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HISPANOAMÉRICA

La libertad truncada

La historia de Hispanoamérica ha sido el trágico relato del fracaso de las políticas socialistas. Como señala Álvaro Vargas Llosa en Rumbo a la libertad, “América Latina ha padecido un ordenamiento institucional incompatible con el capitalismo liberal, con un sistema judicial siempre de rodillas ante el gobierno y una siempre mutante y oscura ley política que pretendía dictar la conducta de los individuos en todas las esferas, desde el comercio hasta la vida familia”, lo que ha dejado a millones de personas “lejos de la promesa capitalista de participar en la aventura de la creación de riqueza”.

La historia de Hispanoamérica ha sido el trágico relato del fracaso de las políticas socialistas. Como señala Álvaro Vargas Llosa en Rumbo a la libertad, “América Latina ha padecido un ordenamiento institucional incompatible con el capitalismo liberal, con un sistema judicial siempre de rodillas ante el gobierno y una siempre mutante y oscura ley política que pretendía dictar la conducta de los individuos en todas las esferas, desde el comercio hasta la vida familia”, lo que ha dejado a millones de personas “lejos de la promesa capitalista de participar en la aventura de la creación de riqueza”.
Detalle de la portada de RUMBO A LA LIBERTAD.
Mientras que en otras partes del mundo el capitalismo permitía la movilidad social y reducía la pobreza progresivamente, en Hispanoamérica los políticos se dedicaban a repartir prebendas y redistribuir la riqueza, no sólo hacia sus bolsillos sino hacia los de aquellos que comulgaban con sus ideas. Aunque las elites receptoras de las transferencias de dinero y de las regulaciones han cambiado a lo largo de los siglos, las clases más bajas han perdido con este tipo de políticas expoliadoras.
 
Uno de los casos más paradigmáticos es el de Argentina. A comienzos del siglo XX, gracias a la influencia del liberal Juan Bautista Alberdi en la Constitución de 1853, este país disfrutó de décadas de progreso. Entre 1892 y 1913 los salarios y los ingresos reales de los trabajadores agrícolas e industriales superaban los de sus homónimos suizos, alemanes y franceses. En 1928 el PIB argentino era el duodécimo más alto del mundo. El populismo de Perón y el de sucesivos gobiernos hicieron regresar Argentina a la edad de piedra, con perversos saqueos de los ahorros de los ciudadanos sin precedentes en la historia (véase el "corralito"). Como siempre, el nacionalismo económico y las restricciones legales impedían el desarrollo de la creatividad empresarial y arrojaban a la economía sumergida a millones de personas.
 
En este sentido, Álvaro Vargas Llosa analiza el fenómeno de lo que da en llamar la "economía informal": "La respuesta de los pobres a la ilegitimidad del Estado (…) para poder emprender negocios y satisfacer necesidades más básicas como poner un techo sobre sus cabezas o proteger sus magras pertenencias". Este círculo vicioso de economía planificada que conduce a la expansión de la economía sumergida conlleva, a su vez, la imposibilidad de que los "empresarios informales" puedan capitalizar sus empresas, pedir créditos y conseguir un reconocimiento de sus derechos de propiedad. Así se ha perdido todo ese capital acumulado, y se ha obligado a la gente a malvivir.
 
Junto con un análisis en profundidad de las causas del retraso latinoamericano y de las políticas necesarias para que cuaje la libertad y las instituciones que permiten el desarrollo de las sociedades (Estado de Derecho, derechos de propiedad, respeto a la ley, libertad de mercado, etcétera), Álvaro Vargas Llosa ofrece lo que, a mi juicio, es la mejor parte del libro, una crítica implacable de la ayuda externa.
 
Mientras que los voceros del 0,7 y de la condonación de la deuda, entre los cuales se encuentra el actual Gobierno de España, sostienen que lo que necesita el Tercer Mundo es que los pobres de los países ricos sigan financiando aún más a los ricos de los países pobres, el autor califica estas propuestas de desastrosas.
 
Álvaro Vargas Llosa.Así, precisa que "derramar dinero sobre América Latina para aumentar la inversión sólo desarrolla a aquellos sectores que gozan de derechos de propiedad seguros. Sin el ambiente adecuado, la inversión no engrosa sino ciertos enclaves, desviando recursos de los bienes de consumo, de la agricultura o de los muchos servicios que las naciones latinoamericanas proveen, incluyendo el turismo". Por su parte, el FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo han contribuido al subdesarrollo del territorio, puesto que han generado tres lamentables efectos: el "fortalecimiento del estatismo, la postergación de las soluciones adecuadas y el desvío de las responsabilidades políticas".
 
Sin embargo, el pensamiento único sostiene que la culpa del subdesarrollo la tienen las reformas capitalistas de las últimas décadas, no la ayuda externa. Vargas Llosa, no siendo de este parecer, se molesta en desmontar semejante falacia. Según nuestro autor, las privatizaciones, la apertura de los mercados a los inversores extranjeros e incluso cierta liberalización del sistema de pensiones, si bien tuvieron efectos positivos, tampoco impidieron que el Estado se lanzara a aumentar el gasto público, a redistribuir la renta obtenida de las privatizaciones y a seguir regulando la economía. Por ello, no sirvió de mucho el presunto "neoliberalismo salvaje" de los 90.
 
De hecho, como apunta Álvaro Vargas Llosa: "Las reformas liberales nunca llegaron a producir sociedades organizadas en función de la libertad ni un sistema verdaderamente capitalista". En Latinoamérica, como en gran parte del mundo, el problema es y será que el Estado asume la función divina de conducir a la sociedad hacia el paraíso. Esta "fatal arrogancia" obvia que el progreso es el resultado de las acciones de millones de personas que, en libertad, van dando los pasos necesarios para prosperar y, de este modo, hacer que los demás se beneficien de sus iniciativas.
 
A pesar de este panorama, Vargas Llosa es un optimista que ofrece soluciones para que se pueda revertir la paupérrima situación de los hispanoamericanos. Según su parecer, habría que revisar la legislación y "sancionar las opciones de los pobres", liberar el poder judicial de las interferencias del Gobierno y dar una salida digna a los millones de individuos que dependen directa o indirectamente del Estado para sobrevivir.
 
La primera de las reformas pasa por reducir el exceso de legislación, derogando aquellas leyes que transfieren la propiedad de unos a otros y las regulaciones que impiden el acceso a los mercados, así como permitir que los pobres no tengan que recurrir a la economía sumergida para sobrevivir. Adicionalmente, es importante asegurar que el sistema judicial funcione sobre la base de leyes que garanticen los derechos individuales y sin interferencias de otros poderes estatales, para que se diriman los conflictos como los ciudadanos desean y no como el político de turno tiene a bien. La última reforma pasaría por simplificar el sistema de ayudas haciendo que éstas sólo se destinen a los verdaderamente pobres y no sean la forma de agradecer los apoyos (por ejemplo, los subsidios a las empresas).
 
Como este libro ofrece tantas ideas, ejemplos y penetrantes análisis, sólo se puede recomendar su lectura a quienes tengan interés en saber lo que sucede al otro lado del Charco y, por supuesto, quieran inocularse contra la insensatez de Lula, Kirchner o Chávez.
 
 
Álvaro Vargas Llosa, Rumbo a la libertad, Santiago de Chile, Planeta, 2004, 337 páginas.
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