Quiere decirse con esto que, por lo que se refiere al pensamiento, pero también a la vida práctica, brillan muchos sujetos sin merecimiento alguno, mientras que los individuos verdaderamente tenaces y laboriosos, que producen una obra meritoria, nadie, o casi nadie, acaba reconociéndolos y, aún menos, premiándolos. Estos segundos individuos son, por lo común, los últimos en todo, en reconocimiento y ganancia, y muy especialmente en la hora de la providencial "redistribución", ese juicio sumarísimo dispuesto por el Estado que, como asimismo recoge la sabiduría popular, parte y reparte, quedándose siempre con la mejor parte.
 
Del laborioso científico de las ciencias sociales William Graham Sumner (1840-1910), autor de una voluminosa y sólida obra intelectual, profesor en la universidad de Yale y polemista convincente y tenaz, consta por lo general, en los textos académicos y las enciclopedias, no más que una somera reseña. O acaso lo que todavía resulta más ofensivo y afrentoso: una noticia tópica, cuando no torticera; impostora y subrepticia, cuando no llanamente mendaz y demagógica. Esos pocos espacios y esas voces que conceden una mezquina atención y cortesía a Sumner tienden a retratarlo como un pertinaz y fiero defensor del laissez faire, un acólito de ese lobo feroz etiquetado vulgarmente como "darwinismo social".
 
Darwin.Bajo epíteto tan vago pretende darse a entender mucho más de lo que sus términos contienen o pueden significar estrictamente. Lo corriente es arrojarlo contra el adversario a modo de dicterio y anatema, de desahogo ideológico. Como excusa vana para condenar el capitalismo.
 
La verdad es que W. G. Sumner, y con él buena parte de los científicos de la época, estuvo fuertemente influido por el paradigma evolucionista, el imponente capítulo de la ciencia natural que compone Charles Darwin y cuya ignorancia, menosprecio o aprensión sólo alienta a las mentes pacatas e incompetentes. Sumner, en efecto, se beneficia intelectualmente de la interpretación darwinista de la naturaleza, no desaprovechando su aplicación en el campo social.
 
Thorstein Veblen, colega de Sumner en Yale, quien reconoció públicamente su trabajo científico, redacta el clásico Teoría de la clase ociosa, así como el resto de su producción sociológica, bajo la impronta del modelo evolucionista, y sin quitarle el ojo a los textos de Herbert Spencer. Pues bien, Veblen, escorado notoriamente al "progresismo", nunca resulta sospechoso. Pero el liberal Sumner, cuando no es olvidado, es brutamente vilipendiado por la "historia oficial". Nada, pues, de extraordinario. Siempre ha habido clases, incluso entre los sociólogos, los economistas y los científicos sociales. O, sobre todo, entre ellos.
 
Para no pocos círculos académicos y de mera opinión, la ficha de Sumner se resume en la leyenda America's leading Spencerian. Como si tal condición supusiese un motivo de descrédito. Lo cierto es que la biografía intelectual de Sumner experimenta una marcada evolución, que trascurre desde una inicial etapa como clérigo episcopaliano (alternada con algunos periodos de práctica anglicana) hasta arribar a una definitiva consolidación como científico social. En dicha transición ejercen gran influencia los trabajos de Spencer, en particular Study of Sociology, texto que adopta como manual escolar una vez incorporado al cuerpo profesoral de Yale.
 
Esta opción es una de las causas de la filiación spenceriana que se cuelga de la espalda de Sumner como una cruz, así como de una sonada disputa que mantendrá con las autoridades de la universidad norteamericana, en la que, una vez más, la programación académica y la política educativa se mezclan con los conflictos ideológicos, de autoridad y de dominación doctrinal.
 
El peso de estas dos inclinaciones –la de clérigo y la de científico– condicionan poderosamente el "complejo" sentido del conservadurismo de Sumner, tal y como ha sido definido por uno de sus más finos y competentes estudiosos, Robert C. Bannister.
 
Según Bannister, la obra de Sumner fluctúa entre dos impulsos contrarios: la tradición y el progreso, el peso de las costumbres (mores) y la vigencia de la ciencia, unos asuntos que fijan el argumento de uno de sus libros principales, titulado, no por casualidad, Folkways. Aquí se confrontan los impulsos contrapuestos de Sumner: por un lado, el afecto por la comunidad orgánica, la continuidad histórica y los valores tradicionales, y, por otro lado, el compromiso con la libertad individual y la actividad productiva, la provechosa competitividad en la vida y el éxito en las empresas particulares.
 
Leonardo da Vinci: EL HOMBRE DE VITRUVIO.El eco de este litigio (no siempre felizmente resuelto), recogido en la reflexión sobre la función social y el valor moral de la filantropía, la solidaridad y la solicitud hacia el Otro, se deja sentir, asimismo, en el ensayo más justamente celebrado de Sumner: The Forgotten Man (El hombre olvidado), incluido como capítulo IX del libro What social classes owe to each other (Lo que las clases sociales se deben entre sí, 1911).
 
Según Sumner, las sociedades se desarrollan según leyes subyacentes cuya eficiencia no puede ser suplantada, ni mejorada, por las políticas públicas. El hombre no ha hecho la ley de los mejor dotados, es decir, de aquellos individuos que trabajan y se esfuerzan, se valen por sí mismos y progresan. Pero sí se ha empeñado desde antiguo en intervenir sobre (y contra) la ley natural por medio de legislaciones "positivas" con el propósito de favorecer a los peor situados a costa de los mejor situados. La falacia de toda legislación coercitiva, pomposa y moralista, afirma Sumner, no hace sino robustecer el fetichismo de lo gubernamental:
 
"Olvidando que un Gobierno, por sí mismo, no produce nada en absoluto, desatienden un hecho clave a tener presente en toda discusión social, a saber: que el Estado no entrega un centavo a persona alguna sin reclamársela a otra que, previamente, lo haya tenido que ganar y ahorrar. Esta última persona no es sino el Hombre Olvidado".
 
He aquí consumada la negación del evolucionismo, esto es, la cruda involución: el individuo que se vale por sí mismo –"se comporta correctamente, cumple sus contratos y no pide nada"–, o sea, el hombre representativo de lo que acabará constituyendo la denominada "clase media", se erige, en consecuencia, no en el primer hombre en la naturaleza, sino en el hombre olvidado, el "último mono" de la sociedad.
 
"El Hombre Olvidado aparece en todo momento como el individuo meritorio, afanoso, independiente y autosuficiente. No es, estrictamente hablando, un 'pobre' ni un 'débil', sino simplemente aquel que se ocupa de sus propios asuntos, y no se queja. En consecuencia, los filántropos nunca piensan en él; es más, le desprecian".
 
¿Por qué algunos lo llaman "progreso", "solidaridad" y "filantropía", cuando en realidad están hablando de involución, miseria y retroceso?
0
comentarios