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CIENCIA

Todo o nada

La física moderna está ciertamente obsesionada por el todo. Bueno, también es cierto que se encuentra obsesionada por la nada… Me trataré de explicar. Los conceptos de nada, de vacío, el cero están probablemente entre los retos intelectuales más apasionantes de la ciencia contemporánea: ¿es cierto que antes de la formación del universo no hubo nada? (algunos científicos han acuñado incluso la perturbadora definición de "fluctuación cósmica de la nada" para referirse a ese momento previo al todo). ¿Existe realmente el vacío? ¿Qué hay dentro de él? ¿Sería posible una matemática sin ceros?

La física moderna está ciertamente obsesionada por el todo. Bueno, también es cierto que se encuentra obsesionada por la nada… Me trataré de explicar. Los conceptos de nada, de vacío, el cero están probablemente entre los retos intelectuales más apasionantes de la ciencia contemporánea: ¿es cierto que antes de la formación del universo no hubo nada? (algunos científicos han acuñado incluso la perturbadora definición de "fluctuación cósmica de la nada" para referirse a ese momento previo al todo). ¿Existe realmente el vacío? ¿Qué hay dentro de él? ¿Sería posible una matemática sin ceros?
Son preguntas que quitan el sueño a ese puñado de seres humanos que se dedican a la física teórica y que normalmente no suelen aparecer en los programas del corazón. Pero el insomnio inducido también procede de todo lo contrario: de la obsesión física por el todo.
 
Desde que Plank le añadió un poco de cuanto (ojo, no de cuento) a la física einsteniana, la ciencia padece un irrefrenable deseo de obtener una teoría del todo, una ley fundamental, una explicación única que dé sentido al cosmos completo. Es a esa búsqueda, todavía baldía, a la que dedica su último libro el gran divulgador John D. Barrow.
 
Los físicos necesitan la "piedra de Rosetta cósmica" (en palabras de Barrow) para leer el libro de la naturaleza a través de los tiempos. Es posible que esa clave descifradora no exista. Lo intuyó de modo pesimista J. B. S. Haldane, cuando nos advirtió de que "quizás el universo sea más peculiar de lo que nunca podamos llegar a saber". Aun así, la búsqueda no cesa.
 
Barrow explora en su libro a qué se refieren los físicos cuando hablan del "todo". En realidad, quieren decir "casi todo". Porque "existen cosas que no se pueden someter por la fuerza al mundo de la ciencia matemáticamente determinado".
 
En realidad, el todo de la física es la información que contiene cada momento y cada lugar en el cosmos, y que permite conocer su estado presente, su vida pasada y su evolución futura. Parafraseando al Conrad de El corazón de las tinieblas: "La mente humana es capaz de cualquier cosa, porque todo está en ella, todo el pasado y todo el futuro".
 
Algunos físicos creen que serán capaces de describir una ley, o un puñado de leyes, que sean capaces de cualquier cosa. Y esa ley deberá ser capaz de aunar el poder descriptivo de la física relativística de Einstein con la magia intuitiva de la física cuántica de la era post Plank.
 
Barrow aborda con maestría esta búsqueda. Lo hace con un lenguaje que no ha de espantar a ningún lector de ciencia, y aliña su discurso con grandes dosis de desapego antirreduccionista. Se le nota preocupado por no parecer demasiado frío, demasiado escaso de alma: así que acude constantemente a citas literarias, experiencias personales, juegos emotivos que no pueden ser reducidos a fórmulas.
 
Quizás abuse en exceso de cierto reciclado de material propio. Algunos capítulos recuerdan demasiado a su anterior trabajo, Las constantes de la naturaleza, del que también dimos cuenta en estas páginas. Pero es un mal menor en una obra de 350 páginas, originales y bellas como sólo la física teórica puede llegar a serlo.
 
 
JOHN D. BARROW: TEORÍAS DEL TODO. CRÍTICA, 2006; 360 PÁGINAS.
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