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EFICAZ ANTÍDOTO CONTRA EL NACIONALISMO VASCO

Vascos y navarros en la historia de España

Ha pasado ya un año desde que Jaime Ignacio del Burgo publicara Navarra, El precio de la traición, que causó la acostumbrada indignación tanto en el anexionismo vasco como en el progresismo español dedicado al desguace constitucional y estatutario, lo cual debería llenar de orgullo al autor como llena de regocijo a sus lectores.

Ha pasado ya un año desde que Jaime Ignacio del Burgo publicara Navarra, El precio de la traición, que causó la acostumbrada indignación tanto en el anexionismo vasco como en el progresismo español dedicado al desguace constitucional y estatutario, lo cual debería llenar de orgullo al autor como llena de regocijo a sus lectores.
Jaime Ignacio del Burgo.
En aquella obra, escrita a pie de historia, Del Burgo narraba los antecedentes, el desarrollo y la previsible consecuencia de los pactos de Rodríguez Zapatero con el nacionalismo vasco en general y con el de ETA en particular. Meses después, puede afirmarse que con Del Burgo ocurre como con Mayor Oreja: sus advertencias se han revelado minuciosamente certeras.
 
¿Se han despejado los nubarrones que entonces se cernían sobre Navarra? Sin duda alguna, no. La decidida respuesta de PP y UPN a los tratos del PSOE con el anexionismo impidió una maniobra perfectamente preparada y propició la arriesgada y controvertida permanencia de Miguel Sanz en el Palacio de Navarra. Hoy, con el Frente de la Paz instalado cuatro años más en La Moncloa, con unos nacionalistas vascos que exigen a voz en grito lo suyo, la incógnita sigue en el aire: tanto PNV, EA y Aralar como ETA exigen Navarra, y Rodríguez Zapatero nunca ha tenido interés en negársela.
 
¿Puede darla? En parte, sí. El problema de Navarra es mayor, mucho mayor que el de las aritméticas electorales. Si la derecha española en general va a rebufo de la izquierda, la derecha navarra y el constitucional-foralismo en su conjunto padecen dicho mal con especial virulencia. No exageramos si afirmamos que en el año 2008 la Navarra constitucional y foral ha perdido la primera batalla, la cultural. Por todo el Viejo Reyno ha prendido la legitimidad cultural del nacionalismo vasco, en forma de un euskera batua ajeno a Navarra, de unas tradiciones y un folclore reimportados en los últimos años, de la hiperlegitimidad de "lo vasco", etcétera.
 
Hasta la fecha no había existido contrapeso cultural alguno a esta ofensiva que impulsa la izquierda abertzale y que se paga desde los despachos del Euskadi Buru Batzar y del Gobierno vasco. Hasta la fecha, digo, porque la feliz noticia de los últimos tiempos es que alrededor de la figura de Jaime Ignacio del Burgo han surgido proyectos de escasa proyección pública pero de gran ambición intelectual. Es el caso de la Sociedad de Estudios Navarros, la editorial Laocoonte o el diario La Tribuna de Navarra. Si aún es posible en el Viejo Reyno frenar la avalancha anexionista, no cabe duda de que estos proyectos se sitúan ya y se situarán más adelante en vanguardia de la respuesta.
 
Vascos y navarros en la historia de España es un magnífico ejemplo de cómo al nacionalismo se le combate no ya desde la verdad –siempre discutible–, sino desde el rigor intelectual. No hace falta más para mostrar la realidad que obsesiona al nacionalismo vasco: que, como afirma Aznar en el prólogo, "vascos y navarros están en la historia de España, y son ellos mismos historia de España". Y como el pasado está repleto de documentos que lo prueban, nada mejor que dejar a los historiadores profundizar en ello.
 
El resultado es este libro, heterogéneo pero con una solidez académica de fondo que sustenta lo afirmado por Aznar. La historia de vascos y navarros sólo puede entenderse en relación con la del resto de españoles.
 
Del Burgo reúne aquí a un brillante grupo de historiadores. José Andrés-Gallego proporciona la desmitificación necesaria del pueblo vascón, de sus comportamientos y actitudes; muestra la existencia de sentimientos de pertenencia diversos a lo largo de la historia, compartidos, superpuestos, variables. En su texto, el profesor Andrés-Gallego reivindica ante todo la complejidad tanto de los hechos como de la interpretación de los mismos. Complejidad que el nacionalismo reduce a unas pocas proclamas ideológicas que niegan cualquier legitimidad distinta de la que hacen suya.
 
Francisco Javier Navarro y Ángel Martín-Duque recorren la historia antigua de vascos y navarros para llegar a la conclusión de que no eran distintos –para lo bueno y para lo malo– de sus vecinos, y para resaltar que los vínculos mitológicos entre ambos pertenecen a la historia-ficción. Javier Fortín Pérez de Ciriza aborda el tema de Navarra y la Iglesia, mientras que Alfredo Floristán, Juan B. Amores, Agustín González Enciso, Joaquín Salcedo y Rafael Torres Sánchez analizan la presencia de unos y otros en la Corte madrileña y en el Nuevo Mundo; una presencia habitual, no exenta de polémicas e intereses cruzados. Lo mismo se puede decir de la de españoles de otras regiones.
 
Por su parte, Miguel Alonso Baquer da cuenta de la aportación histórica de los militares vascos y navarros, repleta de figuras de primera magnitud que lucharon bajo la bandera española por la defensa de la nación y por sostener una misión histórica. En cuanto a José Manuel Azcona y Carlos Mata, se ocupan de la literatura navarra. Azcona repasa las lecturas navarras de Sabino Arana y muestra que, como en el caso de la filosofía, no hay tontería que no haya afirmado algún navarro en uno y otro momento; ni aberración histórica, cultural o racial que Sabino Arana dejara fuera de sus escritos. Eso sí, existió y existe una literatura que aportó algo más que los mitos y obsesiones que interesaron al fundador del PNV.
 
Como no podía ser de otra forma, es el propio Del Burgo –que antes que nada es un brillante historiador– quien aporta el texto de mayor calado político, a propósito del carlismo.
 
Monumento erigido a los Fueros en Pamplona.Del Burgo desmonta dos mitos. El primero, que el carlismo fue el antecesor del nacionalismo vasco. Pese a lo que éste repite con insistencia, y algunos despistados afirman solemnemente, el carlismo, según Del Burgo, es un fenómeno ligado a la sucesión dinástica y, a través de ella, al destino de la nación española. Cualquier otra interpretación al margen de la realidad española parece fuera de lugar. "Los voluntarios carlistas acudieron a la llamada de su rey para sostener sus derechos al trono frente a la usurpación del mismo y defender los principios de legitimidad" (p. 315). Lucharon, como otros, por España, o por una determinada idea de España.
 
En 2008, en tiempos de tormenta constitucional, Del Burgo recuerda la clave sobre la que se asienta el Amejoramiento del Fuero navarro de 1982: la Ley Paccionada de 1841. "Se negoció por una diputación representativa de Navarra, aunque hubiera sido elegida al margen de las viejas instituciones. Era fruto de la nueva legitimidad surgida de la legalidad revolucionaria" (p. 313). Su origen se remite a dos realidades opuestas en los extremos pero que, como suele ocurrir en la historia, se mezclan, dando lugar a corrientes y acontecimientos históricos que perduran: la nostalgia del reino perdido y el incipiente liberalismo.
La Diputación de Navarra, en manos de los liberales triunfantes en la guerra civil, concurrió a Madrid y negoció la perdida de la condición de reino a cambio de una amplísima autonomía fundamentalmente administrativa (p. 317).
La Ley Paccionada de 1841 une la tradición del Reino con las ansias constitucionales. Sin ella, como ha escrito el propio Del Burgo en otro lugar, no puede entenderse el encaje constitucional y liberal del fuero de 1982.
 
El segundo mito combatido por Del Burgo es la afirmación de que el carlismo es un antecedente del terrorismo etarra. Nada tiene que ver la industria del crimen etarra con los levantamientos temporalmente limitados, y sometidos a la autoridad católica, de los carlistas vascos o navarros, sostiene nuestro autor.
 
En definitiva, este libro, editado por Laocoonte y avalado por FAES, aporta una buena ración de conocimiento de historia de España y sirve de antídoto eficaz contra el nacionalismo vasco, integrista en Euskadi y anexionista en Navarra. Y, sin duda, podrá servir para desmontar muchos malentendidos históricos cuando periodistas e intelectuales de todo el país vuelvan la vista –que lo volverán a hacer– hacia el Norte en busca de respuestas: cuando Rodríguez Zapatero y el nacionalismo vasco vuelvan a plantearse qué hacer con Navarra.
 
 
JAIME IGNACIO DEL BURGO (coord.): VASCOS Y NAVARROS EN LA HISTORIA DE ESPAÑA. Laocoonte (Pamplona), 2007. 374 páginas.
 
ÓSCAR ELÍA MAÑÚ, analista del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES).
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