Menú
José García Domínguez

El canto del cisne de la socialdemocracia

Las políticas que definen la esencia misma de la socialdemocracia resultan imposibles de aplicar. Así de simple. Guste o no, es la realidad.

Las políticas que definen la esencia misma de la socialdemocracia resultan imposibles de aplicar. Así de simple. Guste o no, es la realidad.

Es sabido que en Alemania nadie cobra el salario mínimo. Y por una razón simple: no existe desde que los socialistas lo suprimieron. Fue cuando la célebre Agenda 2010 del canciller Schröder. "El mayor recorte de prestaciones sociales desde 1949", a decir del nada sospechoso de izquierdista Frankfurter Allgemeine Zeitung. Si ahora gana la CDU quizá se restaure. Merkel lo ha prometido en su programa. Alemania, esta Alemania, constituye la prueba de que ya no tiene ningún sentido el debate en torno a si puede sobrevivir el Estado del Bienestar tal como fuera concebido en el siglo XX. No hay nada que discutir: no puede. La cuestión es otra. A saber, la de si Europa será capaz de mantener sus señas de identidad básicas o, por el contrario, deberá doblegarse a la hegemonía del capitalismo individualista anglosajón.

Tantos años después, todavía no se ha entendido que la caída del Muro certificó algo más que el óbito definitivo de aquel muerto viviente, el comunismo. Porque quien de verdad estaba siendo expulsado del escenario de la Historia no era el cadáver insepulto de Marx, sino la socialdemocracia. Algo que no tardaría en descubrir el primer Gobierno de Mitterrand en Francia. Y poco después, en 1994, la Suecia que se vio forzada a desmantelar a toda prisa su legendario Estado del Bienestar por exigencia de los mercados internacionales de deuda. Las reglas simplemente habían cambiado. Y la socialdemocracia había perdido la partida. Lo de Suecia fue su canto del cisne.

En lo sucesivo, los mercados no iban a tolerar que ningún Estado tratase de aumentar el empleo recurriendo a expandir la economía con cargo al déficit. En un mundo de libre circulación de capitales por encima de las fronteras nacionales, las políticas que definen la esencia misma de la socialdemocracia resultan imposibles de aplicar. Así de simple. Guste o no, es la realidad. Y siempre conviene llevarse bien con la realidad. He ahí, por lo demás, la gran paradoja de nuestro tiempo. Cuanto más se agrieta y desmorona la estructura económica que hizo posible el Estado del Bienestar socialdemócrata, más se aferran los europeos, empezando por los alemanes, a esa forma de orden social. Que en Alemania van a ganar las derechas es seguro. La única incógnita será saber cuál de las dos.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios