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Itxu Díaz

No votar y otras ideas estúpidas en caso de guerra

A quienes se consuelan pensando que Europa no nos dejará equivocarnos: Ursula von der Leyen es como Margaret Thatcher... después de una lobotomía.

A quienes se consuelan pensando que Europa no nos dejará equivocarnos: Ursula von der Leyen es como Margaret Thatcher... después de una lobotomía.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. | EFE

Como la mayoría de nosotros no tenemos tanquetas en el sótano, baterías antiaéreas disuasorias en el balcón –los idiotas grabando tiktoks no cuentan– ni fusiles en el armario ropero, alguien debe encargarse de nuestra seguridad. En una democracia, las cosas del matar y defenderse están, así, en manos del Gobierno. A menudo todo lo que podemos hacer es rezar para que manejen eso mejor que la política fiscal.

Con todo, llegada la hora de la pólvora, no es lo mismo tener al mando de tu defensa a Ronald Reagan que a Joe Biden, que es un tipo capaz de desconcertar a los iraníes mostrándoles en público su cariño y solidaridad por el ataque ruso, mientras Putin masacra ucranianos. Su margen de error ronda los 2.000 kilómetros, tanto para la guerra como para la paz. Admito que vivo con el ansia de que ordene bombardear Madrid queriendo atacar Moscú. Nada es imposible para un hombre que lo primero que hace al llegar a un mitin es preguntar a los suyos: "¿Qué estoy haciendo aquí?".

La seguridad de España no está en mejores manos. Al frente está Pedro Sánchez, que es capaz de enviar armas a Ucrania por la mañana, no enviarlas a mediodía y volver a mandarlas por la noche. Que están los ucranianos pensando que van a tener que defenderse de los rusos utilizando como tirachinas las mascarillas que el Gobierno les envió la semana pasada. Tengo yo más determinación metiéndome en el agua del Orzán en el mes de enero que Sánchez dirigiendo los compromisos militares de la nación. Y no, el presidente no está secuestrado por los malvados ministros comunistas, sino viviendo una eterna luna de miel con ellos y, en consecuencia, dejando en manos de los amigos del agresor la defensa del agredido.

Si miras alrededor, las cosas no pintan mucho mejor. Macron es el típico tío al que solo le encargarías la defensa de algo que odies de verdad, como los grupos de WhatsApp de padres del colegio o la bicicleta elíptica; Scholz podría morir congelado si cabrea demasiado a Putin; y Boris Johnson no es Churchill, por muchas copas que sea capaz de beber sin perder del todo el equilibrio. Trump definió con bastante acierto la situación el pasado sábado: "El problema no es que Putin sea inteligente, sino que nuestros líderes son muy tontos".

Visto lo visto, ayer me venía a la cabeza esa legión de votantes que, en cada cita electoral, eligen la papeleta con desdén mientras repiten frases manidas como: "Da igual, si todos los políticos son iguales". Asumo que nadie que camine por la calle sin capirotes de papel de aluminio en la cabeza acude a votar reflexionando sobre la posibilidad de un holocausto nuclear, pero lo cierto es que, sea como sea, los españoles hemos delegado nuestra seguridad en gobernantes que llevan años esforzándose en acreditar su incompetencia en todas las áreas a la vez. Ni el mejor ejército del mundo puede sobreponerse al infortunio de tener un idiota al frente.

A quienes se consuelan pensando que Europa no nos dejará equivocarnos, tan solo quiero recordarles que Ursula von der Leyen es como Margaret Thatcher; pero como Margaret Thatcher después de una lobotomía. La presidenta de la Comisión Europea que ayer apostaba por una Europa verde y feminista y anteayer recibía con honores a la niña Greta Thunberg como coach climática de eurodiputados podría estar en estos momentos consultando su política de defensa con el Capitán Planeta.

Si Alemania y todos esos países nórdicos donde hace demasiado frío como para estar bien de la cabeza son nuestra garantía de seguridad para enmendar la flacidez intelectual del Gobierno de Sánchez, tan solo podemos rezar para que en la próxima guerra mundial el enemigo venga en patinete eléctrico y arrojando flores. Que, al final, el problema de centrar tu gestión política en la lucha contra el cambio climático es que los molinillos de las renovables están bien, supongo, para mantener a raya la sobrepoblación de estorninos, pero hacen aguas como sistema de defensa antiaérea cuando alguien quiere meterte un misil tomahawk en el comedor de casa. Y Putin estaría encantado de servirnos la cena a todos.

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