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José García Domínguez

Lecciones de populismo sanitario

Estamos, otra vez, a cinco minutos de los hospitales de campaña.

El populismo es como la pornografía: también resulta en extremo difícil definirlo de un modo preciso apelando al lenguaje oral o escrito, pero, en cambio, todos lo reconocemos a primera vista, sin la menor dificultad, cuando nos encontramos cara a cara frente a él. Aquí, en España, como en todos los lugares refractarios a las librerías, el populismo ha triunfado desde siempre en el periodismo de garrafón, en la política y en eso que los exquisitos llaman “artes escénicas”. Lo que todavía no habíamos catado hasta ahora era el populismo sanitario, que es lo que se apresta a poner en marcha la Generalitat a través de esa muy teatral iniciativa ultimísima suya, la que planea acorralar al virus en los bares y restaurantes, dejando al tiempo que se mueva según su libre albedrío le dé a entender por el resto de los ámbitos donde se desarrolla la vida social catalana.

La idea, si no la he entendido mal, consiste en permitir que la gente se siga amontonando dentro de las empresas y los edificios de oficinas mal ventilados, amén de continuar desplazándose al modo de sardinas enlatadas en el metro, los trenes de cercanías y los autobuses urbanos. Pero, cuidado, que no se les ocurra ir a tomar una cerveza en alguna de esas improvisadas terrazas de los bares que ahora ocupan tramos de la calzada por los que antes de marzo circulaban los coches. Eso no. Resulta que la Unión Europea acaba de establecer un semáforo de la pandemia que enciende su bombilla roja, lo que sirve de alarma para no viajar al territorio en cuestión, cuando en una zona se dan más de 50 casos de covid por cada cien mil habitantes y hay más de un 3% de positivos en los test PCR. Bien, pues mientras estamos todos entretenidos glosando lo malvada que es la señora Ayuso, resulta que aquí, en Cataluña, tenemos 268 casos por cada 100.000 habitantes, amén de un 8,15% de positivos en las pruebas PCR.

Estamos, otra vez, a cinco minutos de los hospitales de campaña. De ahí que la Generalitat se haya decidido a dar un sonoro puñetazo encima de la mesa. Van a hacer algo en verdad contundente y radical, caiga quien caiga: chaparán los bares.

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