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LA LEY, DE BASTIAT

Impuestos progresivos, saqueo masivo

Hace mucho tiempo, el Estado sólo se ocupaba de defender la libertad, el derecho a la vida y la propiedad de las personas. A ese Estado se le denominaba "Estado gendarme". Pronto comenzó a buscar más recursos para crecer, y se inventó la "solidaridad" para justificar su expansión.

Hace mucho tiempo, el Estado sólo se ocupaba de defender la libertad, el derecho a la vida y la propiedad de las personas. A ese Estado se le denominaba "Estado gendarme". Pronto comenzó a buscar más recursos para crecer, y se inventó la "solidaridad" para justificar su expansión.
Detalle de la portada de LA LEY.
A partir de ahí se crearon nuevos derechos, que cubrían todos los aspectos de la vida. La sociedad tenía derechos a una vivienda digna, a la seguridad social, a una pensión…Y los impuestos crecieron y crecieron hasta convertirse en una pesadilla. ¿Será que "no hay nada tan cierto en el mundo como la muerte y los impuestos" (Franklin)?
 
Precisamente ahora, en plena campaña de la renta, conviene analizar si los impuestos son realmente justos. Para Bastiat, un economista francés del siglo XIX, cuando las leyes pasan de defender los derechos esenciales (vida y propiedad) a justificar el "despojo legal", esto es, quitar a unos para dar a otros, los impuestos legalizan el robo.
 
En un principio la redistribución se aplicaba únicamente a la asistencia social, pero pronto acabó extendiéndose el reparto de ricos a pobres a transferencias cruzadas de pobres a ricos, de ricos a ricos y de pobres a pobres.
 
En este sentido, como subraya Bastiat, cuando la legislación "pone la mano en la riqueza adquirida por todas las clases para aumentar la de una clase dada (…), no habrá clase alguna que no pretenda con razón poner también la mano sobre la Ley". El resultado es claro: la ley defiende la injusticia.
 
Habrá quien se plantee por qué es injusto que el Estado tome de unos para dárselo a otros, cuando realmente a algunos "les sobra" y todos tenemos que contribuir al "bien común". De entrada, la redistribución social se apoya en una concepción de la justicia claramente marxista: de cada quien según sus posibilidades, a cada cual según sus necesidades. Por eso la gente oculta progresivamente "sus capacidades", para no verse sometida al yugo de la sociedad, mientras crece el negocio de dedicarse a vivir del prójimo.
 
Frédéric Bastiat.En cambio, en la concepción clásica, el leit motiv de la justicia era el suum cuique, es decir, "a cada cual lo suyo". Sin embargo, cuando el Estado, guiado por una causa aparentemente buena (por ejemplo, mejorar la situación de los más desfavorecidos), decide que los impuestos no se destinen únicamente a sufragar la policía, el ejército y la administración de justicia, sino también a financiar la cultura, la educación, las empresas, las asociaciones, la ayuda al Tercer Mundo o la investigación con células madre, etcétera, entonces, precisa Bastiat, estamos ante un claro "despojo legal".
 
Ante este sistema de latrocinio caben dos alternativas: o reducirlo o anularlo. Reducirlo equivaldría a decidir que sólo se puede destinar una parte de los impuestos a la beneficencia y el resto a las funciones tradicionales del Estado. Anularlo supondría permitir la verdadera solidaridad: que cada cual decidiera cómo ser generoso con los demás, sin que le obligaran a ello so pena de acabar en la cárcel.
 
Por supuesto, también se puede continuar con este sistema claramente injusto. Ahora bien, las consecuencias de mantener el "despojo legal" son perversas. Por un lado, la gente ve cómo se penaliza el ser emprendedor y se premia el no serlo. Por otro, hay quien se dedica a organizarse con otros para pedir partidas presupuestarias que financien su "causa". "La ley" ata la mano derecha a quienes quieren prosperar y firma cheques en blanco a quienes saben cómo reivindicar que sus necesidades son "sociales".
 
En definitiva, como precisa Bastiat, la cuestión estriba en si cabe "la fraternidad obligada por la ley, sin que quede destruida la libertad y hollada la justicia… por la ley".
 
Así que, al presentar su declaración del Impuesto sobre la Renta, piense por un momento en si puede calificarse de solidario un acto que, de no hacerse, equivale a multa o cárcel. Si sigue pensando es muy probable que llegue a la conclusión de que paga demasiado y recibe muy poco, que vive angustiado por su seguridad y que trabaja muchísimo para que le queden cuatro perras en su cuenta. Seguro que acabará por tenerle más miedo al Fisco que a la mismísima muerte.
 
Y, por favor, no se olvide de que, cuando muera, Hacienda le recomendará lo mismo que el recaudador de impuestos de la canción de los Beatles 'The Taxman': "Declare sus peniques, preferiblemente, sobre sus ojos".
 
 
Frédéric Bastiat, La Ley, Madrid, Alianza Editorial, 2005, 136 páginas. Prólogo de Carlos Rodríguez Braun.
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