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LA IMPORTANCIA DE LOS VALORES PARA OCCIDENTE

Lo que saben Sarkozy y Pera

Una brisa recorre la columna vertebral de Occidente: el sano orgullo de las convicciones, la posesión tranquila y fecunda de una herencia de valores morales sobre los que construir el bien público. El ejemplo reciente de lo que ha ocurrido en Francia es algo más que un indicador de tendencias.

Una brisa recorre la columna vertebral de Occidente: el sano orgullo de las convicciones, la posesión tranquila y fecunda de una herencia de valores morales sobre los que construir el bien público. El ejemplo reciente de lo que ha ocurrido en Francia es algo más que un indicador de tendencias.
El nuevo presidente de Francia, Nicolas Sakozy

Frente a la algarabía y al desorden, a las revueltas anárquicas de las nuevas generaciones de desheredados del sistema estatal, se alza una concepción de la vida pública, y de la presencia de las religiones en la vida pública, que no hace ascos a la historia del hecho religioso en la sociedad ni se enroca en los complejos producidos por una razón secular matrimoniada con un Estado invasor de lo antropológico, fruto de la Ilustración, que ha generado más violencia de lo que parece.

La ley francesa de separación de 1905, ley de laicidad al modo francés, heredera última de los postulados de la revolución francesa, ha sido objeto de reflexión y referencias permanentes en la reciente campaña francesa. En las páginas de La Croix, el 4 de abril, Sarkozy explicó que en su proyecto político caben ciertos retoques a esa ley y una serie de medidas que apuntalan una concepción de las relaciones entre la religión y la política en las claves de una necesaria respuesta a los problemas de integración, de diferenciación cultural; la pérdida de valores que sufre Occidente.

Además, apuntó que si hubiera el necesario consenso –y, si no, trabajaría porque se produjese– estudiaría el Informe Machelon sobre la financiación de lugares de culto por parte de los municipios. Piensa, como buen seguidor de Alexis de Tocqueville, que la presencia pública de lo religioso es expresión de una libertad que debe ser protegida por el Estado. Lo religioso es, para Sarkozy, un signo de identidad capaz de generara nuevos recursos de ideas y de vida en la sociedad. En la citada entrevista, señalaba sin complejos: "La religión católica es uno de los fundamentos de la identidad francesa. La identidad, sin embargo, no es una noción petrificada. Detrás de la moral laica y republicana hay dos mil años de cristiandad".

Giuliano Ferrara, director de Il FoglioEse sano orgullo de las convicciones no es producto sólo francés, aunque allí tenga peculiares perfiles. En Italia se da un proceso que, aunque no igual, sí puede ser entendido en esta clave. Ocurrió principalmente a partir del debate generado por la ley de reproducción asistida. Apareció una nueva generación de "ateos devotos" o "agnósticos cristianos" que defendían posiciones concordes con las sostenidas por la Iglesia en el debate público. Pongamos el caso de Giuliano Ferrara, y su diario Il Foglio que, con la gracia que les caracteriza, el día del referéndum sobre la ley de fecundación asistida cambió la cabecera de su periódico, que se convirtió en Il Figlio (El hijo). Piensa Ferrara que la concepción de libertad del ideario ilustrado no es concorde con la plena condición humana; reconoce que la libertad del hombre, lo más grande que posee, tiene un origen fuera de él.

Otro caso, éste ya más conocido, es el de Marcello Pera, ex presidente del Senado. Al que podríamos sumar el de Oriana Fallaci, que desde las columnas del Corriere de la Sera fustigó la citada ley y los intereses y la prepotencia de los laboratorios. Y por qué no referirnos a los denominados "teodem", creyentes del Partido Demócrata, Paola Binetti y Luigi Bobba, que enarbolan la bandera de la vida y de la familia en un entorno ciertamente hostil. Quizá sea cierto que la generación producto del mayo del 68 haya cambiado. Una muestra más de la capacidad del hombre de buscar la verdad, de encontrarse con ella y de reconocer que el progreso auténtico es primero y siempre un progreso del espíritu.

Hace unos días ha aparecido en España un libro, publicado por esa magnífica editorial que es Ciudadela, del intelectual norteamericano Thomas E. Wood, titulado Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental. Es una síntesis ejemplar de la capacidad del pensamiento cristiano y de la genialidad de los cristianos por hacer de la historia una historia al modo de Dios que siempre lo es al modo del hombre. En un último capítulo, el autor señala que "la amnesia histórica que Occidente se ha impuesto no puede borrar ni el pasado de la Iglesia ni su función decisiva en la construcción de la civilización occidental". Esto lo saben, o sabían, Sarkozy, Pera y Fallaci, entre otros. ¿Y en España? ¿Se han enterado nuestros políticos?

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