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THE CONSERVATIVE SOUL

Libertad, fundamentalismo y derecha política

Andrew Sullivan, uno de los comentaristas políticos más influyentes de los Estados Unidos, celebra el resurgir del conservadurismo, un fenómeno derivado de la desorientación cultural y del colapso de la izquierda, refugiada como está en un discurso posmoderno opuesto a las nociones básicas de las libertades occidentales; pero por otro lado teme que el liberalismo clásico y el conservadurismo laico sean secuestrados por el fundamentalismo socializante de derechas, tan pernicioso como el de izquierdas.

Andrew Sullivan, uno de los comentaristas políticos más influyentes de los Estados Unidos, celebra el resurgir del conservadurismo, un fenómeno derivado de la desorientación cultural y del colapso de la izquierda, refugiada como está en un discurso posmoderno opuesto a las nociones básicas de las libertades occidentales; pero por otro lado teme que el liberalismo clásico y el conservadurismo laico sean secuestrados por el fundamentalismo socializante de derechas, tan pernicioso como el de izquierdas.
Andrew Sullivan.
Quien fuera editor de la prestigiosa revista The New Republic, santo y seña del progresismo templado, y animador del debate cultural con obras como Prácticamente normal y Same-Sex Marriage, Pro and Con: A Reader (Matrimonio entre personas del mismo sexo, a favor y en contra), donde reúne con liberalidad las diferentes posturas existentes ante el matrimonio gay y explica su argumento a favor del mismo, expone en The Conservative Soul su visión del conservadurismo, una noción opuesta tanto a la ideología socialista como a la agenda teoconservadora. El suyo es un conservadurismo íntimamente ligado al liberalismo clásico, que a su juicio ha sido desnaturalizado por los intereses electorales y económicos de algunos políticos e ideólogos, algunos de ellos ex izquierdistas y todos oportunistas.
 
Sullivan, autor de un magistral estudio sobre el filósofo político conservador Michael Oakeshott y editor de la revista The Atlantic –un curioso espacio plural y apartidista donde conviven liberales, progresistas y no identificados sin más divisa que la cita de Orwell que preside el blog del propio Andrew, uno de los más leídos de EEUU ("Ver lo que tienes delante requiere una lucha constante")–, se vale de diversas notas autobiográficas, tales como su militancia juvenil a favor de Margaret Thatcher en su Inglaterra natal y el extrañamiento y la rebeldía que como católico le causó la oficialidad del protestantismo en Gran Bretaña, para ilustrar sus inquietudes ante lo que considera la perversión derechista de la política de la libertad.
 
Pero es sobre todo la creciente dificultad que supone para muchos entender cómo se puede ser gay y conservador, estar en contra del aborto, de la corrección política, de la nueva izquierda y de la posguerra de Irak, y al mismo tiempo mostrarse partidario de Blair y de las rebajas de impuestos de Bush, aunque radicalmente enfrentado a la llamada "derecha cristiana" y a su giro socializante, antiliberal e intervencionista, lo que lleva a Sullivan a proponer su alternativa a unos y a otros en un momento que él califica de "muy peligroso".
 
A este respecto, es preciso señalar que, en su libro Active Faith, Ralph Reed, ex director de la Coalición Cristiana, se proclama heredero del evangelio social y defensor de la justicia social, y que considera que la alianza con los conservadores económicos, lo que aquí llamaríamos liberales, es un mero movimiento táctico. Eso, por no mencionar las frecuentes diatribas de varios líderes evangélicos norteamericanos, algunas de las cuales ha reproducido el propio Reed en su libro, contra los libertarios (partidarios en general de un Estado mínimo o muy limitado), a los que no pocos de ellos ponen en el primer lugar de su lista de enemigos, por encima de los izquierdistas.
 
MIke Huckabee.Así las cosas, no debe extrañar que la Christian Coalition haya pasado de exigir el cierre del Departamento de Educación y defender el cheque escolar a aplaudir el espectacular aumento presupuestario (60%) con que Bush favoreció el estatismo educativo en sus primeros años. Quizá esto explique por qué en las primarias de este año el candidato presidencial favorito de los evangélicos, el republicano Michael Huckabee, contó con el apoyo del ultraizquierdista sindicato de maestros. Hoy, este lobby religioso, favorable al cierre de bingos y casinos, a la restricción del divorcio a casos de adulterio y maltrato físico y a la prohibición de la pornografía (en cuanto al aborto, se conforman con el acortamiento del plazo legal al sexto mes de embarazo), hace campañas para que los usuarios de televisión por cable e internet sufraguen a la fuerza los canales y webs religiosos.
 
Sirva esta digresión para enmarcar los casos, algunos diferentes y otros similares, que Sullivan cita aquí, y que podrían resultar difíciles de entender al lector poco familiarizado con la política norteamericana (de todas formas, las analogías con España saltan a la vista en algunas partes del libro), para argumentar su posición crítica con la política de George W. Bush y, sobre todo, su rechazo a buena parte de las premisas ideológicas de los ideólogos del neoconservadurismo y del denominado "conservadurismo compasivo", una expresión que acuñó Reed en el libro citado más arriba y que se convirtió en el principal eslogan del presidente norteamericano en la campaña electoral de 2000.
 
Sullivan se concentra en la descripción de la "psique fundamentalista", una postura vital basada en conceptos como conversión, iluminación, salvación y condena (sin posibilidad de remisión o redención), literalista (la desaparición de las parábolas de Cristo como elemento didáctico en algunas enseñanzas religiosas son buena prueba de ello) y en la negación de la autonomía individual. Es éste un fundamentalismo sin el cual fenómenos como el marxismo, el fascismo y el islam (especialmente en su variante radical contemporánea, el islamo-fascismo) resultan imposibles de entender, aunque también se encuentran en el discurso político de algunos sectores derechistas que en los últimos tiempos han alcanzado un alto grado de poder e influencia.
 
Llegamos así al "proyecto fundamentalista", un marco político comunitarista, identitario, maniqueo, perfeccionista y apocalíptico que en algunos grupos católicos minoritarios se manifiesta en el rechazo total al Concilio Vaticano II (letra, espíritu y consecuencias) y en una llamativa contradicción entre el moderado sesgo libertario de la doctrina católica y el discurso desviacionista de los mal llamados tradicionalistas, cuya ignorancia los coloca en la heterodoxia y en zonas fronterizas con el radicalismo de pastores evangélicos como el antisemita Jerry Falwell. Sullivan analiza el discurso de estos grupos y los enfrenta a las últimas consecuencias de sus postulados. También cita los abundantes datos aportados por Bruce Bawer en un libro que podríamos considerar precursor de éste, el polémico Stealing Jesus (Robarse a Jesús).
 
Así, su exposición de las falacias inherentes a ciertas interpretaciones fundamentalistas de la ley natural (¿por qué los maridos siguen produciendo esperma durante los meses de embarazo de sus mujeres?, ¿por qué la fecundación natural no implica necesariamente placer sexual por parte de la mujer?) realza una cualidad básica del ser humano, la libertad, algo querido por Dios y que por alguna razón algunos se empeñan en negar, recurriendo entre otras tretas a un uso caprichoso de la psicología evolucionista, útil para unas cosas (contestar a las feministas) pero ignorada en otros casos que llevarían a los teoconservadores a callejones sin salida como la aceptación del aborto y de la eugenesia.
 
A continuación, Sullivan narra el proceso de asalto fundamentalista al Partido Republicano y señala algunas peculiares alianzas forjadas en los últimos años. Anécdotas aparte, existe una idea común a izquierdistas y derechistas: la negación de la noción de neutralidad estatal, y su corolario: leyes estrechas que expliciten de forma obligatoria y detallada unos valores determinados. Asuntos como el aborto (¿adoptamos un plazo de 40 días, tal como defendía Santo Tomás de Aquino y confirma la ciencia, que establece que es a partir de ese momento cuando el embrión comienza a adquirir rasgos humanos?), la pornografía y el siempre instructivo e interminable debate sobre las supuestas bases bíblicas o teocráticas de la república norteamericana sirven para ir trazando los contornos de ese conservadurismo laico y escéptico que el autor propone como remedio a los impulsos liberticidas de la izquierda y al discurso antidemocrático del fundamentalismo derechista.
 
La explosión del gasto público (independientemente de la política antiterrorista y la invasión de Irak), la multiplicación –por dos– de las oficinas de intereses especiales, la canalización masiva de fondos públicos al tercer sector (ONG), especialmente a organizaciones religiosas, y el intento de discriminación contra los homosexuales disfrazado de razonable objeción al matrimonio gay (en algunos estados las enmiendas constitucionales a favor del matrimonio tradicional incluían una prohibición explícita de cualquier tipo de reconocimiento legal a otro tipo de parejas) son algunos de los elementos que revelan el paulatino alejamiento de la cúpula del Partido Republicano del liberal-conservadurismo cabal. Todo esto equivale a una huida de la realidad que ha llevado a algunos defensores de Bush a defender una supuesta "mística de la presidencia" netamente antirrepublicana y a poner en circulación otros conceptos aberrantes. Una combinación de hiperracionalismo y delirio que nada que ver con el empirismo, el espíritu práctico y la sana duda de autores que algunos falsos conservadores de hoy en día enarbolan como sus referentes teóricos, entre ellos Sócrates y Platón, Michel de Montaigne y, por supuesto, Oakeshott y Burke, y antes de ellos los whigs (liberales) ingleses, que nunca colocaron la virtud, sino la seguridad y la libertad –ésta no puede existir sin aquélla–, como objetivo final de la política.
 
A menos de tres meses de la celebración de las próximas elecciones presidenciales, y a pesar de que The Conservative Soul apareció hace año y medio, Sullivan proporciona aquí algunas claves interesantes que resultan muy útiles para entender y descifrar los términos del debate político norteamericano, así como los discursos y movimientos tácticos de los dos candidatos a la Casa Blanca, el demócrata Barack Obama y el republicano John McCain.
 
En estos momentos, la fractura de la derecha cristiana, una posibilidad vislumbrada por Sullivan, el afianzamiento de Obama entre los hispanos (la posibilidad de que McCain repita el 44% de apoyo conseguido por Bush entre este grupo en 2004 se presenta remota) y su popularidad entre no pocos evangélicos, sumada a la división del Partido Republicano entre quienes creen que todavía hay tiempo de rescatar el discurso teoconservador de Bush y los que apuestan por ganarse a los demócratas moderados, podría augurar una clara victoria de Obama, cuya posición privilegiada en los estados fluctuantes y sus avances en algunos del Sur podrían llevar al Partido Demócrata a reeditar los triunfos de Bill Clinton.
 
Muchos dirán que esto no es sino la sustitución de un fundamentalismo por otro, o por una extraña mezcla de todos, y que la opción más natural, que no mejor (mal menor) para los desencantados con el socialismo conservador sería McCain. Sin embargo, Andrew Sullivan y otros han optado por Obama después de haber apoyado a Ron Paul, el candidato libertario del Partido Republicano. Algunos de ellos son los llamados conservadores obamitas, a los cuales Thomas Sowell, que ha pasado de zaherir de forma implacable a McCain a pedir el voto por él (en España lo llamaríamos chaqueterismo; aunque pueda sonar extraño, a mí me parece más bien todo lo contrario), dedicó recientemente un interesante artículo crítico.
 
Equivocados o no, a los obamacons razones no les faltan. Las de Sullivan me parecen bastante convincentes, aunque habrá que contrastarlas con el hacer, decir y no decir de los candidatos en las próximas semanas. ¿Quién dijo que las ideas no tienen consecuencias? Uno al que ya le está faltando tiempo para comprar este libro.
 
 
ANDREW SULLIVAN: THE CONSERVATIVE SOUL. FUNDAMENTALISM, FREEDOM AND THE FUTURE OF THE RIGHT. Harper (Nueva York), 2006, 294 páginas.
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