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LA PEQUEÑA LOLA

Un estreno lleno de interés

Esta semana se estrena La pequeña Lola (Holy Lola). El famoso cineasta francés Bertrand Tavernier, probablemente influido por la experiencia de su hija en el Tercer Mundo, decide adaptar la novela que ella escribió sobre la ayuda humanitaria en Calcuta. Pero opta por centrarse sobre un tema específico de actualidad: la adopción internacional.

Esta semana se estrena La pequeña Lola (Holy Lola). El famoso cineasta francés Bertrand Tavernier, probablemente influido por la experiencia de su hija en el Tercer Mundo, decide adaptar la novela que ella escribió sobre la ayuda humanitaria en Calcuta. Pero opta por centrarse sobre un tema específico de actualidad: la adopción internacional.
Fotograma de La pequeña Lola

Para abordar ese espinoso tema elige un país tan lejano y exótico como Camboya. Una joven pareja, el Dr. Ceyssac (Jacques Gamblin) y su esposa Géraldine (Isabelle Carré), inician un viaje que les enfrentará a la tremenda complejidad de la adopción legal e ilegal, así como a sus propios miedos internos y egoísmos. Para ellos, se inicia una aventura agotadora y extraordinaria: ronda de visitas a orfanatos, enfrentamiento con las autoridades francesas y camboyanas, amenazas de traficantes.

En un formato comercial, aunque siempre minoritario por el tema, Tavernier hace una exposición muy crítica del mercadeo negro de adopciones con países del tercer mundo. Ocho semanas de espera, mafias, dinero entregado por doquier, falsas promesas, informaciones inexactas, mentiras, incertidumbres, violaciones de los derechos humanos… y una catarata burocrática inacabable. Pero el film también presenta una mirada crítica –aunque menos- hacia ciertas formas de entender la adopción: padres que eligen hijo como si estuvieran en un supermercado, sin defectos, sin enfermedades y guapos; padres que viven una obsesión casi enfermiza por el hijo que no tienen, como si en ello les fuera el sentido de la vida; padres que proyectan en el futuro hijo todos los fantasmas de su vida afectiva, personal y sexual. Y de hecho, la pareja protagonista del film padece, con cierta moderación, todos estos defectos. En especial, sufren un excesos de sentimentalismo (insoportables son los monólogos que graban en un casette dirigidos a su hijo aún hipotético). Una cultura, en fin, en la que a veces se pierde de vista que un hijo es un don, y no un derecho. Respecto a los desnudos frecuentes de la protagonista cuando está en su habitación del hotel, el cineasta los justifica aludiendo a una metáfora de la maternidad y de la fertilidad.

La película es formalmente buena, bien rodada, bien montada, con un interesante aire documental y una esmerada banda sonora. En fin, un producto menor de Tavernier, pero llena de interés, ideal para debates de cine forum y que denuncia una realidad sangrante de nuestros días.
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