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José Luis Roldán

El espejo de Susana

El espejo andaluz sólo muestra podredumbre a una sociedad que ha perdido su dignidad.

Ha vuelto Susana del vacío. Del vacío institucional, que, aunque no lo hayamos notado (lo cual demuestra lo superflua que resulta esta casta), haberlo haylo, puesto que ella lo dice, y de eso entiende. De vacío. La estaba echando de menos. Ansiosamente. Pues no es lo mismo oír hablar del fraude milmillonario de los fondos de formación para el empleo al conzejero don Jozé Zánchez o a ese otro que, sin ser Darwin, parece escapado de la botella de Anís del Mono, tan áspero. Claro que eso pasa por haber aplicado la estrategia del calamar, es decir, emborronar la escena, diluir todo vestigio que pudiera recordar al personal que aquí, en la región con más desempleados de Europa, hubo no hace mucho una Consejería de Empleo tan parecida a la cueva de Alí Babá que la divina Alaya terminó imputando a sus tres últimos consejeros.

Así, con el negociado de la cosa taraceado como un mosaico, Ella, la Suprema, se ha visto obligada a dar la cara. No digo actuar, no se me malinterprete. Cacarear. Porque, aunque recite cansinamente eso de "Los ciudadanos nos piden hechos y no palabras", ella sólo cacarea, no pone huevos.

Esta vez, sin embargo, ha dicho algo que me ha llevado a la reflexión profunda:

Somos un espejo incómodo de que otra política es posible…

La frase, como el espejo, es en sí un arcano; mas enderezada y descifrada, da qué pensar. Yo, que, como Borges, siento el horror de los espejos,

prolongan este vano mundo incierto
en su vertiginosa telaraña…
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman,

siento, también, ante este espejo andaluz la incomodidad, desde luego, y el desasosiego, el vértigo y la náusea.

El espejo andaluz que ante el terrible drama de 1.450.000 desempleados refleja el rostro granítico de un exconsejero de Hacienda (¡oh casualidad!) que se ha embolsado, a través de una vertiginosa telaraña de empresas, 50 millones de euros (más de 8.000 millones de pesetas) que debieron ir destinados a la formación de esos desafortunados.

El espejo andaluz que refleja los rostros de dos expresidentes, seis exconsejeros, otros tantos viceconsejeros y unas cuantas docenas más de altos cargos de la Junta en el banquillo de los acusados.

El espejo andaluz que refleja a millares los rostros de tantos parientes, amigos, correligionarios, sindicalistas afines, serviles lacayos y otras especies de parásitos apacentados en las muelles y seguras praderas de la administración pública, sin otro mérito que el ser pariente o amigo o correligionario o, simplemente, vil lacayo, y sin más obligaciones que succionar las ubres ubérrimas del presupuesto.

El espejo andaluz que refleja una sociedad con las mayores tasas de pobreza, de víctimas por violencia de género, de fracaso escolar, de contratación precaria, de mileuristas y subempleados.

El espejo andaluz que refleja una comunidad con impuestos nórdicos y servicios tercermundistas.

El espejo andaluz que sólo muestra podredumbre a una sociedad que ha perdido su dignidad.

No sé si otra política será posible, como afirma Susana ante el espejo; lo que sí sé es que es necesaria; y que, desde luego, no vendrá de manos de los mismos que han expoliado Andalucía y la han sumido en un lodazal pútrido.

Susana, como la malvada madrastra de Blancanieves, sabe que el espejo no miente, y que el reflejo de su rostro en él está empañado por el hálito hediondo de la corrupción.

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