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CIENCIA

Atlas del firmamento

Llega agosto, y con él los calores, los cielos despejados, las noches frescas, los meteoros. Hablaremos en los medios de comunicación, una vez más, de perseidas o lágrimas de San Lorenzo, y aumentará el número de estrellas fugaces en el firmamento. Pocas actividades son tan placenteras, didácticas y baratas como observar el cielo en una noche de verano. Si además uno tiene la suerte de poder reconocer un par de constelaciones por su nombre, la sensación de felicidad se duplica.

Llega agosto, y con él los calores, los cielos despejados, las noches frescas, los meteoros. Hablaremos en los medios de comunicación, una vez más, de perseidas o lágrimas de San Lorenzo, y aumentará el número de estrellas fugaces en el firmamento. Pocas actividades son tan placenteras, didácticas y baratas como observar el cielo en una noche de verano. Si además uno tiene la suerte de poder reconocer un par de constelaciones por su nombre, la sensación de felicidad se duplica.
Los seres humanos estamos unidos al cielo por un hilo invisible y milenario. Algo conservamos de nuestros abuelos, acostumbrados a vivir al ritmo que marcan la estrellas. Hasta hace muy poco, la contemplación del Cosmos era una estrategia de supervivencia. Se requería conocer algo de astronomía doméstica para anticipar las estaciones, la duración de los días, las migraciones de las aves y el clima.
 
Un agricultor egipcio sabía más de astronomía, quizás, que un estudiante de bachillerato de hoy. Necesitaba saber cuándo sembrar y recoger, cuándo proteger las plantas de la inclemencia, cuándo buscar cobijo para el ganado… De ahí que observara con atención las estrellas y la luna, por la noche, y las nubes y los vientos, por el día.
 
Hoy, mirar al cielo es una afición para algunas personas y una tarea para muchos investigadores. Pero el común de los mortales se pasa la vida sin saber dónde se puede encontrar la Estrella Polar. Con Atlas del firmamento, Vicente Aupí pretende echar una mano a estos últimos ofreciéndoles un prontuario de conocimientos básicos para integrarse en las filas de los aficionados a la astronomía.
 
Atlas del firmamento cuenta con dos partes claramente diferenciadas. En la primera, Aupí repasa ideas sencillas sobre el orden del Cosmos, el porqué de los movimientos celestes, los cuerpos más importantes del Sistema Solar, así como la historia de los científicos que nos han ayudado a conocerlos y de los aparatos sencillos que podemos utilizar para acercarnos a las estrellas. En la segunda, muestra un puñado de mapas celestes basados en los atlas Tycho y en datos de la Agencia Europea del Espacio.
 
Sería demasiado ingenuo pensar que el lector profano va a poder navegar, con sus prismáticos o sus telescopios domésticos, con la sola ayuda del libro de Aupí. Me temo que la experiencia es algo más compleja y, al principio, frustrante. Por ello, parece que la inclusión de mapas celestes tiene más sentido en una obra destinada a públicos algo más especializados que en ésta, de divulgación popular.
 
En cuanto al contenido teórico, sí resulta altamente atractivo para el lector lego, mientras que se antoja excesivamente sencillo para el aficionado más avanzado (sobre todo, porque sigue una estructura demasiado similar a la otros productos, de la misma editorial, que obtuvieron un gran éxito hace algunos años). Además, a pesar de tratarse de una edición corregida y revisada, presenta algunos datos que el pulso de la actualidad ha dejado añejos. Por ejemplo, a Plutón se le sigue considerando un planeta.
 
Salvados estos matices, la obra es idónea para primerizos que quieran disfrutar del cielo en verano mientras aprenden algo sobre la ciencia más antigua y fascinante: la astronomía.
 
 
VICENTE AUPÍ: ATLAS DEL FIRMAMENTO. Planeta (Barcelona), 2007, 317 páginas.
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